‘El último vuelo del
flamenco’, otra muestra de la buena literatura que llega de
Portugal.
Sigo sorprendiéndome con la
literatura que llega desde las tierras lusitanas, primero tuve un encuentro
fabuloso con el escritor Afonso Cruz y su libro ‘El pintor debajo del
lavaplatos’, y ahora llega a mis manos ‘El último vuelo del flamenco’,
de Mia Couto, y el único adjetivo que encuentro
para describirlo es: ¡Impactante!
La historia que se desarrolla en
Tizangara, un lugar imaginario al que algunos han llamado el Macondo de
Couto, está llena de magia, de imágenes imborrables, de momentos únicos e
irrepetibles. Es una aproximación a un mundo diferente, a una cultura muy
lejana, pero a la que en el fondo nos parecemos tanto y tenemos tanto en
común.
El libro tiene una serie de frases
inolvidables, que arrancan desde las primeras páginas y siguen a través de la
obra. Los ‘dichos’ de Tizangara que sirven de presentación de cada
capítulo son fabulosos:
«Los amados dejan su recuerdo en
lágrimas. Los olvidados dejan su recuerdo en sangre». O «¿Añoranzas de un
tiempo? Añoranzas tengo de no tener un tiempo», son solo algunos
ejemplos.
La historia de un país
africano víctima de invasiones de extraños y de propios, una nación a la que los
políticos desangran poco a poco y que va perdiendo su identidad puede parecer
exagerada y alejada de nuestra realidad, pero no es así. Cada cosa que se cuenta
recuerda de alguna forma lo que vivimos en este país, lo que sufrimos por culpa
de los cambios que nos introducen y como nuestra cultura y nuestros antepasados
ya no nos reconocen. O como, con el cuento de la paz, solo
buscan mantenernos bajo control y seguir
utilizándonos.
-«Él y los otros. Nos
ayudan a construir la paz».
-«En eso te equivocas.
No es la paz lo que les interesa. Por lo que se preocupan es por el orden, el
régimen de este mundo. Su problema es mantener el orden que les hace ser
patrones. Ese orden es una enfermedad en nuestra historia».
O esta sentencia que nos toca
completamente:
«La guerra nunca se ha
ido, hijo. Las guerras son como las estaciones del año: quedan suspendidas,
madurando en el odio de la gente menuda».
Pero prefiero recordar
apartes del libro menos afines a nuestra violencia. Párrafos llenos de vida y
realidad, pero sobre todo de sabiduría:
«¿No ves los ríos que
nunca llenan el mar? La vida de cada uno también es así: está siempre toda por
vivirse«.
«Vivir es fácil: hasta
los muertos lo consiguen. Pero la vida es un peso que deben cargar todos los
vivientes. La vida, estimado señor, la vida es un beso dulce en una boca
amarga».
Critiqué la anterior versión de la Feria del Libro por la ausencia de títulos, pero debo confesar que
Portugal y su literatura han llenado grandes vacíos y me han enseñado, más bien
reafirmado, cosas que pensaba y que había dejado olvidadas.
Cierro esta entrada con
esta certera frase:
«(…) el
padre Muhando tenía razón: el infierno ya no aguanta tantos demonios.
Estamos recibiendo los excedentes aquí en la tierra».
Si puedan lean
a Couto y lo que les llegue de esta literatura portuguesa, estoy seguro
que los sorprenderá y encantará.