Un texto…
Desperté muy temprano, es raro que eso pase. Siempre duermo hasta entrado el medio día porque mi trabajo me lo permite. Trabajo en la noche.
Soy de esas personas que se levanta feliz; desayuno cereal mientras miro por la ventana hacia esa ciudad que siempre está en movimiento, nunca la he visto quieta. Yo quisiera estarlo.
Jamás sé a ciencia cierta cuál será el clima del día, así que me visto con jeans, tenis y una camiseta cualquiera; tengo solo dos abrigos y los turno, no necesito más.
Salgo de casa a las 4 p.m. y camino por las mismas calles desde hace 4 años. Mi físico no me importa mucho pero a la gente sí, siempre recibo miradas de diferentes clases y me gusta clasificarlas.
Están las miradas tímidas, esas que solo echan un vistazo y desaparecen.
Las miradas más profundas, que miran directamente a los ojos y que intimidan.
También las miradas falsas, esas que critican el alma.
Pero las que más odio son esas que miradas que buscan algo que definitivamente no quieres dar.
Miradas que buscan bajo mi ropa como quien manosea una verdura en el mercado, miradas que no sabes cómo enfrentar. Miradas que violan.
Esas miradas son, tristemente, las que más recibo en mi día a día.
Llego al trabajo y nadie me saluda, la amabilidad es poca aquí. Solo quieren que baile, me desnude, me deje tocar por manos desconocidas y siempre haga buena cara… como si me gustara.
Lloro muchas veces pensando en que quizás todo pudo o puede ser diferente
Luego llegan clientes que pagan mucho por mis «servicios». Odio esto y sé que estarás pensando: «Cambia de vida y listo» pero no es tan fácil.
Buscar trabajo es una misión imposible por estos días, entonces hago lo que seguro tú piensas es la «Fácil» pero para mí es la más difícil.
Vendo mi cuerpo por dinero ¿y qué?
Soporto cada día personas sucias y depravadas que me hacen cosas que no imaginas.
Lloro muchas veces pensando en que quizás todo pudo o puede ser diferente.
Y a decir verdad… Sigo aquí. Sin perder la fe…
Así, de mano en mano termina mi noche, camino hacia mi casa y al llegar me siento a salvo; la soledad me agrada, mi casa me agrada.
Tomo un café, no sé, me produce sueño. Me baño una hora y veo la televisión hasta dormirme.
No tengo pesadillas. ¡Ya no!
Después de leer este texto y conocerme un poco más.
¿Puedes decirme cuál es mi género?
Gracias por leer
Por
Pineda.
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