Truman Capote contaba con 23 años cuando salió en la portada de la prestigiosa revista Life. Un hecho insólito, pues para entonces el joven aún no publicaba su primer novela Otras voces, otros ámbitos, ni cosechaba los suficientes méritos para ser noticia de primera página.
Luego de ver la revista, los críticos dijeron que Capote era un trepador oportunista sin escrúpulo. Comentarios motivados por la envidia, pero también apuntaban en contra del romance que Capote tejía con Newton Arvin, uno de los críticos literarios más importantes de Estados Unidos en el siglo pasado. El clásico romance entre joven escritor y veterano editor. Newton Arvin fue el primer novio oficial que tuvo Capote.
Con esta foto Truman escandalizó al público. Fue la contraportada de la primera edición de Otras voces, otros ámbitos. «Parece decir con los ojos: ven por mí», dijo algún crítico. Y otro más escribió: «Capote se hizo famoso por la foto, no por lo que escribió». Era lo que buscaba Capote: publicidad. Lo cierto es que la foto es tan famosa, como la misma novela. Truman tenía 23 años.

Newton Arvin se doctoró en Harvard con la máxima calificación, escribió las más autorizadas biografías de Whitman y Melville, ganando con esta última el National Book Award de 1951, uno de los premios más prestigiosos en las letras norteamericanas y fue profesor en el Smith Collage en Massachusetts por 38 años. Newton Arvin fue un homosexual profundamente avergonzado. Camufló su condición contrayendo matrimonio con una alumna pero fue un fiasco y muy pronto se divorció e intentó suicidarse por lo menos tres veces. Harbin y Newton no se conocían aún.
En junio de 1946, Truman Capote no lograba dar término a Otras voces, otros ámbitos. Estaba desesperado. Su madre, una alcohólica empedernida, revolvía la casa en sus borracheras. Para concentrarse en la escritura y a la vez evitar las peleas con su madre, Capote dormía durante el día y escribía en las noches. En este difícil periodo productivo fue invitado a participar de un retiro en la colonia de Yaddo, un asentamiento campestre de artistas y escritores a cuarenta minutos de New York. En Yaddo, los participantes seguían una estricta rutina. En la mañana, y las primeras horas de la tarde, estaba prohibido salir de los cuartos y sólo hasta la hora de la cena, se permitía la vida social. Truman por fin tuvo el espacio y el tiempo para terminar su novela. En Yaddo conoció su primer amor: Newton Arvin.
Sometiéndose al horario de la colonia, Truman escribió como un poseso. Pero durante las horas de ocio, se convertía en el centro de atención. ―En la película Truman Capote (2005), del director Benet Miller, se puede apreciar el desparpajo en las bromas que gastaba―. En Yaddo fue el promotor del recreo: bromeando, inventado juegos y apuestas, y haciendo lo que más le gustaba: llevar y traer chismes.
En la tranquilidad de la colonia, Newton Arvin quedó seducido por su encanto. Truman tenía 22 años y Newton 46. Gerald Clarke, el más documentado biógrafo de Capote, cita la carta donde Newton Arvin le comenta a un amigo las sensaciones de la primera vez que hizo el amor con Truman: «No puedo reprimir el deseo de decirte -escribió Newton- y decírtelo solo a ti, cuan mágicamente los poderes de la naturaleza se concitaron para propiciar esa Cosa, ese médium, que no cabe esperar más que una o dos veces a lo largo de toda mi vida». Y a su vez, Clarke cita a Capote: «Newton era una persona encantadora, era como un prisma al que uno podía estar dándole vueltas en cualquier sentido sin que dejase de aparecer los más hermosos colores».
Como Newton Harbin no había leído ninguno de los relatos de Truman, enseguida se aplicó. Leyó ‘Un árbol de noche’, ‘Miriam’ y ‘La jarra de plata’, cuentos con los que Capote había ganado fama en el circuito intelectual neoyorkino. Newton Arvin le escribió: «Te respeto enormemente por escribirlos. Son estupendos, aterradores, y puros y tiernos».
Al finalizar el mes de julio, Truman tuvo que dejar la colonia y volver a los tormentos de su casa para escribir un encargo de la revista Harper´s Bazaar. En adelante siguió el romance.
Para Newton, que había tenido otros romances con hombres más jóvenes, ninguno le había afectado tanto como Truman, quien le hacía sentirse más joven. Y para Truman, el amor de Newton fue el cincel que terminó de pulir su arte. Newton Arvin, que lo había leído todo, era el mejor guía. En vista que Capote no asistió a ninguna universidad, su suerte lo había llevado hacia la persona que más podía ayudarle en el momento que más lo necesitaba.

Cuando Capote contaba con 23 años fue considerado por los críticos como un trepador y oportunista sin escrúpulos. En la foto, Truman Capote en su estudio, en Yaddo.

Por otro lado, Newton sentía un gran complejo de culpabilidad por ser homosexual y se sentía incómodo con Truman delante de la gente. Sin embargo, Truman le pedía que fuera más abierto y no perdía oportunidad para actuar con malicia y cada que podía le cogía la mano. Finalmente, Newton decidió quitarse el disfraz, por lo menos con unos cuantos amigos y presentó a su joven amante a varios notables del estamento literario. Por entonces Truman escribió: «Creo que para aquella gente yo debía de parecer algo así como un Lolito».

 

A lo largo de su romance, Truman asistió a las clases de Arvin, se sentaba en las últimas filas, y comenzó a leer a Proust y a los clásicos americanos del siglo XIX. A Newton le enorgullecía ser su profesor y, lejos de sentirse utilizado, ansiaba transmitir tantos conocimientos como podía. Truman reconocía: «Newton es mi Harvard».

 

Truman Capote terminó de escribir Otras voces, otros ámbitos con la ayuda de su novio Newton Arvin. Cuando la prestigiosa editorial Random House la publicó Truman tenía 23 años y el éxito de la novela fue rotundo.

 

No es gratuito que su primer libro fuera dedicado: A Newton Arvin.