En Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela, Chile y ahora en Colombia las movilizaciones han sido la constante durante los últimos meses. Los ciudadanos que han estado en la calle han sido los protagonistas de los principales titulares, en sus medios propios, en los de la región y en los medios internacionales que están pendientes de lo que pasa en América Latina. 

Muchas han sido las razones que han hecho que los ciudadanos decidan manifestarse, proceso en el cual las redes sociales han jugado un papel muy importante. Tanto para quienes apoyan las movilizaciones como para quienes no y, por supuesto, los mismos gobiernos las han usado para multiplicar su mensaje y contrarrestar también la conversación en los espacios digitales. Esto, sin dejar a un lado a quienes las han usado para difundir información que no es cierta.

Por un lado, se ha demostrado cómo el uso de estos canales sociales ha evidenciado la capacidad que tienen algunos ciudadanos, muchos de ellos llamados “influenciadores” para convocar y lograr “desvirtualizar” a su comunidad, logrando que sus seguidores pasen de simplemente dar like o comentar a salir a la calle o a unirse a un “cacerolazo”. Incluso me atrevería a decir que muchos han generado en su comunidad mayor engagement y confianza porque sus seguidores los han visto en la calle cercanos y creyendo en su misma causa  

Sin embargo, y en contravía de un bien común, han sido precisamente las redes sociales las plataformas que han usado algunos para generar pánico. Un caso concreto fue lo sucedido en Bogotá con los aparentes saqueos a conjuntos residenciales. Esa fue una noche en la que el miedo se generalizó en varios barrios de la ciudad gracias a que usuarios, a través de  Facebook, Twitter y WhatsApp, difundieron mensajes alrededor de este tema. Las redes, como alguna vez nos demostró Orson Welles con su famoso programa radial La Guerra de los mundos, movieron fibras y lograron que la gente saliera a proteger sus pertenencias, así tuvieran que pasar toda la noche en la calle con palos, ollas, cuchillos o cualquier cosa que sirviera para defenderse.

Las situaciones “negativas” tienen un aspecto en común: son simples de entender, no se debe hacer un una codificación tan profunda para interpretarlas; además, apelan a las emociones que movilizan: el odio, la rabia, el miedo o la desesperanza… Mueven lo inconsciente. 

¿Qué papel han jugado los influenciadores en las movilizaciones?

Los influenciadores funcionan bajo un modelo muy similar al de las marcas; es decir, logran conectar a su comunidad desde tres elementos: inspiración, aspiración y necesidad. 

El tema de inspiración se hace evidente al momento de consumir el contenido que estos líderes comparten, ya que sus seguidores se identifican con lo que ellos publican. Acto seguido, el aspiracional se activa y de igual forma lo hace nuestro cerebro sin siquiera darle la orden de hacerlo. Es un acto inconsciente. Así, nos vemos en ese lugar al que queremos llegar, divisamos lo que queremos lograr y cómo nos vemos en un futuro, que, en muchos casos, lo reflejan o venden los “influenciadores”. 

Es claro que en ocasiones el interés en tener un reconocimiento o posicionamiento no es otra cosa que la consecuencia de una necesidad por tener aprobación social. Un ejemplo de ello son los likes.

Obviamente no puedo generalizar en que todos los ‘me gusta’ que obtenemos son encaminados en ese sentido, pero partamos de una pregunta: ¿Quién comparte algo para que nadie interactúe con su post? Probablemente nadie. Por esa razón he mencionado en algunas de mis conferencias que los likes son el opio del pueblo, incluso esto ha llevado a más de una persona a compartir, o comportarse de determinadas formas en pro de buscar visibilidad a costa de lo que sea, entre otras, porque las redes sociales nos permiten decir o hacer prácticamente cualquier cosa. 

Un ejemplo de ello es Daneidy Barrera Rojas más conocida como ‘Epa Colombia’, quien aprovechó las movilizaciones y el paro del 21 de noviembre para destruir algunas estaciones de TransMilenio y, no contenta con eso, compartió el video a través de sus redes sociales generando la desaprobación de muchos, pero logrando ser tendencia gracias a los cientos de veces que se compartió su video. Incluso llegó a ser noticia de los principales medios de comunicación nacional. En otras palabras, logró la visibilidad que tanto quería.

En conclusión y partiendo de todo lo anterior, es evidente que el uso de las redes sociales ha sido fundamental para la movilización ciudadana, pero también nos deja claro que tenemos una responsabilidad compartida entre ciudadanos y líderes de verificar las fuentes desde las cuales consumimos información y de pensar en el impacto de lo que se comparte a través de estas plataformas. Pequeñas acciones que pueden ayudar a la construcción social.

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