Era noche de tragos, noche de manes, borrachos, bárbaros, gamines, guaches y burdos. Noche de machos alfa, de los que mandan en su casa, los que siempre tienen la razón y los que la tienen clara a la hora de la parranda… Cuando sus mujeres los dejan libres.

Llevábamos planeando este encuentro por meses, para celebrar como en los viejos tiempos donde la fiesta duraba tres días y salía plata de donde no había con tal de que no nos agarrara el guayabo. Queríamos celebrar con toda, sin viejas porque “joden mucho y no nos dejan beber tranquilos”.

No nos fijamos en pendejadas como en la comida, “ahí pedimos algo”, la idea era que cada uno se apareciera con actitud parrandera y dos botellas de trago, de lo que sea. Yo llevaba una botella porque a mi pareja le pareció una exageración llevar dos botellas, y pues yo le hice caso, y cuando estábamos a punto de pagar, ella me dijo que llevara unas papas “para picar”.

En el carro, (ella manejando porque me iba a llevar a la fiesta) me dio las advertencias necesarias, Pineda, no tomes mucho que mañana te vas a morir del guayabo, no mezcles, come, me estás llamando o escribiendo que yo estoy pendiente de ti, pides un Uber y me avisas cuando llegues. Llegamos a la fiesta –dame un beso, me dijo, y pásala rico–. Me bajé del carro y me dispuse a entrar a la fiesta con toda la actitud parrandera.

Pero al llegar… mis amigos estaban cerveza en mano, conversando, sentados en la sala rodeados de paquetes de mercado que porque el plan era preparar algo y tomar suave, nadie cumplió su cuota de dos botellas, de hecho, solo llevamos dos botellas entre todos, una caja de 12 cervezas y los ingredientes para preparar una carne al vino que al dueño de casa “se le ocurrió” influenciado por su mujer.

Pues así fue el plan, unos se pusieron a cocinar, otros a conversar, destapamos una botella de whisky, no todos tomaron, cenamos, conversamos de todo un poco, nos dio sueño y todos se comenzaron a despedir; a uno de mis amigos lo recogió la novia y pues me llevaron a mi casa. Llegué a la 1 a.m. y esa había sido la parranda de los “machos alfa” FIN.

Para escribir esta historia tuve que remontarme a este recuerdo para tratar de que los hombres y las mujeres que lean esto tengan una luz de cómo veo yo la cosa.

¡Las mujeres mandan! Se tomaron el mundo en un parpadeo, lo cual me hace muy feliz y orgulloso de ellas, han crecido tanto que ahora mandan en todos los ámbitos, son pilotos de aviones militares, presidentas de muchos países, científicas increíbles, deportistas espectaculares, médicas maravillosas y muchas otras cosas más que me tomaría años expresar.

Hablan de cualquier deporte con propiedad, saben de fútbol más que cualquier hombre y juegan mejor que muchos de nosotros; no se me haría raro que en poco tiempo sean directoras técnicas de algún equipo poderoso o quizás muchas sean narradoras que con sus gritos de gol logren emocionar a todo un país.

Invitan a salir con todos los gastos pagos, lo recogen a uno y lo vuelven a dejar en la casa, no les importa ser conductoras elegidas, pagan el motel, envían flores, lo piden con confianza y nos hacen llorar.

Invitan a salir con todos los gastos pagos, lo recogen a uno y lo vuelven a dejar en la casa, no les importa ser conductoras elegidas, pagan el motel, envían flores, lo piden con confianza y nos hacen llorar.

Algunas cascan, atracan taxistas, lo drogan a uno para robarlo, lo emborrachan para hacerle “la del pisco”, dirigen redes de microtráfico, son asesinas en serie, sicarias, pandilleras, criminales dignas de circular roja de Interpol, políticas orates, brujas desquiciadas y senadoras gritonas.

Y faltan muchas cosas más que ya se los dejo a su imaginación y experiencia… Pero algo no ha cambiado tanto, siguen siendo mamás, esposas, amigas, novias y tías dedicadas y amorosas; siguen siendo apoyo y sustento para las familias sin importar cuán duro la vida las golpee mientras que nosotros los hombres, que hacemos todas esas cosas porque así fue toda la vida, las miramos admirados mientras cabalgan valientes con sus espadas hacia nosotros que pasamos a ser las princesas del castillo.