«¡Auxilio!, ¡me están siguiendo!» es una expresión que probablemente nos asusta y nos genera terror. Nadie, en la calle, quiere que lo sigan, que lo acosen, que le pregunten por su vida, ¿qué hace, dónde lo hace, con quién lo hace, a qué horas lo hace? Debido a que son rutinas personales que configuran nuestra privacidad y que no estamos dispuestos a entregarle a un desconocido en una acera, en una esquina, o en el parque mientras paseamos a nuestros hijos o mascotas. Pero, ¿por qué sÍ lo hacemos en internet? (…)
Las redes sociales han revolucionado el mundo de las personas a tal punto de poder afirmar que un porcentaje muy alto de la población mundial hoy posee un perfil en Instagram, Facebook, Twitter, TikTok o YouTube. Casi todos con información pública y personal de quiénes somos, qué hacemos, dónde vivimos, qué comemos, con quién nos relacionamos y en qué lugar nos encontramos, en ciertas horas determinadas. Sin embargo, todo este tipo de comportamientos hoy pasan a ser naturales a pesar de los riesgos que puedan representar en los seres humanos.
Aún así, el mundo de hoy nos ha obligado a incidir en plataformas digitales, tener una presencia en internet y generar dinero a partir de ello. ¿Pero cómo puede uno hacer dinero en internet sin hacer parte de una red de mercadeo?
Existen muchas maneras de obtener ingresos en la web, y este artículo en Periodismo de Blog solo es un abre bocas que hoy les traigo a fin de motivar a muchas personas a incidir en este mundo, que día a día devela un panorama más llamativo para todo tipo de público y emprendedor.
Henry Orozco – @SoyHenryOrozco
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De pequeño Miguel siempre tuvo claro que lo que más le gustaba hacer era ayudar a los demás; por eso, cuando su padre, un empleado aduanero de familia humilde, le llevaba juguetes que compraba al regreso a casa para hacer feliz a su hijo; Miguelito no los coleccionaba si no que los tiraba por el balcón, para que algunos pequeños qué llegaban al barrio en busca de comida no solo encontraran los restos de camarones y mariscos que botaba la cevichería del primer piso, sino que además pudiesen irse con una sonrisa y un juguete a recorrer las calles de Cali.
Vivíamos arriba de una cevichería, mi papá trabajaba en la zona aduanera y me traía juguetes, yo vivía en el segundo piso y les regalaba juguetes, porque yo sé que ellos los querían. Los niños iban a rebuscar en las sobras comida.”
Como en casi toda familia humilde y colombiana los anhelos de sus padres –los de Miguel- eran ver a su hijo graduado, profesional, y con un muy buen empleo en una muy buena empresa; es así como Miguel, muchos años después, llega a trabajar a la clínica Versalles, en Cali, como analista de información y auxiliar de estadística; temeroso a emprender y con la convicción de ahorrar los honorarios de su empleo para poder tener una casa propia algún día desplazándose a su lugar de trabajo en bus, hasta el día en que pudo conseguir una moto que le permitiera acortar distancias, en una ciudad que parece comerse el tiempo entre trayectos cotidianos. Sin embargo, al ser un hombre curioso e interesado por el mundo digital, Miguel logró ver una oportunidad en las redes sociales para crear un gran mercado de movilización de audiencias y poder ayudar a muchas marcas, empresas, emprendedores y personas que han depositado en él su confianza como estratega digital, basado en la premisa de que detrás de toda empresa o negocio lo que existen son personas comunes y corrientes como él, y que para emprender no se necesita más que ganas e inversión de tiempo para apropiar conocimientos.
“Desde que iniciamos el negocio hemos entregado más de 220.000.000 millones de pesos, a veces hacemos sorteos en dólares y se han entregado por lo menos a 500 personas”.
Todo empezó en Twitter, como un juego, en el que entre amigos y tuiteros decidieron empezarse a seguir entre ellos y recomendarse el uno al otro para ganar seguidores. Así, en un principio, lo que representaba una suma de egos y de poder proyectar un perfil llamativo en redes sociales, pasó a ser el negocio más codiciado por empresas de gran nombre, influenciadores de gran parte del mundo y gran parte del gremio de entretenimiento.
En un inicio, el tráfico de audiencias no superaba los 2.000 seguidores y una vez terminada la transacción entre amigos buscaban a nuevos tuiteros interesados en compartir sus comunidades. Lo que Miguel no sabía era qué en internet, o en el mundo, existen miles y millones de personas interesadas en contratar estos servicios y que pagan muy bien por ello.
Al principio, lograron implementar estrategias de Trending Topic –Tendencias digitales con hashtags-; o en palabras más humanas, hacer que la gente vea lo que se comparte en internet simplemente usando un concepto clave como etiqueta a ese contenido. El boom de las redes sociales se detonó en campañas con muchas personas hablando de lo mismo, posicionando marcas y nombres en internet y generando intereses en personas comunes en conocer quiénes eran estos perfiles que comandaban las redes sociales, en especial Twitter, una red social de opinión y crítica.
Con el paso de unos años -pocos-, entra la revolución digital con Instagram: la red social en la que casi todo el mundo comparte fotos y videos, cuenta su día a día, muestra a su pareja, su helado y el restaurante de lujo que visitó. Una forma interactiva que acreditó mucho más el adagio popular que reza qué: “Una imagen vale más que mil palabras”, haciendo que muchas personas, entre las que me incluyo, nos desplazáramos a esta nueva red social sin dejar de seguir generando opinión en Twitter, pero con la intención de lograr un mayor reconocimiento en Instagram con una marca personal o empresarial. Esto, para los creadores de contenido digital, los videógrafos y los fotógrafos; aunque también para un público más receptivo a lo visual.
Las tiendas pequeñas, los cachivaches, las ofertas tecnológicas y todo tipo de emprendimiento local se vieron obligados a crear un portafolio para exhibir sus productos y/o servicios en internet, mediante una cuenta de Instagram. Gracias a esto, Miguel Betancourt visionó el negocio de su vida a partir de poderle ayudar a muchas personas y empresas que inician en el mundo digital, encontrando la forma de hacer de su pasión algo rentable y con muy buenos resultados económicos.
“En mi naturaleza está regalar, siempre he regalado y es la oportunidad de hacer dinero con lo que me gusta, ayudando gente. Gano dinero, regalo dinero y ayudo a las personas que más lo necesitan”.
El tráfico de seguidores es un comportamiento habitual en redes sociales y consiste en desplazar audiencias a partir de campañas de recomendaciones en perfiles de gran alcance; gracias a que la internet ha permitido darle reconocimiento a muchas personas que nunca antes habían incidido en medios de comunicación y que no han tenido una trayectoria reconocida en medios convencionales como la radio, la televisión o la misma prensa que ustedes están leyendo acá.
Se desarrolla mediante campañas con sorteos, give aways y campañas con influenciadores y personajes públicos de gran nombre. Se contrata con ellos por medio de sus managers y se activan campañas que pueden ir entre los cinco mil, cien mil y millones de seguidores; todo a fin de combatir un algoritmo en Instagram que diariamente impide tener un mayor alcance a cuentas que apenas empiezan a incidir en el mercado digital.
Con esta situación mundial, la de pandemia, el mundo se volcó hacia la internet y las redes sociales; hoy en día casi todo en el mundo se obligó a tener una presencia digital y es ahí donde muchas empresas, marcas personales, cantantes, actores, influenciadores y emprendedores, en general, se empezaron a interesar más por estas estrategias digitales que les permiten un mayor alcance y respuesta de sus comunidades.
Miguel, o @Miguriss –como se hace llamar en Instagram-, sabe que el mundo le seguirá abriendo puertas porque el mercado es rentable y tiene un futuro prometedor en el tiempo; asimismo, él desea abrirle puertas a muchas personas más que hoy quieren incidir en este mercado digital porque reconoce que su mayor virtud es conectar audiencias con empresas, grandes o pequeñas, a fin de que estas puedan convertir luego estos seguidores en clientes, y que el fin último de todo emprendimiento debe ser ayudar a los demás.
“Siento que uno no debería tener tanto, sino lo suficiente. Y si tengo lo suficiente entonces puedo ayudar a los más necesitados”.