“La isla de cada hombre, Jean Louise, el centinela de cada uno, es su conciencia. No existe eso de la conciencia colectiva”.
Comencé lleno de expectativas y con gran entusiasmo ‘Ve y pon un centinela’ de la escritora estadounidense Harper Lee. Es la segunda parte, aunque algunos mitos dicen que fue escrito primero, de ‘Matar a un ruiseñor’, sin duda uno de los grandes libros de la historia universal. Una obra llevada al cine y recurrente en los recuentos de lo mejor de la literatura. Recuerdo un capítulo de ‘Los Simpson’ en el cual Lisa, creyendo que perdía su inteligencia por el gen Simpson, pide en televisión no privarse de leer esta obra.
Yo lo leí hace poco y quedé fascinado, aún recuerdo la historia a la perfección y no he podido olvidar a sus personajes, en especial a Atticus, en quien encontré mucho de mi padre.
Tal vez esa expectativa fue la que no me dejó disfrutar de la primera parte del libro. Encontré una historia llena de flash-back que, según mi opinión, no aportaban nada a la trama, y que además me parecieron larguísimos.
La historia del libro gira en el retorno de Jean Louise (Scout) a Maycomb, en el sur de EE. UU., su tierra natal. Scout regresa y se encuentra con las costumbres e ideales que creía olvidados. El leitmotiv del libro es el racismo, el clasismo, el rencor que nunca hemos dejado de lado pese a los años de civilización.
Pasé la mitad del libro y seguía sin involucrarme en la historia. Extrañaba a Atticus, extrañaba el calor de familia, extrañaba ‘Matar un ruiseñor’. Conversando con mis amigas Silvia, quien me recomendó el libro, y Cindy les decía que estaba muy decepcionado y que esperaba mucho más. Ellas insistían en que era un gran libro y que el final era impactante.
Solo en dos ocasiones he dejados libros sin terminar, y esta no iba a ser la tercera, así que acometí las últimas 70 páginas con la intención de acabarlo cuanto antes y poder comenzar otra vida con un nuevo libro. ¡Oh sorpresa! Las últimas páginas son maravillosas. No podía parar de leer y cuando llegué a la penúltima página el llanto se apoderó de mí. Lloraba como un niño cuando pierde su valor más preciado. Las lágrimas seguían y seguían pese a que 15 minutos atrás había terminado el libro. Definitivamente hay que llegar al final. Si no lo hubiera hecho me hubiera perdido de un desenlace único y de unas líneas inolvidables.
Por ejemplo esta cuando habla de la amistad:
“El momento en que tus amigos te necesitan es cuando están equivocados, Jean Louise. No te necesitan cuando tienen razón…”
Nada más cierto. Los supuestos amigos cuando estás bien y en lo cierto pululan, pero si te equivocas y fallas comienzan a juzgarte y a dejarte solo.
Y esta parte también tiene que ver con esto. Tiene que ver con nuestra naturaleza de acabar con todos los que nos rodean así digamos que los queremos, y de cómo deberíamos reaccionar:
“Un hombre puede parecer ser parte de algo no tan bueno a primera vista, pero no te otorgues el derecho a juzgarlo a menos que también conozcas sus motivos. Un hombre puede estar hirviendo por dentro, pero sabe que una respuesta calmada funciona mejor que desplegar su ira. Un hombre puede condenar a sus enemigos, pero es más sabio conocerlos”.
Una de las partes más desgarradoras del libro es el enfrentamiento entre Scout y Atticus. Esa conversación llena de dolor, de reclamos, de intolerancia, de rencor, de indignación es inolvidable, y se puede resumir en este párrafo:
“Yo creía en ti. Te admiraba, Atticus, como nunca admiré a nadie en toda mi vida y como nunca volveré a hacerlo. Si tan solo me hubieras dado alguna indicación, si no hubieras cumplido tu palabra conmigo un par de veces, si hubieras estado malhumorado o impaciente conmigo… si hubieras sido un hombre más mezquino, quizá yo podría haber asimilado lo que te vi hacer. Si una o dos veces me hubieras permitido pillarte haciendo algo vil, entonces ayer lo habría entendido”.
Y desafortunadamente es así, no hay dolor más grande y pena más profunda que el sentirte desilusionado por aquella persona a la que admiras y quieres. Si te engaña cualquier persona te sentirás triste, pero si es el que consideras el mejor es devastador.
En varios de mis post he hablado de la intolerancia, del dolor que me produce en cualquier situación y aspecto de la vida, pero nunca había encontrado una mejor definición que está:
“¿Qué hace un intolerante cuando se encuentra con alguien que desafía sus opiniones? No cede. Se mantiene rígido. Ni siquiera intenta escuchar, tan solo contraataca”.
Todos cometemos errores, todos juzgamos y lanzamos opiniones desacertadas, todos en algún momento somos injustos con los que nos rodean, pero lo importante, como lo dice el doctor Finch, es que “siempre es fácil mirar atrás y ver lo que fuimos, ayer, hace diez años. Es muy difícil ver lo que somos ahora”. Y a esto se suma que “Prejuicio, una palabra sucia, y fe, una palabra limpia, tienen algo en común: ambas comienzan donde termina la razón”.
Al final no importa cuánto te desilusione el ser que quieres, al final si logras superar la intolerancia y escuchar sus razones podrás decir sin temor: “Estoy orgulloso de ti”.
Tengan paciencia, lleguen al final de ‘Ve y pon un centinela’ seguro van a disfrutar de algunas de las mejores páginas de la literatura y no se van a arrepentir.
@digonar