Un hombre se subió a un avión llorando, la vida le había dado un revolcón y lo había perdido todo. Subía a ese avión derrotado después de luchar por 20 años tratando de cumplir sus sueños, sueños que no iban más lejos de vivir tranquilo, sin deberle nada a nadie; pero hoy, le debía todo a todos. Regresaba a su país a comenzar de ceros, de la nada, y aunque fue una dura cuesta, hoy por hoy, de lo único que se arrepiente es de haber subido a ese avión… Llorando.

Hoy, ese hombre se sube a un avión de nuevo, sonriente, acompañado por su familia y dispuesto a cumplir un sueño. Ir de vacaciones. Ya no le debe nada a nadie… La vida le hizo dar un giro que al principio se sintió como un retroceso, pero que en la práctica fue un avance.

La vida le hizo dar un giro que al principio se sintió como un retroceso, pero que en la práctica fue un avance.

Es difícil de entender, pero la vida es tan corta que hay que vivirla despacio, beber cada sorbo saboreando plenamente y haciendo mala cara cuando los sabores son amargos, porque no se puede estar feliz siempre, tenemos derecho a expresar disgusto, repudio y mala jeta, eso también hace parte de la vida, eso también nos hace felices.

Una mujer camina por la calle en la noche, lleva su cartera apretada en su brazo mostrando inseguridad, llora y se pregunta qué va a hacer ahora. Ha perdido su trabajo por causas que le parecen injustas y se ha quedado sin nada, y con dos hijos pequeños que la esperan en casa, ha caminado sin rumbo por horas como quien camina con los ojos cerrados directamente a un abismo. Se mantuvo así por muchos días, cerrándose las puertas ella misma con ideas equivocadas mientras miraba al suelo sin querer ver el nuevo camino que la vida le estaba mostrando.

Una mañana, mientras daba desayuno a sus hijos antes de ir al colegio miró por la ventana y entendió que aún estaba viva, que aún tenía fuerzas y que aún había esperanza. Desde ese día, la vida comenzó de nuevo para ella, dejó de mirar al suelo y levantó la mirada para ir directo al abismo pero esta vez, con los ojos bien abiertos… ¡Y se lanzó!

Tres años después, esa mujer que un día caminaba sin esperanza por las calles de la ciudad, estaba firmando un contrato millonario con un proveedor internacional. Fue duro lanzarse, pero infinitamente gratificante.

El miedo es lo que nos impide salir de la zona de confort, lo que nos impide lanzarnos por el abismo porque siempre estamos pensando en caer, no en volar.

La vida es tan corta que hay que vivirla despacio, beber cada sorbo saboreando plenamente y haciendo mala cara cuando los sabores son amargos

Nos complicamos y cerramos los ojos ante la vida por no correr el riesgo de caer, por ir a lo seguro, por no comprometer lo que tanto nos ha costado… ¡Pura mierda! Hay que mandarse de jeta a vivir la vida, hay que dar el paso que se necesita para salir de nuestra zona cómoda y ponerse metas grandes, y sueños enormes que después de salir de ella, dejarán de ser sueños y comenzarán a materializarse en realidades ante sus propios ojos.

Y no dejes que nadie te diga lo contrario, salir y volar siempre valdrá la pena, y es el camino directo a la felicidad verdadera. Pero cuesta, y no precisamente dinero, cuesta noches de trabajo duro, cuesta lágrimas, desilusiones, momentos tristes y muchas cosas más. Pero si caminas firme y sin perder el rumbo, siempre debes recordar que cuando estás más cansado es cuando la meta está más cerca.

Una pareja de amigos, cansados del estrés que les generaba el trabajo y de los abusos de un jefe injusto y grosero, decidieron renunciar, subirse en sus motos y emprender un viaje hasta el sur del continente, y así lo hicieron… Lo que han visto y vivido no hay dinero ni trabajo que lo supere. ¡Están volando!

Para volar, solo hay que lanzarse… Es simple, lo difícil es reunir las agallas para hacerlo.

¡Los invito a volar!

Gracias por leer.