La corte suprema de justicia, el único órgano de los tres poderes públicos no elegido por voto popular, está cuestionando la legitimidad de la ley de reelección que permitió un segundo mandato del presidente Uribe. A pesar de que la respuesta del presidente de repetir las elecciones del 2006 parece salida de tono, lo que pretende es lograr no solo cuestionar dichos juicios políticos de una corte que quiere legislar desde los estrados judiciales, una de las críticas que se le hacen a todas las cortes supremas con poderes y atribuciones similares (Basta ver las constantes críticas al poder legislativo que se ha auto-otorgado la corte suprema de los Estados Unidos), sino demostrar claramente una verdad que la oposición y el estado colombianos a veces parecen complacientemente y acomodadamente ignorar: La democracia es un juego de poder.
En el dilema del político de Barbare Geddes, una de las obras que estudian más claramente la cultura política latinoamericana, pero en particular la esencia del funcionamiento político de un sistema de gobierno, explica claramente lo siguiente: “ El presidente de una nación, así como sus compañeros de coalición, se enfrentan a un conflicto desquebrajado entre su propia necesidad inmediata de supervivencia política y unos intereses colectivos de más largo plazo para el desarrollo económico y la estabilidad institucional del régimen político. Ese es el dilema del político”. En Colombia la oposición está no solo ignorando la institucionalidad sino la realidad del juego político y de la democracia, juego que todos ellos conocen a la perfección pero que usan a su antojo para obtener ganancias políticas frente a un líder que en el proceso electoral, que al final es el que le da legitimidad al gobierno, parece imposible de derrotar.
Frente a este dilema tan claro se enfrentan todos los gobernantes del mundo. Los compromisos políticos son necesarios para el funcionamiento de la democracia y sus instituciones. Quienes están en el poder son individuos que tienen sus propios intereses y representan grupos de interés que tienen un nivel de influencia en la sociedad. En términos generales, el gobernante tiene el interés de mantenerse en el poder, y sus opositores de evitar que se mantenga. El presidente Uribe, para poder continuar con la transformación política y económica de Colombia tenía que garantizar la posibilidad de que su permanencia en el poder fuera posible de manera constitucional, nunca intento hacerlo de otra forma, dejando sin piso las acusaciones absurdas de la oposición sobre dictaduras y autoritarianismo. El gobierno hizo lo que cualquier gobierno en el mundo hace para promover sus políticas e intereses particulares, que, como los resultados en las urnas lo demuestran, son los intereses de la nación en general. La política es sobre compromisos, mutuos beneficios que permitan lograr acuerdos. Los Demócratas lo intentaron con Bush para aprobar el TLC con Colombia y por Bush no ceder entonces no hubo TLC. Los españoles con las leyes que permitieron la Autonomía de las regiones a cambio de mayores compromisos en el manejo de los botines políticos locales y su respeto por la unidad nacional. EL Gobierno para poder continuar con su proyecto político necesitaba influir las fuerzas políticas en juego para lograr un acuerdo que permitiera su continuidad en el poder y llenara las aspiraciones de aquellos grupos con intereses particulares. Lo importante es que se haga dentro de un marco legal que no lleve a manejo indebido de fondos, corrupción o debilitamiento de las instituciones, como en efecto nadie puede probar que haya ocurrido con el episodio de la reelección.
Y lo más importante de todo es que la prueba más grande de la importancia de este cambio y el medidor verdadero de la conveniencia de ello, son las elecciones donde el pueblo expresa su voluntad popular, que abrumadoramente, como nunca antes en Colombia, apoyó el proyecto político de un presidente que hizo lo que cualquier político en el mundo haría, dentro del marco constitucional y democrático, para mantenerse en el poder y así mantener sus esfuerzos, refrendados por el elemento más importante de la democracia, que es el pueblo,  para continuar su proyecto de nación en Colombia. Muchas decisiones se toman dentro del juego político sin que el más afectado por ellas, que es la población, pueda tomar parte en ellas. Esta decisión, que cambió y está cambiando la historia de Colombia, se logró a través de la política y su juego de poder, pero se refrendó y consolidó con el apoyo total de ese que llaman el constituyente primario, por lo que a pocos hoy les queda duda que fue una buena decisión para Colombia.