Vengo de la generación que vivió la música en su mayor esplendor, vengo de la generación que creció vibrando en solos de guitarras impresionantes, shows que dejan sin aliento, baterías desquiciadas, música trabajada y elaborada sin máquinas; vengo de la generación del rock.
Crecí en los 80 en un barrio del sur de la ciudad de Bogotá, no eran tiempos fáciles pero sí más calmados, existían los desadaptados, como en todas las épocas, y evidentemente ellos traían problemas, como en todas las épocas. Colombia era menos peligrosa aunque violenta y caminábamos día a día entre bombazos guerrilla y narcotráfico… Como ahora.
La vida era más limitada y se centraba en los amigos del barrio, en la música y en los temas de conversación que venían directamente desde la radio, la mayor influencia de la gente de los años 80. La radio lo era todo, era la que mandaba la parada ya que la televisión era muy básica, y el cable apenas estaba entrando al país y no era de fácil acceso para todos.
Entonces, cuando alguien venía de los Estados Unidos, un país que en ese momento ni en sueños pensábamos en visitar, esa persona se convertía en cierta clase de ídolo con nuevas cosas para contar; y fue en una de esas tertulias con el hermano de un amigo que llegó de la ciudad de Nueva York donde por primera vez conocí el rock.
Quisiera decirles que comencé desde las bases más profundas, pero desafortunadamente no tuve esa cultura, mucha gente comenzó oyendo rock prácticamente desde el vientre ya que sus padres fueron rockeros en los 60’s y fueron evolucionando, pero no era mi caso; mis papás no fueron muy rockeros que digamos y yo no tenía mucho acceso económico para comprar discos, entonces dependía de lo que los demás pudieran encontrar para aprender.
Esa tarde de vacaciones el hermano de mi amigo nos contó sus historias en Nueva York, ya saben, lo de los edificios altos, la gente y todos esos temas en común, sin embargo, el tipo había ido a ver a Bon Jovi en el Madison Square Garden y había quedado fascinado con la presentación de la Estrella, tanto que se había vuelto súper fan y había comprado un par de discos, nos contó de los solos de guitarra de Richie Sambora y el solo de batería de Tico Torres donde se paraba en la silla para tocar. Una vaina tremenda.
Nos puso la canción Bad medicine y cuando sonó nos hizo explotar el cerebro a todos mis amigos quinceañeros y a mí, por supuesto, esas notas musicales entraron en mi alma y ahí se quedaron para siempre… Esa tarde me había topado con Bon Jovi y sus álbumes “New Jersey” y “Slippery when wet”.
Bon Jovi se volvió nuestra obsesión, en pocos días sabíamos casi todo de él, sabíamos los nombres de toda la banda, hicimos guitarras de icopor para imitarlos en el garaje mientras nuestras vecinas nos veían cantar y aplaudían. Esto es cierto, hicimos un concierto en la cuadra que comenzó siendo un juego de niños y al final se convirtió en algo digamos logístico de tanta gente que llegó a vernos.
Nos habíamos convertido en fans de los buenos, comenzamos a desear las cosas que usaba Bon Jovi, empezamos a usar pantalones ajustados y botas, queríamos el pelo largo, pero nuestros papás no nos dejaban. Ese fue uno de los grandes problemas que enfrentó mi generación, a los “mechudos” los considerábamos tipos afortunados.
Cada cosa nueva que hacía Bon Jovi la sabíamos, no entiendo muy bien de dónde nos llegaba la información pero sabíamos todo, quizás inventábamos un poco pero todo era parte de la diversión y del amor por el rock.
Fuimos caminando y fuimos escalando en el mundo del rock, llegaron bandas como Def Leppard a nuestra vida y literalmente nos voló el cerebro entender cómo Rick Allen, baterista de la banda, tocaba con un brazo ya que el otro lo había perdido en un accidente de tránsito años atrás, haciendo que su batería fuera especial y redoblará con los pies. Un verdadero genio.
Vivimos a tope el álbum “Hysteria”, nos sabíamos de memoria y cantábamos a grito herido Love bites que era la balada más espectacular de la época, pero seguíamos con hambre de rock; ese mismo camino nos llevó a otras bandas Cómo “White Lion”, “Europe” y “Cinderella” con canciones que son clásicos y que aún hoy escuchamos con orgullo y cantamos con el corazón.
Comenzamos a coleccionar música y esa no era una tarea sencilla, había que encontrar el tiempo, el espacio y la tecnología necesaria; aparte del buen corazón del amigo al que uno le pasaba un cassette para que gracias a su buena voluntad rockera se tomará la molestia de grabar el disco completo.
Pero esto no era copiar y pegar un archivo, era un proceso más demorado, había que escuchar el disco completo para que la grabación se pudiera hacer y girar el disco del lado A al lado B y al mismo tiempo el cassette de lado A al lado B para que quedara organizado.
En promedio un disco duraba una hora, así que por cada cassette que tenía que grabar el amigo era una hora de trabajo, sin embargo, no recuerdo ni una sola vez qué un amigo me dijera que no, ellos fueron artífices de mi gran colección de cassettes.
Había otra forma: sentarse, que implicaba paciencia, escuchar la radio y esperar que la buena fortuna y la conexión mental con el Disc Jockey pusiera la canción que necesitaba y estar listo para oprimir el botón “Rec” o quitar la pausa esa era más fácil, pero esto no garantizaba la pureza de la canción, ya que muchas veces el presentador hablaba en medio del comienzo de la canción y no la dejaba escuchar completa.
Recuerdo una tarde entera esperando que sonara Carrie de Europe y cuando por fin sonó, Jorge Marín dijo la hora imprimiendo para siempre la hora exacta, se me tiró la canción, dañando todo el esfuerzo y dejándola digamos sucia, sin ofender al gran Jorge. Esa era una gran frustración.
Una caja de cassettes era el mejor regalo que podría recibir, cada uno de ellos era como un lienzo en blanco y, aunque yo no tenía la posibilidad cercana de comprar muchos discos o comprar discos frecuentemente, si tenía la posibilidad de los cassettes y contaba con amigos que conseguían los discos de alguna manera.
Una de las fuentes principales con la que contaba era con la enorme colección de discos que tenía el tío de uno de mis mejores amigos, un tremendo melómano que nos mostró bandas como Fleetwood Mac, Foreigner, De Barge y muchas otras, gracias a él, aprendí que Iron Butterfly es más que In a gaga da vida y que Kansas es más que Dust in the wind. Una de las lecciones más valiosas que aprendí del rock fue a escuchar y valorar los discos completos sin dejarme llevar solo por los éxitos.
Hasta que vino uno de los mejores regalos que me han podido dar mis padres, la grabadora de doble cassette, un invento memorable de la época, con ella podía grabar de un cassette a otro y, aunque me tocaba oír el disco completo y el proceso era demorado, no era ningún problema.
Comencé ahorrar de las onces para comprar discos, tenía este cierto “negocio” con mi papá en el que yo ahorraba lo que podía y le daba ese dinero, él completaba la transacción poniendo la plata faltante, yo le anotaba en un papelito el disco que quería y el hombre me lo regalaba.
Recuerdo que el primer disco que obtuve bajo este formato fue el grandioso Talk dirty to me de Poison; si usted es rockero ochentero y está leyendo este artículo entenderá la reacción de mi papá al ver la portada de ese álbum, él compró el disco pero llegó preocupado por la situación, un poco molesto, un poco preocupado, porque en la portada, que es una foto dividida en cuatro, estaban las caras de cada uno de los de los integrantes de la banda maquillados tan perfectamente que lucían como mujeres y pues obviamente qué carajos iba a entender mi pobre papá sobre el Glam Rock.
Después de dar muchas explicaciones las cosas quedaron bien y poco a poco se fue acostumbrando a las diferentes portadas escabrosas, como las ilustraciones maravillosas de “Eddie” de Iron Maiden o “Vic” de Megadeth, bandas consideradas satánicas en ese entonces, pasando por “Open up and say ahh” de Poison, la cual fue vetada en muchas partes del mundo y que tuve la fortuna de tener en disco original americano, a otras normales como “Long cold winter” de Cinderella que llevaban en su interior canciones tremendas.
Me dejé maravillar por Kiss y su espectacular puesta en escena, ver el solo de bajo de Gene Simmons sacudiendo su enorme lengua llena de sangre abrió otra puerta para mi donde me encontré verdaderas joyas de la música como Twisted Sisters, Alice Cooper y Ozzy Osbourne, quien ya era famoso por arrancarle la cabeza a un murciélago vivo de un mordisco.
La radio ayudaba mucho, era la principal fuente de información, habían programas especializados cómo El expreso del rock, presentado por Andrés Durán, y Metal en estéreo presentado por el grandioso Lucho Barrera, más conocido como “Lucho metales”, con su voz inolvidable y donde se podía escuchar todo ese rock no tan comercial como Judas Priest, Motorhead, Mercyful fate, Ratt y Rough Cutt, quienes hicieron una de las mejores versiones de la canción Piece of my heart de Janis Joplin. A Andrés Durán y Lucho Barrera aplausos de pie por siempre.
Para ese momento, el rock ya era toda una institución y toda una tendencia en Colombia. Comenzaron a poner negocios en el centro de la ciudad donde vendían productos traídos de los Estados Unidos, originales de las bandas, a precios bastante elevados, qué incluían discos de ediciones limitadas, afiches originales y una gran variedad de curiosidades que uno soñaba con tener.
“Beatles”, en el centro comercial Vía libre, era el lugar y uno podía digamos ‘prepagar’ el disco yendo cada semana a abonar la cuota y, una vez estuviera completamente pago, daban el producto, era la forma de asegurarlo, así compré varios discos originales y un concierto de edición limitada de poison en Estocolmo, cada disco extraño era un tesoro.
Para ese entonces las habitaciones se convirtieron en templos de rock, tenía amigos con habitaciones fabulosas llena de afiches originales, colección de revistas Metal Hammer, stickers, portadas de discos y todo lo que pudiera hacerla más rockera.
Para esa época la tecnología había avanzado un poco y ya había llegado el cable y con él MTV, que no era el MTV que vemos hoy, ni siquiera se parecía a MTV, era un canal exclusivamente de videos musicales, tenía diferentes franjas y obviamente había rock y metal. Headbangers con Alfredo Lewin era el programa favorito de toda la generación rockera que tenía acceso a lo que en ese momento se llamaba TV Cable.
Y fue en el año 91 cuando a través del cable y en directo en la casa de un amigo, con el compromiso de no hacer ruido, vimos uno de los eventos más memorables e históricos del rock: los premios MTV, con las presentaciones más increíbles de toda su historia, comenzando con Eddie Van Halen tocando la guitarra con taladro en la canción Poundcake y Metallica con su nuevo bajista Jason Newsted, quien impactó a toda la audiencia por su energía y su voz en Enter sandman.
Arsenio Hall, presentador oficial del evento, simplemente no lo podía creer, a eso hay que agregarle la maravillosa presentación de EMF, una banda joven que hacía saltar a todos con Unbelievable. Guns n’ Roses tremendo con el cover Live and let die. Poison con su canción Talk dirty to me que cerró el show con desconectada de guitarra en vivo, malabares en la batería a cargo de Ricky Rockett y la enorme presentación de Queensryche con Silent lucidity dejó un recuerdo imborrable en el rock… Hay que oír más Queensryche.
Podría quedarme aquí contándoles millones de historias y momentos del rock y aún así me quedarían faltando cosas, es tan grande su universo que una vez dentro es difícil salir.
El vídeo lo cambió todo, nos permitió ver conciertos inolvidables como Metallica en México city y el impresionante despliegue tecnológico de Use your illusion 1 y 2 en Tokio.
La antena parabólica había llegado a mi conjunto, en ese momento los canales no tenían bloqueos de acceso y como prueba para que la gente entrara a comprar el servicio estaba abierta la señal una semana gratis para todo el mundo, en esa semana por casualidades del destino el canal SBT de Brasil estaba en mi parrilla de canales de prueba y justo comenzaba “Rock in Rio”. Así que la vida me había dado de la posibilidad de verlo en vivo.
Vi a Kansas, Guns n’ Roses, Judas Priest, me hice fan de Faith no more por su versión de Epic increíble y cuando estaba poseído por el rock como al tercer día, me cortaron la señal en pleno concierto de Megadeth, lloré de la rabia y la impotencia.
El rock está lleno de recuerdos para mi generación de los 80, todos llevamos una “Power ballad” en el alma, un solo de guitarra que hacemos como “Air guitar”.
Llevamos el rock en las venas y aún hoy, cuando la tecnología nos permite tener al alcance de nuestras manos los videos de esa época, nos maravillamos y nos llenamos el alma y el corazón de recuerdos.
Después hubo cierto tipo de evolución en el rock que un momento a otro se convirtió en “Grunge” con Nirvana y sus escándalos como esos de MTV, cuando Kurt Cobain destruyó todo el escenario o cuando Eddie vedder de Pearl Jam escaló la estructura del escenario en woodstock 94.
Luego el rock bajó el volumen con el paso del tiempo…
Tristemente el rock se volvió local en Estados Unidos, las viejas bandas siguen haciendo giras a menor escala en bares pequeños, como dejándole al mundo un pedacito del recuerdo que tuvieron en alguna época más amable.
Hago este escrito solamente para recordar, sé que hay muchos momentos que usted de repente tiene en la mente y que no están escritos en este post y lo importante de todo esto es que lo recuerde, que lo sienta en su corazón y que la emoción del rock vuelva a usted.
Sólo espero que haya revancha, que el rock vuelva a subir el volumen y vuelva a brillar ya sea por nuevas generaciones que gracias a sus padres, que eran de mi generación, sigan el camino y le den una mano para revivirlo desde las cenizas como merece, como debe ser.
Lo cierto es que aunque está en silencio por ahora… el rock no ha muerto.
Gracias por leer.
Por: Pineda