Una gran mayoría incapaz de decidir se ‘arruncha’ fascinada en el sofá de la vagabunda indiferencia, mientras hay elecciones en todo el mundo. El conformismo político tiene un precio muy alto y se paga con la misma moneda con la que suele pagarse la pereza: la inexistencia humana. La idea de “para qué hacerlo si no se consiguen resultados” es lo más infortunado que le puede pasar a nuestra generación.

Nunca antes en la historia de la política se podía participar como lo podemos hacer hoy en día, nunca antes en la crónica de la humanidad teníamos la posibilidad de enterarnos en tiempo real de las cosas que suceden en cualquier parte del mundo y nunca antes como hoy teníamos la opción de expresarnos de manera individual o conjunta sobre los hechos que más nos conciernen o afectan.

El poder de las redes generado por el conocimiento y por internet, nos sitúan en una posición privilegiada de grandes cambios nunca antes imaginados. Nuestros pensamientos ya no suelen quedarse en el antaño ideológico y lineal de izquierda-derecha o de liberales-conservadores. Nuestras ideas son más complejas y las necesidades colectivas son más difíciles de satisfacer. La política ya no sólo se hace a nivel nacional, el valor de la política hoy en día encuentra respuestas a nivel local y global.

La autoridad dejó de ser la silla del poder, su naturaleza radica en la mediación y en la conciliación. Las mayorías necesitan de alianzas y los partidos políticos son testigos de la transformación humano-política de electores que dejan de ser clientes que regalan su voto para transformarse en ciudadanos inteligentes, independientes y exigentes.

Marcha del Millón de Máscaras. Londres, Marzo de 2014. Foto extraída de emaze.com

Ese es el panorama, un escenario donde se dejan ver dos elementos fundamentales para entender nuestros cambios en la nueva acción política: gobernanza y aparición de las nuevas tecnologías.

¿Qué está pasando? Los gobiernos por sí solos no pueden ofrecer respuestas y necesitan de otros agentes –ciberciudadanos, asociaciones, universidades, medios de comunicación, empresas y más actores- que permitan por medio de la participación y la deliberación llegar a acuerdos, mediaciones y en el mejor de los casos a soluciones para las principales exigencias de la sociedad.

Estos procesos surten efecto, pero se necesita de ciudadanos responsables y activos que estén dispuestos a manifestarse no sólo a través de protestas y pancartas en las calles. Tampoco basta con participar únicamente en las redes o internet.

Hoy en día la ciberpolítica permite que los ciudadanos se organicen a través de las redes pudiendo tomar decisiones con fuertes impactos globales e institucionales. La utilización de los recursos tecnológicos lleva a nuevas formas de comunicación que pueden ser articuladas dese la ciudadanía como una manera inclusiva e inteligente de participar en los procesos políticos.

Somos más críticos, buscamos otros medios de articulación y participación, podemos castigar las malas gestiones de los gobiernos, podemos censurar a los partidos políticos, sabemos que a través de las redes podemos exigir rendición de cuentas, podemos fiscalizar o hacer seguimientos del desempeño gubernamental, inclusive podemos combatir la corrupción desde un simple tuit. Estamos ante una nueva tendencia, es el momento de los ciberciudadanos, pero desconocerlo por pereza política sería imperdonable para nuestra generación.

@JavierUrreaC