En muchos episodios de mi podcast diario he reflexionado sobre las diferencias entre radio y podcast, y he encontrado una fuente de trabajo sólida en la primera y un inagotable camino de libertad y creatividad en el segundo. ¿Puede uno vivir la vida sin la radio? Estoy convencido de que hoy para mi es necesario.

Por eso y por otras cosas, dejo la radio y me dedico a partir de ahora a mi trabajo como locutor de TV y publicidad. Cambio la radio por mi propio emprendimiento podcast.

Es el mejor momento para eso y estoy muy esperanzado en dejar los afanes diarios por recorrer la ciudad para llegar de un lado a otro y cumplir horarios radiales, justo en un mundo en el que los horarios empezaron a dejar de ser importantes para privilegiar las comodidades que nos brinda la tecnología. Y me refiero al Podcast, que se oye cuando tú decidas.

Ahora que en Deezer y Spotify oigo la música que me gusta a mí, por rara que le pueda parecer al vecino del apartamento de al lado o al señor del taxi que prefieren las rancheras. Es la que me gusta y punto. Y también oigo la que me recomiendan mis amigos. Ahora me entero de las noticias en Twitter y voy al periódico después a buscar análisis en lugar de primicias. Ahora veo películas por temporadas en Apps y no en televisores a la hora que el canal caprichosamente decida mover los malditos horarios.

Actualización:

Y debo reconocer que una semana después de la publicación original reviso lo escrito y dicho. Mucho de lo que le critico a la radio seguramente está inspirado en mi mismo.  Por ejemplo, originalmente publiqué con una dosis de soberbia que me duele encontrar en mi.  Fui desagradecido y desbalanceado al decir todo lo que me frustra a mi (y de mi) en la radio y omitir un justo agradecimiento a las personas y compañías que confiaron en mi y en mi voz para identificar sus emisiones.

Fallé al no dar el agradecimiento a Javeriana Estéreo por abrirme un micrófono por primera vez. Y a Armando Plata Camacho por lo que me enseñó mientras construía el sistema Radioactiva y por dejarme a cargo del Top 40 Caracol de la tarde de los sábados.  Y al «Loco» José Olivares por la bella oportunidad en Salsamanía de TSF desde París para toda Francia, viendo crecer a grandes artistas de la música mundial como Segent García.

Me faltó darle las gracias a Karen Vinasco de Radiópolis que hace años confió en mi, me puso al frente del programa La Noche de los Lápices y me apoyó en varios proyectos muy satisfactorios para el alma como el microprograma para cada una de las bandas de Rock Al Parque 10 años; o el entrañable Skabanana que luego de nacer en radio se convirtió en uno de mis podcast preferidos.

También me faltó darle las gracias al «Profe» Álvaro González Villamarín, quien me permitió llegar a Radiónica y desarrollar un proyecto tan bonito y gratificante como el Rocanrol Búmerang, que además de estar pensado originalmente como producto de doble uso en radio y podcast, ahora será presentado también en forma escrita, pues será mi cuarto libro electrónico, esta vez gratuito, con el texto de cada episodio hecho con el historiador y gestor de la Fundación Barrio Colombia, Umberto Pérez.

Y por supuesto debo darle las gracias a Todelar por devolverme por un rato la fe en la radio cuando aceptaron la propuesta de John F. Pinzón de incorporarme al proyecto de La 92.  Allí aprendí, presenté canciones, conduje por una temporada la Hora Félix y vi de cerca la dificultad y la fuerza con la que se defienden los proyectos hermosos para que sobrevivan en medio de la batalla comercial y de audiencias. Esa lucha en la que cada idea necesita abrirse camino para sobrevivir en el mercado de la radio. No es fácil conseguir la financiación de equipos humanos y técnicos tan grandes como requiere la radio para operar.

A todos y cada uno de ellos mil gracias. También a mis compañeros que me supieron tolerar incluso mejor que  yo mismo. A los que me dieron ejemplo, me guiaron, inspiraron y con mención especial a los que siguen luchando desde adentro para que la radio mejore, evolucione y se adapte dignamente a nuestro presente.

Gracias a la radio por un tiempo maravilloso.  Hoy yo ya no estaré más al aire en radio pero continuaré con trabajo constante desde el Podcasting, armado sólo con un teléfono y un plan de datos, con la esperanza de encontrar nuevos lenguajes sonoros posibles. Y quizás un día entre ambos medios logremos un mundo mejor para las comunicaciones humanas.

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Ahora que oigo a Diana Uribe en podcast y puedo adelantar los molestos comerciales (hay de los bonitos y de los molestos) y los aburridísimos boletines de noticias que no explican jamás nada pero sí te dejan con la horrible sensación auditiva de que algo en tu vida va mal, que vives en un país hecho mierda aunque tengas frente a tus ojos la belleza del paisaje colombiano. ¿No te alarman y angustian esas músicas de fondo de ¡Atención!, ¿Última Hora? A mí sí me angustian. Y me parecen de mal gusto y anticuadas. Ya no quiero consumir los contenidos de radio promediados al nivel de interés un preadolescente con déficit de atención, ni los contenidos de política inmunda. No quiero más noticias de cualquiera de los «innombrables»(ahora hay varios y de ambos lados del extemismo).

Es aburrido estar encerrado en un cuarto oscuro, sin ventanas y de salir corriendo a hacer fila con miedo de que me roben mientras intento entrar a la estación y luego poguear hasta dentro del bus de TransMilenio. Aburrido de que todos los meses me pidan en la radio una lista de mis propuestas de buenas canciones para la programación de la emisora y que después de varios años el número de mis sugerencias aceptadas siga siendo cero. Aburrido presentar al aire canciones de Alkilados o de Piso 21 y por la repetición estar tentado a bajarle el volumen sabiendo que en todas partes vas a tener que volver a oírlos. No quiero tener que hacerle el juego a Kanye West ni a los ‘dioses’ de los géneros urbanos que ni siquiera saben cantar una nota, ni que me den lecciones de música los que deciden las programaciones radiales reunidos en almuerzos de negocios con disqueros o con empresarios de festivales y eventos.

Quiero oír podcast y hacer podcast. Disfrutar más el podcast cotidiano que ya hago todos los días al aire libre, en las calles de mi ciudad, hecho con mi propio teléfono y nada más.

También quiero oír más podcast. Pero de los buenos, no de los que se hacen adentro de los mismos estudios de las mismas empresas de radio como quien corta salchichas en una fábrica de producción en masa, rellenas de masa y destinadas a que sea la masa quien se las coma sin masticar. No de esos que cuelgan en internet directamente de las emisoras al aire ¡y hasta les dejan la hora! Por Dios ¡le dejan la hora de emisión! sin entender que «on demand» significa «cuando y como el usuario quiera». Ni de esos audios incrustados en una página web que te obligan a quedarte mirando los banners de publicidad y la cara de Julito mientras oyes. Esos sí que encontraron la forma de ponerle vallas publicitarias a la radio.

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No, de eso no quiero, que sería simplemente más radio de la misma, de esa que se olvidó de su maravilloso poder de acercar instantáneamente a todo un país, de ponerlo a soñar y a cantar bellas melodías o a recitar letras poéticas y estimulantes, a rememorar y a imaginar mundos posibles. Todo eso que la radio nos prometió cuando se proclamaba «el teatro de la mente» y que cambió por ser el número uno del EGM (Estudio General de Medios) cueste lo que cueste y sacrifique a quien tenga que sacrificar, empezando por el respeto al público.

Los podcast que quiero oír son bellos, de convicción y pasión.  Son:

Quizás no sobre añadir a la lista mi propio podcast El Siglo 21 es Hoy que se está publicando a diario y también una vez a la semana aquí en los blogs.eltiempo.com aunque a veces incluyo aquí algo más bien de la edición especial de Entrevistas El Siglo 21 es Hoy.

Me voy de la radio y espero a todos los que quieran ir a celebrar conmigo el 29 de febrero bisiesto en mi fiesta podcast, a hablar de podcast, tomar un café y seguramente grabar podcast y presentar un par de sorpresas para dar la bienvenida a la nueva era: Todo Sobre Podcast, porque no es radio, es mejor.  (Mira el evento en Facebook)

Ayer tomaba el pelo con mis compañeros dentro de la radio en la que ya no trabajaré más, pero a quienes espero seguir viendo: En mi penúltimo día de trabajo en la radio yo sería el ‘penúltimo Dj’. Pero en realidad nunca fui disc jockey, apenas locutor. Sin embargo, voy a compartir aquí uno de los videos de aquellas Crónicas del Último DJ de Adrián McYorian, que desde hace ya 6 años ¡en 2010! me han inspirado en un mundo mejor para mis oídos.