Hacemos parte del famoso hemisferio sur, esa área del mundo que geopolíticamente se ha visto rezagada no solo a nivel económico y social, sino estratégico. Pareciera que la historia ha condenado al sur a ser dominado, manipulado o aprovechado por el norte. Hay excepciones claro está, pero en su gran mayoría las naciones del hemisferio sur tienen un papel pasivo, secundario y rezagado en el contexto mundial.
Si vamos a los detalles, Latinoamérica, África y el sur de Asia han visto el mundo con una perspectiva diferente desde sus comienzos históricos. Dominados por las potencias Europeas enduraron una transformación cultural y social que marcó su destino y su pensamiento colectivo para el futuro. Muchos analistas atribuyen nuestros “males” a la subyugación histórica a la que nos vimos sometidos. Sin embargo, el continente asiático ha experimentado un “resurgimiento” producto de su historia, su idiosincrasia y sus inmensos recursos económicos y humanos, que han permitido que el lastre histórico de la colonia de paso a una nueva posición internacional de liderazgo que hoy vemos reafirmada cada vez mas.
Es entonces interesante observar algunas diferencias entre las regiones del sur, específicamente Latinoamérica y África. Comencemos analizando el desarrollo histórico de África y Latinoamérica. Las diferencias políticas, sociales y económicas son evidentes, producto de un proceso de independencia y desarrollo que comenzó 100 años antes en Latinoamérica que En África. Los países africanos lograron su independencia en el siglo 20, algunos hace apenas 40-50 años. Los países latinoamericanos están en su mayoría cercanos a los 200 años de historia como naciones soberanas. Sin embargo, África, con todos sus problemas, parece tener un mayor peso geopolítico que América latina. El turbulento pasado y presente político de África, y más importante aún, su inmensa riqueza natural, la ha puesto en el centro de la atención mundial, no siempre por las mejores razones, pero le ha dado un protagonismo importante. Organismos internacionales tienen políticas específicas para África y las naciones del mundo ponen sus ojos en un continente que muchos ven como el más cercano al fracaso político y humano, pero también como el más importante de las regiones en desarrollo para el futuro mundial. Sus líderes sin embargo, tristemente como los latinoamericanos, no han sabido aprovechar esa situación para posicionar sus naciones en el concierto mundial con un mayor peso político y con mejores posibilidades de desarrollo.
Latinoamérica por su parte ha tenido dos características que han evitado el surgimiento de la región como un polo de importancia económica y política. El primero es indiscutiblemente la sombra e influencia de los Estados Unidos. El segundo y más importante, es nuestra idiosincrancia Latinoamericana. Las naciones de nuestro continente han vivido y viven oleadas de nacionalismo, proteccionismo, desarrollo dependiente, parroquialismo y una visión claramente local del mundo. Para muchos países latinos el mundo exterior es un problema, un peligro, o ambos; y el desarrollo solo se lograría cerrando las puertas al resto del planeta e implementando políticas de proteccionismo, nacionalización de industrias, control o eliminación de la inversión extranjera, etc… Al final, Latinoamérica perdió décadas históricas que hubiera podido usar para incrementar su influencia a nivel internacional y lograr un posicionamiento más acorde con su avance histórico. La idiosincrasia de la región y sus pueblos ha sido probablemente el mayor obstáculo
Pero, está el sur comenzando a despertar? La coyuntura económica actual presenta una oportunidad de oro para que así sea. Por primera vez en décadas y posiblemente en la historia de las naciones del sur, Las condiciones económicas y políticas son las más favorables y las más independientes de los tradicionales centros de poder mundiales. La crisis económica en los Estados Unidos y Europa no ha afectado al sur del mundo de la manera que antes lo hubiera hecho. La solidez económica de la mayoría de las naciones Latinoamericanas y el nivel de inversión extranjera han superado todas las expectativas. Estas circunstancias deben ser aprovechadas por el llamado sur del planeta para convertirse en un actor determinante en el mundo. Usar la influencia económica para estabilizar las reglas de juego en el mercado, definir nuevos escenarios y organismos económicos internacionales donde exista un mayor poder de consenso y menor control de las grandes potencias actuales, promover el desarrollo de alianzas y acuerdos comerciales y políticos con las naciones que ahora dependen de nuestras economías para su desarrollo, y más importante que cualquiera de estas estrategias, dar un vuelco total interno, de idiosincrasia, cultura y visión de nosotros mismos, para que encontremos el nuevo valor de nuestras naciones, eliminando de ese pensamiento colectivo las ideas de subdesarrollo, pequeñez y poco peso internacional que nos han acompañado a través de nuestra historia. Latinoamérica se ha rezagado en el juego de la Geopolítica mundial. Hoy las circunstancias nos dan una oportunidad histórica para redefinir esa posición y “alcanzar” el resto del mundo, para que la región finalmente se posicione con la importancia económica, de recursos, política y estratégica que tiene. Depende ahora de los pueblos y sus líderes aprovechar este momento o dejarlo resbalarse de nuestras manos. Es el momento de pensar en una nueva Latinoamérica, totalmente integrada al concierto mundial, con alianzas duraderas y provechosas con los líderes tradicionales de la economía y la política internacional y con una nueva concepción de su papel como naciones individuales y como región: El papel de convertirse en el motor de cambio y desarrollo económico y político internacional. Esta es la oportunidad, este es el momento adecuado para ser más asertivos y decididos. Las condiciones nunca han estado tan alineadas para que eso sea posible.