Hoy es miércoles de reinventarse y al ver este trabajo sentí tanto mi alter ego (o Walter-Ego) que quise escribir.
Las tendencias en la moda reflejan el efecto de los cambios socioculturales y económicos de cada momento en el tiempo. Esos sucesos que impactaron y forjaron la forma en que hoy vemos el mundo. Y los sucesos de hoy forjarán el futuro.
Probablemente en un moderno dispositivo llamado libro en unos 300 años Kim Kardashian sea La Cleopatra de La Era Digital. Y no se extrañe de que se rían de nuestro culto a las redes sociales y guerra de teléfonos inteligentes.
La fuerza estilística del maquillaje y la ropa de esta producción rebelan aires de transgresión y las subculturas que fueron emergiendo en la Nueva York de la década de 1980s.
Los mismos tiempos que vieron a una Madonna que había dejado su católica casa sin un peso y empezó a nacer la reina del pop y la única mujer que ha vendido más producciones musicales hasta el sol de hoy (300 millones de discos vendidos).
Michael Jackson ya había hipnotizado con Thriller (1983), otra leyenda. Los millenials se deleitaban con nuevos aparatos musicales, en su ropa reflejaban una rebeldía al sistema con las era de camisetas y zapatos de goma. La industria cinematográfica aportó muy buenos clásicos.
Los ochenta del siglo XX (1980s), una década de la música que me alegra el espíritu cómo ninguna otra y hay varias de mis películas favoritas (Coming to America (1988) la película que más billete gastó en ropa de la década, le valió una nominación al Oscar por diseño de vestuario y empleó gran casting negro y me hace doler el estómago de la risa cada vez que la veo.
La misma diseñadora de ese vestuario, Deborah Landis fue quien diseñó la icónica chaqueta de cuero y hombreras roja de Michael Jackson en Thriller (1983) que fue vendida en el 2011 por $1.8 millones de dólares a un millonario de Texas.
El apogeo y glamour de series como DINASTÍA con la extravagancia del sur americano (petróleo y poder) fue un icono hace ya 36 años, de las primeras series de Aarón Spelling donde le dijo a Nolan Miller, diseñador de vestuario, que tenía 35.000 dólares semanales para gastar en vestuario. Y vaya que se notó. Se dice que diseñó más de 30.000 looks durante toda la serie. La villana más mala de la TV americana Alexis Carrinton Colby en Joan collins, Diahann Carroll la primera mujer afroamericana en un papel protagónico de serie de TV y La Niña Bonita y angelical de Linda Evangelista mi piñata de estilismo hasta hoy. Nadie sabe qué va a impactar a un niño para siempre. Es increíble las fijaciones que le forjan a uno las preferencias en la edad adulta.
Década que me marcó para siempre, ese derroche de ropa no me cabía en los ojos y eso que en Colombia la transmitieron fue en la década de los 90s y yo la veía re peque al lado de mi mamá no entendía ni papa, solo alimentaba el ojo y lo mismo hacía con los figurines franceses de modistería de mi abuela. Eran mi Disneylandia. He ahí el origen de mi agudización del ojo hacia el vestuario y qué significa ese disfraz que llamamos ropa.
Curioso es que amo esta época como si la hubiese vivido en plena adolescencia. Si me volviera una década escogería los 1980s con toda la cultura pop de ese entonces.
Mi fijación estética y cultural por los años 1980s hizo aproximarme a entender ¿por qué nos vestimos como nos vestimos? ¿por qué mi hermano mayor tenía la chaqueta roja de Michael Jackson y los acetatos venerados como un tesoro?
Whitney Houston, tal vez, fue la primera imagen de belleza negra en mi infancia y ni hablar de sus hits musicales. Aún me emociono cuando veo su pelo, maquillaje y vestuario en «I wanna dance with somebody», ¿por qué los sonidos y glamour de esa época me llenan tanto? Pues estaba en el vientre, pura ósmosis.
Y a esas sensaciones me llevó este meticuloso trabajo editorial. Aprecie usted. Un editorial de moda es como entrar a un museo. Usted siente o no siente algo. Y este, me hizo sentir más allá de la mera curiosidad.
Pasando a los colores y emociones…
En ese entonces aparece el fenómeno del Hip-Hop no solo como ritmo, sino como estilo de vida, los Club-Kids y las gold-diggers (cazafortunas) que no podían al final de la década pescar fortuna, pues los baby boomers de la bolsa de valores estaban en la quiebra.
Toda una paleta de contrastes que grita transgresión (circa 1987).
En el rosa y amarillo del makeup veo claramente los Club-Kids, algo así como un Palenque de la vida nocturna donde convergían homosexuales y heterosexuales, blancos y negros, caza fortunas y millonarios, ricos y pobres; crearon así, su propio universo.
Uno muy distinto al de hoy, donde no nos toleramos los unos a los otros y nos vamos etiquetando sin pena ni gloria. Hoy la vida real pierde un valor y para muchos vale más la vida filtrada y posuda que se postea en Instagram.
Los aires de pobreza en Nueva York en la segunda mitad de la década no sorprenden con tanto derroche. Los Traders (corredores de la bolsa de valores NYSE, New York Stock Exchange) quienes eran considerados unos semi-dioses, cocainómanos con mucho billete, eran ahora: los nuevos pobres.
Ella encontró su propia fortuna. Una Glam-Ghetto con los baby-hairs de las negras más atacadas del Bronx y melenas tipo Bardot. Un trabajo que merece su reparo. Señoras y señores, ¿Que en Cali no hay talento de moda?
Créditos:
Makeup & Hair: Sebastian Correa
Fotografía: Douglas Ardila
Estilismo e Ilustración: Melissa Plaza
Modelo: Giselle Grajales
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