Yo creo que desde el vientre venimos prevenidos.

Somos un país lleno de consejos, de creencias que compartimos con una seguridad matemática, creemos que tenemos solución para todo y estamos completamente seguros de dos cosas muy básicas pero muy importantes. Tenemos la certeza mental de que nos las sabemos todas y estamos convencidos, también mentalmente, que siempre tenemos la razón. Por eso nos duele el alma aceptar que estamos equivocados, nos hace sentir perdedores, fracasados y sobretodo nos hiere de muerte el ego. Un producto colombiano que carece de valor.

De ahí vienen nuestros más grandes fracasos, de nuestra idea totalmente errónea y nuestro fabuloso poder de auto-convencimiento que nos llevan a creer firmemente que somos los mejores para que la cruda y dura realidad nos demuestre con hechos que estamos equivocados. Lo hemos visto en todos los aspectos, político, deportivo, personal, e incluso en Miss Universo. Nos dan sopa y seco que nos sabe a vinagre mientras derrotados, dolidos, pero eso si, convencidos; solo podemos sacar excusas y gritar… ¡Nos robaron!

Eso pasa en todas las esferas, desde los más encorbatados socios de un club hasta los jugadores descamisados      jugando dominó en una finca cualquiera. «Nos robaron» es la frase que excusa todo, que no tiene argumentos para ser refutada y lo más importante que es un bálsamo curador para nuestro ego.

Pero como aquí nadie ha dicho la última palabra, pero hay solución para todo, a la frase poderosa «Nos robaron» le agregamos un aditamento que es lo que tiene a nuestro país en llamas permanentes y con el agua lejos. La frase es: «No se deje». Y es a partir de esta frase donde todo está al revés y es por no dejarnos que estamos jodidos desde chiquiticos.

Pero está muy bien no dejarse, uno no puede permitir que le falten al respeto, lo agredan y lo humillen para quedarse quieto. Eso es un acto de cobardía y pérdida de la dignidad. Con eso no se juega… ¡Eso sí que no!

Por eso es que si lo estrellan usted no se va a dejar y se baja a darle en la jeta al otro que seguramente lo estrelló a propósito, y aunque hay cada animal al volante, pues en resumen NADIE quiere estrellarse ¿o sí?

En ese mismo orden de ideas, en el colegio o la universidad, después de estudiar poco y excusarse mucho, se siente feliz porque no se dejó rajar del profesor y salvó la materia con ese tres pelao que vale oro puro no por lo esforzado, sino por lo convencido.

Esa misma ley del «No se deje» permite que se gaste la plata del arriendo en cosas innecesarias solo para no dejarse echar vainas del otro y para demostrarle, quién sabe a quién, que usted está al nivel. Aunque al otro, al que usted estableció como competencia, no le importe su movimiento y siga con su vida.

En las redes sociales es donde el «No se deje» vive en su máximo esplendor. Es la guerra por tener la razón, una razón que nadie tiene pero que con la premisa de no dejarse se convierte en una pelea de egos rotos, sin fundamentos, sin respeto, solo egos ciegos disparando argumentos al aire.

Pero no hay que dejarse. Y esto es una certeza; cuando hay que reaccionar, hay que hacerlo. Si desafortunadamente hay que pelear, hay que hacerlo. Así como en muchos otros aspectos de la vida. Sin embargo, siempre se verá mejor y le aseguro que se sentirá mejor si no se deja PROVOCAR, si no se deja llevar por el CONFLICTO, si no se deja meter en el juego sucio de las palabras mal dichas.

No dejarse también es saber responder o ignorar. Cuando lo aplique verá las reacciones y se sorprenderá.

Gracias por leer.

Por. Pineda.