Latinoamérica ha dado un giro político importante, hacia la izquierda. Algunos definen como las causas de este giro a las políticas neoliberales, la extrema pobreza o el olvido de Estados Unidos por la región. Otros mas optimistas hablan de una nueva identidad regional, una nueva búsqueda del modo de hacer política en América Latina y del surgimiento de lideres con una nueva visión del continente y sus naciones.
Dentro de este giro Latinoamericano hacia una nueva izquierda, que al final resulta siendo la misma, Colombia se ha posicionado como el último bastión de la derecha, del neoliberalismo y de la influencia Americana en la región. Se ha denominado como el país que ha “Mantenido” su sistema político y ha “Ignorado” los vientos de cambio que soplan en la región. Nada más alejado de la realidad que esa visión. Colombia ha cambiado quizás más que cualquier otra nación latinoamericana en los últimos 6 años. El país que tenemos hoy no es ni sombra del que había a finales del siglo XX. La situación Colombiana siempre ha sido más compleja que la de nuestros vecinos, sino economicamente, si lo ha sido socialmente. Nuestros conflictos, la mezcla de narcotráfico y poder, político y militar, han significado retos de una complejidad que pocos países han enfrentado en el mundo.
Las naciones latinoamericanas que han girado a la izquierda como Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil, Ecuador y Nicaragua, entre otras, lo han hecho de diferentes maneras y por diferentes razones. En casi todas ellas prima la pobreza y la desigualdad social como motivo fundamental. La manera como se ha implementado, sin embargo, es diferente; con acciones que van desde el casi totalitarismo de Chávez en Venezuela, con la mayor responsabilidad social acompañada de disciplina política y económica de Lula en Brasil.
Este giro a la izquierda no le servía a Colombia. Con nuestra situación de violencia e inestabilidad, el país necesitaba un giro a la derecha, que le devolviera al gobierno el control del estado que hacia mucho tiempo estaba debilitado, que le demostrara a los violentos que el imperio de la ley todavía se podía asomar en el país. Hasta la pobreza o el desempleo pasaron a un segundo plano como motivo de preocupación de los colombianos. La seguridad era prioridad para todos, ricos y pobres. Y mientras la izquierda promovía el dialogo y las negociaciones sin fin, la derecha democrática, como se hace llamar la política del presidente, promovía la mano dura con puertas abiertas pero sin condiciones. Ese giro, poco analizado en la región, ha sido más dramático en resultados y en términos políticos, que muchas de las transformaciones de la nueva izquierda latinoamericana.
Ahora bien, la polarización que estas diferencias ideológicas esta creando en América latina esta comenzando a ser algo preocupante. Ya hay claros indicios de la infiltración de Chávez en la izquierda Colombiana para impulsar su “revolución” en el país. De igual manera, presidentes de algunos de los países que han girado a la izquierda están cambiando sus constituciones para permitir reelecciones indefinidas, implantando modelos políticos y de producción que ya demostraron su fracaso a nivel mundial, y otras tantas cosas que poco a poco irán debilitando la democracia, tan duramente ganada, en la región. Adicionalmente a esto, lo mas lamentable es que los Estados Unidos parecen darle la espalda una y otra vez a sus principales aliados en la región, generando un mayor sentimiento antiamericano y creando en los pueblos del continente esa sensación de traición que los lanzaría a los brazos de esa nueva izquierda anti-imperialista. Que es lo que esta nueva izquierda quiere para América Latina? Mayor justicia social y mejoramiento de las condiciones de los mas pobres? Todos estamos de acuerdo con esos ideales. Como lograrlo es la diferencia. Un club de pobres cerrado al mundo solo va a garantizar que sigamos siendo pobres. Un club de pobres dispuesto a negociar con los otros clubes del mundo, que nos de poder de negociación y decisión, es una alternativa mucho mas benéfica. Chávez y su estilo quieren un club donde la primera condición sea desprecio por las naciones ricas del mundo y la creación de una total cohesión entre los países en desarrollo para enfrentar los avances imperialistas de los ricos. Un club como el que, por ejemplo, quiere liderar Brasil, se ha orientado a unir los países en desarrollo para obtener un mayor poder de negociación y peso a nivel mundial, y con ello poder negociar en condiciones más similares con los países desarrollados. Esto ya ha dado sus frutos en las ronda de Doha y en otros escenarios internacionales.
Colombia por ahora esta siguiendo su propio camino, en el medio, entre la confusión de seguir siendo el aliado irreversible de los Estados Unidos, gracias en parte a ese lazo infame del narcotráfico, y la intención de unirse mas a los países de la región para abrir su economía y mejorar sus condiciones internacionales. Nuestros líderes han sido ciertamente ágiles en manejar estas diferencias constructivamente, pero si elementos como el tratado de libre comercio con EEUU no se concretan, dos elementos son visiblemente importantes: Primero, que tal vez no es la estrategia mas inteligente basar toda nuestra política y expectativas en un tratado con los Estados Unidos cuando este país no parece valorar esa alianza, por lo menos en el campo económico; y segundo, que ese hecho no se debe convertir en el elemento que empuje a Colombia al lado de la izquierda Chavista de América Latina, sino al lado de las naciones del continente que están buscando lograr una unión que permita integrarnos al mundo en condiciones mas benéficas y justas. El pueblo Colombiano tiene que tener las diferencias muy claras en la mente porque al final somos nosotros los que decidimos; como lo hicimos con Álvaro Uribe hace 6 años; hacia que lado de la lucha ideológica de la región nuestro país va a girar en los próximos años.