Los partidos políticos creen ser la voz de los que no tienen voz, pero en el fondo es su propia voz la que escuchan o quieren escuchar. Se hablan entre ellos pero no hablan con la ciudadanía. Uno de los errores más graves hoy en día de los partidos políticos se da cuando se autoproclaman portavoces de los ciudadanos, y van tomando el lugar, la palabra y la voluntad de la sociedad civil, negociando y decidiendo en su nombre, sin sentirse obligados a considerarla, ya sea para consultar o sea para informar.

Las opiniones y demandas de la población, difícilmente son recogidas, canalizadas y transmitidas al sistema político por parte de los partidos. La distancia entre lo que la población pide y lo que los partidos demandan, es abismal. En general, lo que los partidos traducen como demandas ciudadanas es lo que ellos consideran como tales, en función de sus agendas mediáticas, populares o electorales.

La población no se siente representada por los partidos políticos. Los partidos representan legalmente a la ciudadanía, pero la ciudadanía no los reconoce. Los partidos gozan de representación política institucional, pero carecen de representatividad social. Se han preocupado más en anclarse como órganos dentro Estado que en desempeñarse como instituciones representativas dedicadas a defender los intereses de sus electores.

Miremos el caso de los colombianos en el exterior que cuentan con dos espacios en la Cámara de Representantes ocupados por el Partido de la U y el Partido Mira. Ambos hacen parte de la circunscripción especial internacional y han sido elegidos para representar los intereses de la migración colombiana. Al revisar los datos de la organización Congreso Visible, encontramos que tan solo el 10% de sus proyectos de ley están directamente relacionados con los colombianos en el exterior. Es decir que el 90% de su gestión parlamentaria representa otros intereses. 

Paralelamente las demandas sociales antes canalizadas por los partidos, ahora se expresan cada vez más y de manera directa a través de las redes sociales, las acciones y las protestas ciudadanas. La población prefiere actuar directamente porque desconfía de los partidos políticos y porque encuentra mecanismos para incidir en las agendas legislativas o del gobierno. Por ejemplo con la iniciativa «REDforma Política» (ejercicio democrático para incluir ideas y propuestas ciudadanas en la reforma política),  la ciudadanía logró incluir iniciativas de democracia digital en la actual reforma política que se discutirá y debatirá en el Congreso de la República de Colombia.

Uno de los factores que desencadena en la inconformidad con los partidos políticos es el descontento con las formas habituales de hacer política. La práctica política se ha mostrado incapaz de producir y reproducir el sentido del orden democrático. Las organizaciones partidarias son cada vez más especializadas y burocratizadas, de tal forma que no aseguran identidades colectivas y mucho menos crean sentidos de pertenencia.

Dentro de la cotidianas formas de hacer política, el ciudadano común ve con recelo a aquellos partidos políticos que aun conservan la atracción por el discurso abundante, redundante y populista. Esto suele ocurrir sobretodo en campañas electorales, donde los candidatos de los partidos, asumen todo tipo de compromisos con el electorado, para luego no sólo incumplir, sino hacer exactamente lo contrario.

El comportamiento indiferente hacia los partidos, también es provocado por el distanciamiento ideológico. En este sentido, la racionalidad ciudadana para participar en eventos electorales, depende más de intereses individuales para solucionar problemas concretos; que de intereses sociales basados en la pertenencia ideológica. Se cuestiona la escasa visión de los partidos políticos para incluir dentro de sus programas políticos un proyecto a largo plazo capaz de agrupar los intereses comunes y las aspiraciones de la mayoría.

Los partidos no han logrado funcionar conforme a las demandas y expectativas de la ciudadanía, lo que pone en entredicho su función central en el sistema político, que es la de ser estructuras de mediación entre la sociedad y el Estado. El desinterés ciudadano es común y se presenta como una manifestación de desconfianza frente al Estado en general, y con los partidos políticos en particular. Hay una crisis de representación de los partidos que solo puede ser superada por modelos de autorepresentación ciudadana.

 

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