Entre santos y gentilicios los sandiegunos están peor que los sanandresanos. A los isleños por lo menos los tienen en la agenda del gobierno, los han visitado algunos noticieros y son reconocidos por el mar que perdieron. En cambio, los oriundos de San Diego no aparecen en los planes de desarrollo local, ningún noticiero nacional los ubica y a pesar de las resonantes incursiones, que en su momento, hicieron la guerrilla y los paramilitares, las visitas más importantes para el pueblo han sido las del cantante de música popular Jhonny Rivera, y la de una multinacional canadiense de explotación minera.
Uranio, oro, plata y recursos hídricos representan el patrimonio natural de San Diego. Sin embargo, dicha riqueza contrasta con la pobreza de su gente. El corregimiento está compuesto por una treintena de veredas. Según lo visto y también respaldado en una investigación hecha por la Universidad Tecnológica de Pereira, la cobertura de servicios públicos es pésima. El corregimiento se divide en veredas y sólo una de ellas cuenta con lo mínimo y obligatorio: luz, alcantarillado, agua y recolección de basuras. De un total de 32 veredas, solo 8 tienen energía eléctrica y 3 cuentan con un sistema de acueducto. El resto no tiene nada.
El pésimo estado de las vías hace que el viaje de San Diego a la cabecera municipal dure cinco horas, y a La Dorada (epicentro comercial), por lo menos dure tres; y eso contando con suerte y el beneplácito de la naturaleza. Las carreteras están destapadas y parcialmente asfaltadas. Sólo existe una calle pavimentada en todo el pueblo.
Ahora bien, si el desarrollo de nuestros pueblos es lo que garantiza el futuro tangible del país, ¿Cómo es posible que uno de los departamentos más ricos y pequeños de Colombia, como lo es Caldas, tenga esos profundos problemas de infraestructura vial y cobertura de servicios básicos? La respuesta está en la corrupción, la violencia y el olvido.
La corrupción sigue presente y por más esfuerzos de transparencia que hagan algunos dirigentes y miembros de la comunidad, en el sistema político de la región se siguen generando escenarios de desconfianza con absoluta ausencia de ética pública. Con toda la incomodidad generada, no ha sido posible comunicar de manera decente los caminos del pueblo con el resto de los municipios. Por una parte, son insuficientes los ahorros que salen de los jornales campesinos para construir un metro de vía o para alquilar un tractor que les abra paso. Y por otra parte, lo lamentable es que cada vez que asignan una partida para construir un kilómetro de carretera, se desaparece en los bolsillos de los políticos.