Por: RICARDO CARVAJAL V.
Fueron varios los elementos que me llamaron la atención al leer esta novela que me atrapó desde el primer momento y me llevó hasta el fin sin dejarme caer en el hastío que ocurre con otras en algunos de sus pasajes. Tal vez el lenguaje ágil, directo y crudo usado en frases cortas, carentes de adjetivos y separadas por puntos seguidos, tan propio del REALISMO SUCIO, logra un efecto en el lector que, no obstante recibir esas frases como si vinieran disparadas en ráfagas, debe detenerse por segundos a pensar después de cada punto.
Por otro lado, la estructura de la novela en la que se desarrollan temas paralelos (relación con Juliana y estadía en el ejército) en capítulos cortos y mezclados hábilmente, logran que el lector no pierda el interés por volver sobre los temas que parecen quedar en suspenso.
Escribir sobre el ejército desde su interior es un privilegio que tuvo el autor y que todos los que prestan el servicio militar tienen, sin embargo, pocos se atreven a desnudar lo que ocurre en ese pequeño mundo porque “lo que ocurre en el ejército, allí se queda”, como podríamos decir parodiando la frase sobre las visitas a “Las Vegas”.
Aunque pasaron casi quince años para que se publicara la novela, el autor logra narrar con la voz del joven de diecisiete, honesta y a la vez desparpajada, sarcástica y por momentos triste, la vida de un verdadero antihéroe que de un momento a otro siente que su vida se transforma de manera radical a manos de una institución que él, al igual que la mayoría, miraban hasta entonces por lo menos con respeto.
En la época precisa en que sus hormonas le brotan por los poros y que lo único que desea es estar todo el tiempo en brazos de una mujer, Julian Cartagena es arrancado de los brazos de Juliana para someterlo al trato más inhumano que podría imaginarse y a manos de unos hombres que al mismo tiempo parecen vengarse de lo que meses antes les habían hecho otros más antiguos a ellos en una cadena de mando donde cada soldado se convierte al mismo tiempo en víctima del superior y victimario del inferior. La masturbación que en promedio alcanza las 9 veces semanales y la lectura desaforada de pornografía, resultan ser el desfogue lógico de unos jóvenes que debían estar comenzando una vida sexual pero que el ejército quiere a toda costa castrar contra natura para mostrarte que te pueden controlar totalmente.
Otro de los síntomas de la adolescencia que es el rebelarse contra toda forma de autoridad, para buscar la libertad y terminar de forjar la personalidad, es controlado por una institución que te corta las alas desde el mismo momento en que junto a otros 400 reclutas te pela la cabeza para mostrarte que allí todos son iguales pero al mismo tiempo no son nadie, porque en el ejército “no se ve, no se escucha, no se cavila, no se piensa”. ”Los reclutas son una basura, no sirven pa´un culo” y todo porque no saben un himno o una oración a la virgen. Este es el rasero utilizado para decirles que hagan de cuenta que acaban de nacer y es ahí donde los van a formar de verdad. Solo que para poder soportar se necesita una buena dosis de resignación y masoquismo, pues aunque muchos entran a la institución con el ánimo de hacer carrera militar para definir su situación laboral, muchos son los que buscan en la institución la escuela para perfeccionar su ya comenzada carrera delincuencial, así como otros que sólo buscan vivir una experiencia sin imaginar que pueda resultar como un doloroso tatuaje en su vida.
Y es que levantar un joven de diecisiete años en la madrugada para hacerlo trotar desnudo y enjabonado en una cancha donde el frío congela los testículos, doblega tu voluntad, te lleva hasta el fondo y va carcomiendo tu mente al punto que ya no te crees merecedor de las mínimas consideraciones, solo porque alguien cometió alguna mínima falla. Y En ese fondo, sin pensarlo, comienzas a valorar cosas tan elementales como defecar solo, bañarte o comer un buen plato casero. Y es que el sufrimiento excesivo te lleva al agradecimiento de las cosas sencillas que en la libertad del hogar pasas por alto.
El narrador sin caer en la adjetivación innecesaria y remitiéndose a los hechos, te va mostrando la forma en que la institución de va engullendo y en 12 meses te vomita transformado en un ser completamente distinto y enajenado. Cánticos como “.. sube sube guerrillero, en la cima yo te espero, de tu carne comeremos, de tu sangre beberemos, a tu madre mataremos y a tu hermana violaremos” muestran la forma en que te van lavando el cerebro y aunque no todos son tan “ lavables”, este sólo hecho explica, aunque no justifica, las 120 investigaciones que cursan actualmente por violaciones y abusos a la población civil por parte de miembros del ejército, siendo la de la niña Embera a manos de 7 soldados la más reciente y cruel.
Buen recurso además el que emplea el autor para describir la ciudad de contrastes en la cual al mismo tiempo se usan cintas amarillas para cerrar las calles y hacer marranadas que para recoger los muertos dejados por una violencia que se desborda a los ojos de los impotentes soldados que en su torpeza e inexperiencia terminan burlados por los criminales.
El traslado para una base en el centro de la ciudad, permite al narrador a partir de hechos, por momentos jocosos e hilarantes, adentrarnos en los oscuros laberintos del bajo mundo medellinense, donde conviven el travestismo con el microtráfico, la prostitución, el proxenetismo la extorsión y toda clase de vicios y delitos que terminan por corromper algunos miembros de la institución que al salir no serán mejores ciudadanos, sino que por el contrario engrosarán las filas de la delincuencia que nos carcome.
Aunque la novela se desarrolla en Medellín, el autor al describir el paso por el ejército y por la adolescencia en una forma tan cruda y objetiva, logra imprimir al relato, credibilidad y al mismo tiempo universalidad, puesto que las situaciones plasmadas perfectamente identifican a cualquier lector que conozca mínimamente la formación militar.
En Colombia se están cuestionando en estos momentos los métodos usados en la formación de los soldados y desde la vicepresidencia se propone la incorporación de las mujeres al servicio militar obligatorio, al tiempo que otros proponen la voluntariedad del servicio militar. La lectura de la novela que ANDRÉS DELGADO nos ofreció desde 2011, adquiere más vigencia que nunca en estos momentos, ya que da muchas luces que explican los fenómenos ocurridos en la mente de los soldados durante su paso por el ejército.
Otras notas sobre la novela Sabotaje en http://moleskin32.blogspot.com/