El 2009 comenzó y con el año empieza de igual manera el juego político para el nuevo periodo de elecciones y posesiones que se avecinan. Comienza sin embargo con dos grandes elementos en los que nos enfocaremos: La sorpresiva posición de Piedad Córdoba frente a la contienda electoral y el continuo debate frente a la posible aspiración del presidente frente a un tercer mandato.

La política es un arte. Es el arte de jugar un juego complejo pero infalible. Un juego de poder y de sostenimiento de alianzas, apoyos, cuotas burocráticas, equilibrio entre los diferentes grupos de poder, y en una democracia, un aceptable nivel de aceptación popular. Personalidades con poder político tienen que mantener un hábil manejo de todos estos elementos para lograr el objetivo final de todo político: Lograr acceso a una posición de representatividad popular y poder. Cargos burocráticos se ven como elementos de ascenso, de posicionamiento, para lograr ese objetivo final.

Ahora, las herramientas, tendencias y «oportunidades» que un político eligen para lograr ese objetivo son las que realmente determinaran su nicho de aceptabilidad en el electorado y su grupo de apoyo dentro de la burocracia y los grupos de poder. Algunos políticos invierten más en lograr el apoyo de los grupos económicos, sociales y políticos establecidos, con menos interés en el apoyo popular, por lo menos no más de lo necesario. Otros políticos se lanzan contra el establecimiento como herramienta para obtener un gran apoyo popular que les permita vencer la presión burocrática y de los grupos dominantes de la sociedad y así acceder a posiciones de poder.

Es con respecto a estos «principios» establecidos del juego político (si es que se pueden identificar principios establecidos), que Piedad Córdoba es un fenómeno difícil de explicar. La senadora basa su proyecto de acceso al poder en convertirse en la vocera de los colombianos afectados por el secuestro. Su lucha por lograr la liberación de los secuestrados es lo que le ha dado capital político. Sin embargo su constante afinidad con Hugo Chávez y las FARC le han dado una imagen absolutamente negativa con la gran mayoría de los colombianos, y con un sector mayoritario de los grupos políticos y económicos del país. A pesar de todo esto recientemente en una encuesta Piedad resultó como la dirigente liberal con mayores posibilidades de convertirse en la candidata del partido, en caso de que hoy se desarrollara una consulta popular. Los resultados dejaron preocupados a los dirigentes del partido al punto de tener a algunos de ellos proponiendo su expulsión del liberalismo, para evitar una derrota contundente en las elecciones presidenciales. El hecho es que Piedad cuenta con apoyos mayores a los que todo el país esperaba, y es claro que la senadora está trabajando intensamente en promover y aumentar dichos apoyos, cualquiera que ellos sean. Lo delicado de esta situación es que el juego político de Piedad Córdoba está basado en un capital creado a base del dolor de los secuestrados y la negociación de su liberación, dejando atrás la realidad de su condición de prisioneros ilegales de un grupo terrorista, con los que ninguna negociación debería ser siquiera propuesta, o por lo menos nada diferente a su inmediata liberación. Adicionalmente el apoyo de figuras internacionales con las que nuestro país tiene serias dudas y desacuerdos, hacen de su proyecto político algo preocupante e incierto.

El presidente Uribe es el otro fenómeno de esta contienda. Un líder que ha transformado el país y que basa su capital político un apoyo de los grupos de poder y del pueblo de manera mayoritaria. Es en esta realidad donde el fenómeno de Uribe es difícil de explicar. Normalmente un presidente del establecimiento de poder, como lo es Uribe, es impopular, pero en este caso el pueblo en su gran mayoría apoya a un presidente que tiene todo el aparato económico, político y social a su lado, apoyando su proyecto de gobierno. La explicación está en su comienzo político. Uribe invirtió su capital y definió su proyecto de manera muy clara al convertirse en el abanderado de una solución radical y firme frente al problema más grave que el país ha sufrido: La violencia irracional del conflicto entre un estado imperfecto pero legitimo, y unos grupos de paramilitares, terroristas y narcotraficantes diseñados para derrumbar el estado e implantar la anarquía como medio de sostenimiento de su imperio del delito. Colombia estuvo cerca de convertirse un estado fallido, al nivel de los peores países africanos. Uribe identificó esta preocupación que todos los Colombianos sin distinción compartían y sufrían. Recogió la inconformidad del pueblo con un gobierno incapaz de protegerlo, corrupto, ineficiente y débil, y prometió lo que todos los Colombianos y los grupos de poder esperaban: restablecer el imperio de la ley en todo el país, recuperar la dignidad de la nación y sus instituciones, abrir las puertas a una nueva imagen de Colombia ante el mundo, desmovilizar o exterminar los grupos violentos de Colombia, y no negociar hasta que haya una clara voluntad de paz, desmovilización y reintegración a la vida civil.

La realidad es que el fenómeno político de Uribe continúa porque, a diferencia de la mayoría de los políticos, Uribe ha cumplido. Y le ha cumplido al país, no solo a los grupos de poder, sino al pueblo. Es ahí donde el presidente tiene un enorme capital político para su aspiración reeleccionista. Adicionalmente es un jugador altamente hábil de ese juego político. La burocracia esta en sus manos, los grupos de poder lo respaldan y el pueblo lo ve como la única alternativa para continuar mejorando. La reelección es un asunto legal y de luchas por un poder que Uribe y su burocracia quieren mantener, y que una oposición, ya 8 años por fuera de ese poder, no está dispuesta a dejar ir por 4 años más. Es también un asunto de líderes que ven su camino al poder dilatado por un tercer mandato del presidente, pero que son conscientes que en la Colombia de hoy, como en muy pocas ocasiones antes, es el pueblo y su democracia los que determinan quien debe ser su presidente. El poder burocrático amasado por un presidente en 12 años puede significar un detrimento de la legitimidad de las instituciones, pero no es así en naciones de regímenes parlamentarios donde los presidentes pueden permanecer décadas en el poder. Colombia no tiene un régimen parlamentario, así que hay herramientas que deben adicionarse a la democracia Colombiana para fortalecer la oposición y controlar el poder del presidente, que hagan de la reelección un instrumento seguro y benéfico para nuestra democracia

Piedad Córdoba y Álvaro Uribe, dos fenómenos políticos que a la luz de esas «reglas establecidas» del juego político son lideres inusuales, son la muestra clara de que en Colombia es por fin el pueblo el que está poniendo parte de las reglas en ese juego. Independientemente de nuestros acuerdos o desacuerdos con sus políticas, propuestas o apoyos, el hecho de que estén en el espectro político de nuestra nación es un elemento que demuestra la vitalidad que nuestra democracia ha ganado y que, ahora más que nunca, es fundamental que ejerzamos nuestro deber de elegir quien ofrezca el mejor rumbo para Colombia, ahora más que nunca, importa.

Los 5 hechos mundiales esta semana:
– El atentado «Accidente» contra Morgan Tsvangirai en Zimbawe. EL mundo tiene que abrir los ojos frente a la barbarie que Mugabe y sus asesinos están perpetrando en esa nación africana. Los últimos hechos son una burla a la comunidad internacional, que a veces parece contentarse con actos simbólicos y paños de agua tibia frente a un dictador que parece decidido a exterminar a quien se le oponga en su camino por perpetuarse en el poder.

– La crisis En la unión Europea que se cierne sobre los nuevos y más débiles miembros, y que está creando los primeros resquebrajamientos de esa alianza continental, ya que los países mas fuertes deben apoyar a los más débiles, pero sus problemas internos y la alta impopularidad de la Unión Europea a nivel local, hacen cada vez más difícil que puedan cumplir sus obligaciones comunitarias. Una verdadera prueba de la validez y seriedad de la unión es lo que los miembros enfrentan hoy.

– El dramático cambio de rumbo en la diplomacia norteamericana en las 2 últimas semanas, abriendo caminos de diálogo con Irán, Corea del Norte y proponiendo «Borrón y cuenta nueva» con Rusia, además de exigir a cualquier nuevo gobierno de coalición en Israel que reconozca la solución de 2 estados para el conflicto Israel-palestina, como condición fundamental para continuar con el apoyo Norteamericano.

– La sorpresiva orden de captura contra el presidente de Sudan para que responda por sus crímenes ante la corte internacional de Justicia. Es la primera vez que un jefe de estado en ejercicio es requerido por la corte. La reacción del dictador Sudanés era de esperarse, pero las implicaciones de esta acción para líderes con comportamientos similares son profundas.

– La crisis económica en la China está provocando temores claros sobre el retroceso de esta nación en su lucha contra la pobreza, hasta ahora considerada un éxito inigualable. Millones de Chinos han tenido que volver a sus provincias después de haber perdido sus empleos, volviendo a condiciones de pobreza que no se veían hace casi 20 años en esta nación