Los cronistas de hoy encontraron la manera de hacer arte, simplemente contando en primera persona las realidades en las que se sumergen sin la urgencia de producir noticias. La premisa de periodismo narrativo es: si puedo vivirlo, ¿para qué quiero que me lo cuenten otros? La vivencia otorga autoridad.
El periodismo de casco y botas, de cifras y entrevistas frías, solo sirve para enterarse pero no para entender. Jorge Luis Borges dijo una vez que Ernest Hemingway se había suicidado cuando descubrió que era muy mal escritor. Y él mismo dijo que el periodismo acanalla la prosa”. También opinó que publicar periódicos es un acto irresponsable. Vamos con toda contra el periodismo. Cuando José Ortega y Gasset la emprendió contra Azorín, su ofensa principal fue esta: “pobre Azorín: es posible que en el fondo no sea más que un periodista». Baudelaire se preguntó cómo era posible que una mano decente tocara un periódico, sin estremecerse de disgusto. Hemingway opinó que el periodismo es útil para un escritor, siempre y cuando lo abandone a tiempo. Oscar Wilde dijo que la diferencia entre el periodismo y la literatura es que la literatura no se lee y el periodismo es ilegible. Ernesto Sábato afirmó que la prosa periodística parece escrita deliberadamente para el olvido.
Hay que descubrir que con el periodismo se engaña con la verdad, que es la peor forma de engañar. Se puede ser un reportero seco, objetivo, imparcial, sintético y, encima de todo, embustero. Y se puede ser el más literario, el más imaginativo, el más impresionista escritor y, además, ser fiel a la verdad de los hechos y de las descripciones y de los diálogos.
Para ser cronista hay que violar todas las reglas del periodismo tradicional, saltar la frontera y regresar cargado de sustancias ilícitas, romper la reja de los editores. Intoxicar todo lo que te rodea –el género, la vida–, en pos de una narración auténtica. Intoxicarlo para regresar con una historia de primera mano, con olor, con color, con un sentido, con una revelación. El cronista requiere no tener demasiada noción del peligro. El remedio contra el aburrimiento que la crónica latinoamericana ha aplicado, con éxito, es la búsqueda de lo inesperado, de lo excepcional, de lo sorprendente.
Despidamos esta nota titulada Contra el periodismo con una cita de José Alejandro Castaño: “Los libros suelen ser el mejor antídoto contra la pedagogía establecida».
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