Las redes sociales se prestan para todo, para informarnos con verdades o mentiras, para hacernos creer enormes pendejadas, para evitar que miremos de frente al mundo por estar pegados a una pantalla, para burlarnos del prójimo y compartir sus desgracias como el mejor de los chistes, para hacer negocios, buscar trabajo y para encontrar el amor…
Sí, el amor. Quién lo creyera, hace tan solo unos años las personas en su constante búsqueda de aquel o aquella que le caliente los pies fríos por el resto de la vida se desarrollaba de forma diferente, había que entablar una presentación oficial que llevara a una relación amistosa y que diera frutos amorosos para pensar en el futuro juntos. Un proceso de conquista, de cortejo, la danza del amor.
Sin embargo este proceso se tardaba mucho y aunque en esas épocas la vida era más lenta, uno aguantaba pacientemente y con buenas prácticas como quien cuida un tesoro por la prueba de amor, que era en definitiva, la que finiquitaba esa danza majestuosa y carísima (porque el hombre pagaba todo) en una nueva pareja ante la sociedad y en la mayoría de los casos ante Dios mismo.
Pero el mundo de un momento a otro salió disparado como «Pepa e’ guama» y en ese proceso veloz descuadró esos estándares para convertir todo en un salpicón de información que se llevó por delante con sus alcances nuestras creencias, la forma de ver la vida, la sabiduría hasta entonces infinita de la enciclopedia Encarta y por supuesto, la forma de encontrar el amor.
Habían llegado las redes sociales y eso nos dejó locos a todos los que venimos de generaciones antepasadas.
Ahora las cosas funcionan muy diferente, el amor puede estar escondido en un hermoso «mensaje privado» que saluda cordialmente cada día con un «hola» escueto y sin voz pero que alegra la vida putamente.
La «danza» del amor otrora luchada y estratégica se convirtió en un botón que decora con corazones los mensajes de esa persona que nos gusta, y todos sabemos lo sabroso que es recibir un corazón colorido después de escribir un mensaje.
El amor puede estar escondido en un hermoso «mensaje privado» que saluda cordialmente cada día con un «hola»
Ese revolcón digital del mundo también nos «acercó» a las personas, rompiendo fronteras y regalándonos la posibilidad de entablar relaciones internacionales que aún con miles de kilómetros de distancia encima, se dan la «pruebita de amor» sin tocarse un pelo más que con la mirada, o con las letras, que excitan el cuerpo a través de la imaginación.
Y los seres humanos en nuestra constante evolución, nos acostumbramos a ello haciéndolo parte de nuestro día a día.
De ese modo hoy por hoy basta un mensaje para saber qué intenciones se tienen. El mundo digital se convirtió en la puerta al mundo real, nos enamoramos primero de las letras, después de fotos trucadas con magia que embellece, y si esas pruebas son superadas, abrimos las puertas a la realidad para tocar y sentir.
Y en ese proceso sencillo, sin mucho cortejo más que no dejar en visto y estar pendiente, se han formado parejas que han decidido ante Dios acompañarse por el resto de sus días, y son muchas, muchísimas.
El mundo digital se convirtió en la puerta al mundo real, nos enamoramos primero de las letras.
Esto solo nos dice que las relaciones que comienzan a punta de dedo, pueden ser muy efectivas y sinceras; y que aunque las distancias y los pensamientos sean diferentes, hemos aprendido a aceptarnos y a valorar más al amor por lo que escribimos dejando casi en un segundo plano cómo nos vemos.
Porque aunque tengamos la mirada baja sobre la pantalla de un celular, estamos esperando un mensaje que nos haga sonreírle al mundo y al mismo tiempo nos evite irnos de jeta en una fuente.
Necesitamos amor verdadero para que cambie esto, y con tal de conseguirlo creo firmemente que en ese caso, el fin justifica todos los medios.
Feliz semana
Gracias por leer
Pineda.