Migrar significa desplazarse de un lugar a otro por distintas causas, estando fuera o dentro de las fronteras. Es un comportamiento natural y en ocasiones forzado, que merece ser abordado desde una perspectiva universal capaz de superar los enfoques geográficos.
Más allá de las innumerables barreras territoriales y que existe una ley no reglamentada, la 1465 de 2011, por la cual se crea el Sistema Nacional de Migraciones; nos enfrentamos ante un gran desafío que emerge desde nuestros propios comportamientos y se desarrolla dentro de un ámbito cultural. Estamos ante un profundo grado de desarticulación que nos impide ser la máxima expresión de una sociedad civil organizada.
Desde un punto de vista antropológico, manifestaciones como el ego y la envidia intentan dar respuesta a la dificultad para trabajar alrededor de objetivos comunes. No logramos aprender de la cultura ancestral, donde nuestros maestros indígenas son capaces de trabajar en equipo y cada uno desde su oficio es corresponsable con el grupo. Dicha corresponsabilidad necesita ser identificada por la sociedad civil de tal forma que pueda auto-organizarse en medio de su diversidad e independencia para unirse alrededor de intereses ciudadanos.
Históricamente la sociedad civil ha pasado por varios cambios. Sus inicios se remontan en la ideas de Aristóteles donde la ciudadanía estaba muy compenetrada con el Estado en una misma polis y la ética actuaba como una bisagra que lo unía todo en una misma comunidad política. Con el tiempo, la ética se transformó y la sociedad civil se separó del Estado con el objetivo de limitar sus poderes absolutos. Al final fue la sociedad civil quien legitimó al Estado dando lugar a la creación del poder legislativo, ejecutivo y judicial.
La sociedad civil hizo parte de la génesis de la división y equilibrio de los poderes públicos y en ese sentido no podemos perder de vista los alcances de la misma. La sociedad civil es un espacio de libertad, que bajo la filosofía de Immanuel Kant se fundamenta en la pertenencia a los derechos universales y no exclusivamente a los derechos en un territorio.
Por otra parte, resulta que en Colombia existe una comisión intersectorial para las migraciones que no funciona desde su creación en 2003 y debería de actuar como brújula para la elaboración de las políticas públicas migratorias. Dicha comisión es intergubernamental y no tuvo en cuenta a la principal fuente de información y transformación de la política publica migratoria. Es decir, se diseñó sin tener en cuenta al migrante.
No obstante, allí radica la importancia de una sociedad civil organizada, porque por primera vez, en 2016, se abre un diálogo directo con el gobierno para que sea la misma ciudadanía quien se encargue de marcar una hoja de ruta que permita tres acciones, que al mismo tiempo pueden platearse como desafíos para la sociedad civil: autogobernarse, dialogar y concertar.
Aún no se ha definido la forma y los mecanismos para organizarse como sociedad civil con intereses en temas migratorios. Esa discusión habrá que debatirla y consensuarla. Luego viene una fase de diálogo, donde se debe aprender a escuchar activamente y respetar los argumentos de los demás sin imponer verdades absolutas o rebatir desesperadamente.
Finalmente se debe concertar con el Estado, llegar a acuerdos que permitan una auténtica participación con poder decisorio y vinculante de la sociedad civil para incidir en las políticas públicas migratorias. Se debe buscar un equilibrio con el poder legislativo y el poder gubernamental para que sea la propia sociedad civil quien tenga un rol protagonista en el mejoramiento de la calidad de vida y dignidad de la comunidad migrante colombiana.
Ponerse la camiseta, salir a la cancha, correr solo, nombrarse capitán, hacerse un autopase y meter el gol del mundial no servirá de nada. Nuestro primer desafío consiste en correr juntos, jugar en equipo, escuchar, respetar, aprender de los demás, vencer nuestras envidias y ganarle a nuestro propio ego. El partido no es contra nosotros mismos, sino contra todo aquello que durante años ha denigrado la condición humana del migrante colombiano.