«Los hombres son como pendejos, como piratas o primates, así de básicos. Claro que otras veces, Miguel es muy especial. Es verdad, los hombres oscilan entre la lucidez y la bobada.»

Situaciones de presión en la vida de pareja. Cuento.

LO QUE PASA CON MIGUEL

Lo que pasa con Miguel es que hay veces que me entra desconfianza. Miguel trabaja en una oficina de arquitectos en un prestigioso y florido sector de la ciudad. Las compañeras de Miguel, entre ellas Yolanda, o mejor, todas, son hermosas. Arquitectas delgadas y diseñadoras con unas pintas lindísimas, siempre en tacones y faldas, menos los viernes cuando van de jeans y zapaticos de puntas afiladas y tacón bajo.

Miguel ha estado llegando un tris más tarde a la casa los jueves y los viernes. Se lo comenté a mi amiga LinaEme, ella que lo sabe todo de mí. Al principio, me decía que fresca, que no pasaba nada, que era paranoia mía, que dejara la película. Me dijo que Miguel era un caballero, un hombre muy serio, maduro, un hombre que sabe lo que quiere, así me dijo, “un hombre que sabe lo que quiere no está por ahí, perdiendo el tiempo con chicas de la calle”. Le tomé el consejo y me relajé. Fue como magia. Uno deja de esperar las cosas, y el universo conspira para que ellas lleguen. Tan linda LinaEme, cómo me ayuda en todo.

Entonces, por estos días Miguel ha estado llegando temprano los jueves y viernes.

Así LinaEme dijera lo que dijera yo pensaba que Miguel me estaba ocultando algo, es que los hombres son como pendejos, como piratas o primates, así de básicos. Claro que otras veces, Miguel es muy especial. Es verdad, los hombres oscilan entre la lucidez y la bobada.

La otra vez, LinaEme, me preguntó si tenía pista de la chica con la que estaba saliendo Miguel. Esa pregunta me pareció indiscreta, porque hasta entonces solo era una sospecha y según ella, Miguel era muy maduro. Pero para intentar aclararme, y además porque LinaEme es mi mejor amiga desde la época del colegio, le dije que estaba dudando de Yolanda, una chica auxiliar de la oficina que muere por él. Yo sé que ella está enamorada, porque una vez que fui a recogerlo a la oficina, entré hasta la recepción y ambos estaban hablando y no me vieron. Estaban de pie y mirándose de frente, ella vestida con faldita blanca de bolas rojas y tacones altos rojitos, como las bolas de la falda, muy linda, muy chic, muy organizadita y Miguel, en jean y corbata, un tris más alto que ella y hablaban, Miguel con la cara de jefe, ¿pero ella? ella tenía los ojos brillantes, no le sonreía, pero esa mirada era esa mirada, vos sabés, no tengo duda, ella se muere por mi esposo. Entonces LinaEme dijo: No seas boba, esa no es prueba de nada. Ay, mi querida, le dije yo, esa es, la tal Yolanda se está quedando con mi marido. Y las dos nos miramos como preocupadas.

Ayer, cuando Miguel llegó a la casa, y comiendo juntos, casi le pregunto, casi, casi, le pregunto, pero me contuve. A la hora de acostarnos, me desvelé pensando en que Miguel salía con esa niña Yolanda tan linda. Pero vea, hoy viernes, ocho de la noche, y no ha llegado, ni me contesta el celular. Entonces llamé a LinaEme, y tampoco me contestó en la primera llamada, esperé un ratico y volví a llamarla, porque a ella muchas veces el teléfono celular se le va a una parte del bolso donde no lo puede escuchar cuando le timbra. A la segunda vez me contestó con la voz rara, como entre ahogada, como si acabara de subir por unas escalas, y me dijo que estaba comiendo con un amigo. ¿Comiendo y con esa voz? Pensé. Y yo con ganas de contarle todo, pero mejor no la molesté y colgamos.

Espere y verá que apenas llegue Miguel, le voy a decir que renuncie a ese trabajo. No quiero por nada del mundo que siga viendo todos los días a la tal Yolanda, tan linda, la mosquita muerta, pero tan roba maridos.

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