“La secta del Nazareno lo exige todo, sin tregua ni vacilación. Desgasta y abruma sin asomo de piedad (…)”

 

Esta frase es tomada del libro ‘El Hombre de diamante’, que a la vez la toma de un texto escrito por Antonino de Scaptopara por allá en el año 260, es decir 1.755 años atrás. Hasta acá nada sorprendente, lo que asombra es que tantos siglos después las cosas no hayan cambiado y la religión, en este caso el cristianismo, pero puede aplicarse para cualquier otra, siga siendo una tara para la humanidad.

‘El hombre de diamante’ es un libro del escritor santandereano Enrique Serrano. Uno de los grandes autores colombianos del momento y sin duda uno de los más estudiosos y cultos. Ya me había cautivado con su libro ‘La marca de España’ (superrecomendado) y con esta historia no defrauda y mantiene vivo el interés en seguir leyendo su obra.

El libro retoma una supuesta anécdota escrita por Antonino sobre la vida y obra de su amo y maestro Orígenes de Alejandría, conocido también como el ‘Hombre de diamante’ por su entrega y tenacidad en la enseñanza de la doctrina de Cristo.

Antonino nunca se convirtió a la ‘nueva’ religión y en este relato da sus impresiones sobre los sacrificios que tuvo que entregar su maestro para buscar adeptos y por defender esta doctrina. Pero también opina sobre los abusos e irregularidades de la misma, así como las grandes diferencias con otras creencias.

Soy muy poco religioso, no niego, pero tampoco acepto la existencia de un ser superior. Lo que sí tengo claro es mi concepto de la religión, espero no incomodar a nadie, pero sí creo que es de lo peor que ha creado el hombre. La religión, considero, es culpable de múltiples guerras, miles de masacres, desaparición de culturas, pobreza e ignorancia. En este punto coincido plenamente con el pensamiento del escritor Fernando Vallejo. Si quieren saber más les recomiendo leer ‘La puta de Babilonia’.

La verdad intento ser lo más tolerante posible, busco respetar creencias y aprender de las diferentes personas. Pero a veces es difícil cuando uno lee lo que pensaban 1.800 años atrás y descubre que seguimos en las mismas.

“Yo no soy maestro de moral y es la presunción la que me ocupa de estos asuntos. Pero hierve mi sangre cuando miro cómo se expanden la ignorancia y la vanagloria, disfrazadas malamente de doctrinas de salvación. Pueblos enteros se han visto arrastrados hacia ellas, y sucumben solo por no haber pensado a tiempo en una solución. Por debilidad del alma se convencen de que su destino depende de una quimera y sueltan las amarras de sus naves, aun sabiendo seguro su naufragio”.

Es claro que no tengo ninguna autoridad para criticar, tampoco tengo los conocimientos para hablar en pro o en contra, pero ante las contundentes pruebas históricas es imposible no opinar. Y acá solo basta con recordar las poblaciones prehispánicas o las mal llamadas guerras santas: acabose de culturas y millones de muertes por una creencia.

No deja de asombrarme como muchas personas se aferran a una vida futura y no hacen nada para ser felices y progresar en esta.

“(…) Pero ninguna idea vale la vida y cuando arrastra a alguno a buscar la muerte, es preciso desecharla y alejarse, aunque sean la imagen viva de mundos nuevos que fascinan”.

Y definitivamente lo que más me duele y lo que menos comprendo es la necesidad de crear un Dios rencoroso y excluyente: ¡Una figura de miedo para mantener los fieles en el redil!

“Para él, Dios era la luz cegadora del mediodía, la terrible fuerza del rayo que atraviesa las tinieblas: el sol  que quema las hierbas del campo y engendra el desierto con su ira. También Él podía ser magnánimo y misericordioso, pero solo para quienes no lo habían olvidado, para los que nunca se distraen de la tarea de rendirle culto”.

Otro punto que critico y me parece absurdo es la discriminación de la mujer. Es absurdo que sea vista como la puerta de entrada del pecado y de todos los males, y por consiguiente para ser mejor hay que alejarse de ellas. Nada tan inaceptable como el celibato por obligación.

Y así lo escribe Antonino cuando nos cuenta de la castración de su maestro:

“(…) Además, resistirse a servir a mujeres ha sido siempre una puerta hacia la soledad, el abandono y el descrédito. No importa que ellas mismas digan lo contrario. Todo el bien y todo el mal de la creación provienen de los vientres de las mujeres y de las fuerzas misteriosas que nos impelen a pretender poseerlos. Fuerzas en todo los casos demasiado poderosas para ser comprendidas”.

Aparte de la religión me sorprendió saber que la naturaleza humana tampoco cambia en otros aspectos, por ejemplo en la desgracia del chisme, del rumor infundado que se pone a correr para desacreditar a cualquiera.

“Había en ellas varias centenas de miles de personas y no era posible conocer a todo el que lo habitaba, pero apenas alguien hacía algo diferente a lo del resto, las habladurías se desataban, e iban de boca en boca, y tarde o temprano alcanzaban a cada quien, como las malignas pestes del Nilo. Cuando esas tormentas se ciernen sobre alguien pueden llevarlo incluso a la locura, o a la muerte temprana; lo obligan a actuar de otro modo, o a abstenerse de hacerlo de otro”.

No dejen de leer a Enrique Serrano, les aseguró que van a aprender mucho y les va a gustar.

@digonar