Esto fue lo que me preguntó una chica en una de las visitas a un grupo de décimo grado. ¿Por qué escribir crónica en el bachillerato? ¿Eso sirve de algo?

Y esto le contesté: Porque es uno de los más efectivos y fáciles géneros literarios para incentivar la escritura. Contar historias reales con herramientas de la literatura. Así es el periodismo narrativo, es decir, la crónica.

En los talleres de escritura para los chicos del colegio, cuando se enfrentan a la página en blanco, el consejo es el siguiente: Observa tu cuarto y la cama, el color de la sábana y la disposición de las cosas. Piensa por qué están allí tus afiches, tus libros y juegos. Estas cosas definen tu personalidad. Ellas son una pista de lo que eres. Y de lo que sueñas llegar a ser. Esto te hará consciente de tu estilo. ¿Y quién no quiere tener un estilo propio?  Esto te ayudará a guiar tu búsqueda. A saber cuánto vales y a dónde puedes llegar.

 

Por otro lado, para escribir una buena crónica podrías describir a tu papá y su manía por apagar los bombillos de los sitios de la casa que no están ocupados por la noche. También funciona si describes la cara de tu mamá cuando te ve bailando reguetón. Podrías contar por qué te fastidia tanto tu hermano o por qué tu hermana es una alcahueta. Y las diferencias entre ustedes cuando se trata de gustos musicales, o de cine y comidas. Otro tema que nunca falla es escribir sobre el tío medio loco de la familia o sobre la tía solterona, que se toma los tragos y es la payasa de la familia.
Lo mismo ocurre en el cole. Para escribir sobre el salón de clase, una buena idea es recordar la chica que te gusta, el chico que te cae mal, la mejor profesora. Otra buena opción es enumerar lo que te gusta: por ejemplo cuando pierdes clase. Y lo que no te gusta: por ejemplo cuando dejan cerros de tareas para el finde. Podrías escribir sobre el hambre aterradora antes del descanso. Y lo bien que te comes el cruasán con Cocacola. Y hablando de comida podrías contar cómo te gustan las deliciosas hamburguesas de McDonalds, o por el contrario lo terribles que te parecen las hamburguesas de McDonalds. La crónica es escribir tu realidad. Además podrías postear tus textos en el FB y recibir muchos likes de los chicos que piensan como tú.


Podrías escribir sobre lo que te sucedió en las últimas vacaciones, lo linda que te pareció Cartagena o Santa Marta, y lo vertiginoso que te pareció ese paseo en gusano acuático. Lo gracioso que fue salir a piscina con los primos. Podrías contar lo que te gusta de los video juegos, cuáles te gustan, cuáles no, y por qué. Podrías contar cómo fue tu primer beso. O como te gustaría que fuera, con quien y en dónde. Muchos se identificarían con lo que piensan y escribes.

De manera que eso de “solo basta mirar alrededor” se transforma en una gran tarea. Es sencilla, pero vital, porque te haces consciente de lo que tienes y de lo que careces. Con estos ejercicios primero se observa, se vive, se reflexiona y luego se escribe y en la medida que se escribe se hace conciencia, se mejora la educación, el pensamiento crítico, la imaginación y la sensibilidad. Pero sobre todo, te diviertes, porque eso es vital. Si no hay diversión entonces no hay pasión.


Alguien ya dijo que los talleres de escritura deberían llamarse “talleres de conciencia”, pero no los llaman así, porque no quieren sonar a manuales de crecimiento personal. En el fondo, un taller de escritura lo es. Y lo es porque luego de permanecer sumergidos en la lectura, o la escritura, luego de quedar atrapados por un texto y volver a levantar la mirada a la vida cotidiana, ya no somos los mismos, volvemos al mundo de otra manera. Sea, como fuere, peores o mejores, pero de otra manera. No seremos los mismos luego de leer o escribir.

Escribir no es solamente poner letras en un papel, ni leer es solamente pasar los ojos por los párrafos. Escribir es dejar testimonio, como sucede cuando se escribe la historia: con decisiones, con hechos. Y leer es estar concentrado, como sucede cuando se lee la vida. Cuando se leen los ojos ajenos, cuando se lee el amor, la alegría o la esperanza.

Por eso los colegios, así como hay planes lectores, deberían complementarse con planes de escritura.

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