Preguntaba ayer en Facebook una amiga periodista súperquerida, ya fastidiada con el asunto, cuál es el cuento del ritmo al escribir, puesto que había editado un texto y a quienes le encomendaron esta labor les parecía “sin ritmo”.

Al cabo de muchas bromas en los comentarios (que si lo quería en rap o al estilo de Rafael Pombo o en repentismo llanero), el colega Carlos Uribe dijo un par de cosas atinadas y, por el interno se me ocurrió contarle un par ideas que tengo sobre el tema.

Se resumirían en que, sin necesidad de hacer rimas ni consonancias al estilo de la poesía novecentista, es posible darle ritmo a nuestra prosa teniendo en cuenta la alternancia no esquemática de frases largas con cortas, párrafos largos con unos muy cortos, y sobre todo observando que el uso armónico y dosificado de palabras agudas, graves, esdrújulas y sobreesdrújulas, de modo deliberado y sin sobrepasarse, se consiguen resultados que generan esa sensación de oleaje, de vaivén, que nos hace sentir el gusto por la escritura de un creador en prosa.

Por último, le mencioné como ejemplo ese famoso comienzo de Cien años de soledad, de García Márquez y algunos libros de la Biblia, como el ‘Eclesiastés’ o ‘El Predicador’, en la traducción de Casiodoro Reina y Cipriano de Valera, que popularmente se conoce como ‘la Reina Valera’. Para la muestra este botón, que a mi modo de ver no tiene par en ninguna de las traducciones posteriores, quizás más apegadas al original pero nunca tan llenas de poesía:

Eclesiastés 3 – Reina Valera 1960
Todo tiene su tiempo
1. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
2. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
3. tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
4. tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
5. tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
6. tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
7. tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
8. tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
9. ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?
10. Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.
11. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
12. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;
13. y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.
14. He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.
15. Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.
Injusticias de la vida
16. Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad.
17. Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.