¿Queremos vivir y bajo qué condiciones decidimos hacerlo?. Ese es el punto, antes de ponernos a hablar de guerra y paz. En Madrid las cargas policiales se llevaron por encima y de manera violenta a más de 60 personas que manifestaron su inconformidad frente a la clase política y el gobierno de España durante la última semana de septiembre.  Con dicho antecedente, se intentó el pasado 2 de octubre, fecha del aniversario de nacimiento de Mahatma Gandhi, celebrar el Día Internacional de la No Violencia.

La Plaza de Callao, lugar de la concentración, no estuvo desocupada y a pesar del bajísimo impacto mediático, logró entretenerse gracias a una actividad cultural que congregó a varios artistas alrededor de una gran idea llamada Dibujo Madrid.
La convocatoria para la celebración fue hecha por el Partido Humanista. Los manifestantes, que no eran muchos, se pudieron reunir pero al final se quedaron con las ganas de expresar su discurso porque les prohibieron usar parlantes y altavoces. En esta ocasión no habían comandos antidisturbios.

¿Y la gente? Se cree que la apatía surge cuando reconocemos sin escrúpulos que la guerra es un medio necesario para el avance de los Estados. Gracias a nuestro nivel cultural, los humanos entendemos como imposible renunciar a la guerra, pero de manera contradictoria la rechazamos. No entendemos para qué estar mayoritariamente en contra de la guerra si está demostrado que son pocos los que se movilizan para hacer algo en favor de la paz.

Según datos del Conflictobarómetro en 2011 se registraron 388 conflictos a nivel mundial, y entre los conflictos sumamente violentos, 20 de ellos alcanzaron el nivel más alto de violencia; es decir, la guerra. El documento señala que el país más violento del mundo es Afganistán y que las zonas con más incremento de la violencia por año son África y el Medio Oriente. Por su parte, en la región Latinoamericana México tiene una guerra y Colombia tiene un conflicto armado. Nada nuevo, ¿no?

 

Lo simple sería apostarle a los conceptos que terminan por definir la guerra como la ausencia de paz.  Sin embargo, es más
cómodo entender la paz desde lo estructural y anti-minimalista. Es más fácil evadir responsabilidades humanas y sociales cuando se busca explicar la guerra como «ese algo» que trasciende de la confrontación violenta.

Es confortable cargar las culpas sobre las diversas relaciones causales que explican el problema estructural. Hasta el momento lo difícil es implementar un nuevo sistema de relaciones económicas y sociales porque lo fácil es responsabilizar a un sistema basado en el capital. ¿a quién pedir cuentas? A nadie porque las responsabilidades se traspasan entre redes de lo público y lo privado, entre unos y otros, entre los que financian la guerra y los que hacen la guerra, sin que nadie pague por las consecuencias negativas, salvo los afectados, los pobres y los desprotegidos.

El largo camino que queda hacia la paz perpetua de Kant, propone una idea positiva de república mundial fundamentada en un derecho cosmopolita. Imagina concebir al ciudadano como un Estado Universal de la Humanidad. La posición humanista no se centra en lo humano, no lo pone por encima ni por debajo del otro. Por eso es crítico con el Estado, con el dinero, con la religión, con la guerra, porque son precisamente esos valores centrales los que subordinan al ser humano hacia el control o el sacrificio. Colombia y sus calles podrían estar tomando nota de eso, justo ahora que está negociando una resolución pacífica del conflicto.

La verdad es que también son reflexiones demasiado utópicas si tenemos en cuenta verdades universales como «el dinero lo es todo, o por lo menos casi todo». El dinero es gobierno, política, ley y poder. También es filosofía y religión. Parece que en nuestro mundo nada se hace sin dinero. La guerra también es dinero, es hambre, es desigualdad y es pobreza.

Inhumana o no, la guerra ha sido la compañera inseparable de la especie humana desde que poseemos memoria histórica. El
medio natural es para los animales, pero el medio histórico y social es para  los humanos. Si existe algo natural dentro del ser humano, no es en el sentido animal, vegetal o mineral de las cosas, sino en el sentido natural del cambio social, de la transformación y de la historia. Es así como debe ser entendida la naturaleza humana y no de otra forma. O ¿Acaso la guerra es lo más natural del hombre?

 

Twitter: @JavierUrreaC
Ilustración: Lucas Agudelo

Nota: La colaboración entre el dibujante y el escritor que se presenta en este blog esta intencionada para producir reflexiones y preguntas desde medios expresivos diferentes. Los temas y las problemáticas son producto de las inquietudes comunes de los autores sin que esto signifique que exista un acuerdo previo sobre el enfoque de cada cual. Los autores se encuentren directamente en este blog como una forma de compartir o confrontar opiniones.