La verdad no sé cómo comenzar este texto, es una de esas cosas difíciles de contar debido a que tengo que recordar un momento de mi vida que de verdad trato de olvidar aunque sé que nunca podré hacerlo.

Verán, Camila y yo salíamos, pero nuestros planes eran los mismos de siempre, salir a tomar hasta emborracharnos, ir a cine o hablar en un parque de Bosque Izquierdo, barrio donde vivía en el centro de Bogotá.

Ella era la «rara» del salón, era bonita pero tenía comportamientos muy extraños, no hablaba mucho y tampoco se defendía ante los insultos crueles disfrazados de «broma» de los compañeros quienes le decían: «La loca».

Sin embargo, conmigo era diferente; me gustaba estar con ella, y aunque sus actitudes también me parecían rarísimas, como no dejarme entrar a su casa y darse la bendición antes de entrar, ella me atraía.

Tengo que decirles algo primero, yo creo en las energías de la gente y puedo sentirlas, sé cuando no puedo confiar en una persona y en algunos casos puedo «leer» las intenciones negativas o positivas; y con Camila sentía una sensación de tristeza, unas ganas incontrolables de protegerla. A ella algo muy malo le pasaba.

Hasta que un día nos dejaron un trabajo en pareja y nos hicimos juntos, había que presentarlo escrito en computador y en mi casa no tenía, en esa época no todos teníamos computadora y no nos hacía falta. Sin embargo ella sí y por esa razón fuimos a su casa.

Ahí comenzó la pesadilla…

Al llegar a la puerta ella me pidió con seriedad que no tocara nada y que no preguntara cosas, me pidió que me diera la bendición antes de entrar y debía irme de la casa antes de las 7 aunque no hubiésemos terminado, de hecho ella se comprometió a terminarlo sola.

Cuando entré… Quedé sorprendido. La casa era muy elegante, decorada por diseñador y había salido en un par de revistas, era moderna, llena de decoración moderna y fina, tres salas, jardín interior con una fuente espectacular en el centro al aire libre bordeada por ventanales que permitían el paso de la luz desde todos los ángulos. Una casa de ensueño.

La habitación de Camila era espectacular, tenía un balcón con vista al centro de la ciudad y además estaba rodeado de árboles y vegetación.

Pero había algo que me llamaba la atención, había una especie de platos con lo que parecía ser cal o sal en todas las puertas y todas tenían una «equis» marcada como con los dedos. Yo no pregunté nada y nos dispusimos a hacer el trabajo.

El tema es que nos metimos tanto en la tarea que se nos pasaron las horas y sin saber y de la nada eran las 8 p.m.
Caímos en cuenta cuando oímos la puerta, nunca olvidaré la cara de Camila, estaba aterrada.

Lo primero que me dijo fue que no saliera del cuarto, que me quedara callado y que oyera lo que oyera no saliera ni reaccionara. Me lo hizo jurar ante Dios.

Después de eso salió del cuarto, yo me senté en el computador y me quedé ahí, tenso, me comencé a sentir muy preocupado y todo estaba en silencio, de repente, tocaron la puerta y entró un hombre, era un padre italiano, amable pero se veía preocupado; lo primero que hizo fue preguntarme si había hecho la primera comunión, le dije que sí. Me dio la bendición y con su mano en mi frente hizo una oración en latín y se fue.

Ahí me entró el miedo más terrible de la vida, todo mi ser me decía que tenía que irme de esa casa, así que empaqué mi maleta y me dispuse a salir… Y en ese momento, en el pasillo vi al niño ese.

Tendría 6 años, y se quedó quieto, mirándome fijamente… Mis sentidos se enloquecieron y me dio mareo, la iluminación de la casa cambió, el olor se sentía avinagrado, pesado, sucio.

Yo veía a ese niño borroso y no podía quitarle la mirada mientras él caminaba hacia mí sin dejar de mirarme… Yo estaba paralizado del susto, el niño se acercó y me estiró la mano sonriendo, tenía cara de adulto malo… ¡Dios mío!

En ese momento apareció Camilla y sin decirle nada me llevó al cuarto, y en ese momento me sentí tan desesperado que comencé a llorar. Solo quería irme, pero Camila me aclaró que no podía abrir la puerta hasta que volviera el «guardián».

Ella cerró la puerta y puso el plato con cal o sal como cerrando el paso y me dijo que nos quedáramos ahí pasara lo que pasara.

A partir de ese momento todo fue inexplicable hasta hoy. El niño ahí afuera silbaba tan agudo que los vidrios vibraban, corría a toda velocidad por la casa gritando groserías y palabras en lenguas extrañas, le daba patadas a la puerta y me llamaba por mi nombre con voz gutural, también chillaba como un perro maltratado y en momentos se calmaba.

A Camila la llamaba con voz de niña diciéndole «Hermanita». Nosotros, desde el cuarto no podíamos verlo por las cortinas pero sí veíamos su silueta.

Para que se «calmara» Camila decidió apagar la luz y eso fue peor… la luz de afuera de prendía y apagaba rápido y cada tanto golpeaban suave y con voz de niño nos pedía que saliéramos.

En este punto del texto y reflexionando lo ocurrido, no entiendo aún lo que pasó, y quiero verlo de una manera lógica pero no es así. Yo no sabía bien cómo me sentía pero no podía parar de llorar y sentirme débil y muy vulnerable.

En un momento la silueta que veíamos a través de la cortina se quedó quieta, como si pudiera vernos… Y les juro que esa silueta se elevó del piso haciendo un ruido horrible.

Yo no sabía bien cómo me sentía pero no podía parar de llorar y sentirme débil y muy vulnerable

Ahí perdí el control de mis actos, comencé a gritar y algo en mí me decía que REZARA… Y yo comencé a hacerlo.

No tengo claro qué pasó después de eso, solo me desperté en el cuarto y Camila me ayudó a levantar, me dijo que tenía que irme.

Al salir del cuarto, estaba de nuevo el padre, no me dijo nada, caminamos por el pasillo y salí de la casa en un taxi. Bajé la ventana y al respirar senti tranquilidad y después… Ganas de vomitar inevitables.

En esa época yo usaba camándula porque estaban de moda y esa noche tenía puesta una que me había regalado mi abuelita.

Aún creo que ayudó mucho.

En los siguientes días Camila no fue a clase, cambió radicalmente conmigo y después de unos días no volví a saber de ella. Nunca me atreví a buscarla.

Lo cierto es que no le conté a nadie esto y hasta hoy sentí la necesidad de hacerlo.

Solo quiero decir que SÍ hay fuerzas muy oscuras donde quiera que estemos y que debemos tener clara su existencia para no dejar de creer en las fuerzas de bien.

No tengo nada más que decir sobre esta historia y tampoco quiero recordarlo.

Gracias por leer

Por

Pineda

Sígueme en mis redes sociales: