Las declaraciones del vicepresidente este fin de semana no podían ser más claras: Colombia puede que aun necesite el apoyo norteamericano del plan Colombia, pero no lo necesita tanto como para continuar aguantando el atropello a la dignidad nacional por parte del gobierno Norteamericano, todo para recibir 500 millones de dólares que el país tiene como sostener internamente. El gobierno corrió a corregir las declaraciones del vicepresidente, aunque hay evidencias claras de que esa es la posición interna del mismo gobierno, lo que pasa es que públicamente no se puede decir algo semejante.
En realidad, es importante cuestionar seriamente la alianza norteamericana con Colombia. No en el sentido de orgullo nacionalista y «dignidad» nacional, concepto que es bastante complejo y dado a interpretaciones personales o políticas que de hecho pueden convenir a intereses particulares, sino en el sentido de los intereses nacionales.
Ese concepto de interés nacional, perfectamente manejado por los Estados Unidos en su política exterior, es casi que inexistente en la política exterior de Colombia. Es el momento de preguntarse, como lo hacia el vicepresidente pero en términos diferentes, de que nos ha servido esa alianza inequívoca y absoluta con el Gobierno norteamericano, y más aun, de que nos va a servir con el nuevo Gobierno de Barack Obama. Ese es el tipo de debate que debe darse, más que salir a decir al mundo que el País no necesita el apoyo de los Estados Unidos porque es un asunto de «Dignidad nacional».
Es claro que el plan Colombia no es gratuito, ni una iniciativa altruista del gobierno norteamericano. Es un plan destinado a proteger los intereses norteamericanos. Nadie se gasta 550 millones de dólares al año sin esperar beneficios por ello. Si bien es cierto que las condiciones pueden ser algunas veces incomprensibles en la relación de dos estados soberanos, no son descabelladas y representan tristemente el matiz de la relación que se ha creado entre las dos naciones, basado en el narcotráfico y el terrorismo. Sin embargo, es indiscutible que el plan Colombia le ha servido al país para modernizar sus fuerzas armadas, invertir en desarrollo social y económico en muchas áreas del país y lograr con ello los éxitos militares que hoy han convertido a Colombia en una nación con una economía estable, sistema político solido y unas condiciones de seguridad mejores que la mayoría de las naciones del continente. Independientemente de las condiciones americanas, los resultados favorables para Colombia son quizás más visibles que los supuestos beneficios que los Estados Unidos han recibido de billones de dólares invertidos en Colombia para luchar contra el tráfico de drogas. El flujo de esas drogas no cesa y el consumo de ellas tampoco disminuye en la sociedad americana, pero la guerra interna contra la guerrilla y los carteles si se está ganando. Es por ello que estas iniciativas hay que mirarlas de un modo más pragmático, analizando nuestra conveniencia como nación y lo que esa «sumisión» al poder norteamericano nos cuesta, en comparación a los beneficios que obtenemos por ello. Hasta ahora el balance es a nuestro favor.
Ahora, es sensato analizar las condiciones hacia el futuro. El hecho de ser el aliado más confiable de los Estados Unidos en el hemisferio, el único país en América latina donde la imagen de los Americanos es positiva, parece no ser suficiente para que el congreso y el estado de ese país nos entreguen su muestra de confianza y apoyo más importante: el tratado de libre comercio. Mientras naciones abiertamente enemigas o antagonistas de los Estados Unidos como China, Turquía, varias naciones europeas e incluso Rusia reciben mayores tratamientos preferenciales y concesiones económicas, El congreso norteamericano en una muestra de total populismo e ignorando la realidad de la alianza con Colombia se ha empeñado en bloquear el afianzamiento de la integración económica basado en posibles violaciones de derechos humanos, cuando los progresos en este campo son claramente palpables en Colombia, no pudiendo decir lo mismo de los Chinos, los rusos o los turcos.
Pero aquí una vez más se ve la maestría Americana en el manejo de sus intereses a nivel mundial. Mantener contentos a los chinos y los rusos en estos momentos es un asunto de seguridad nacional en Estados Unidos, debido a que la estabilidad de la economía norteamericana depende de los primeros, y a la estabilidad del medio oriente y Asia, y por ende de los intereses americanos en el área, depende de los segundos. El tratado de libre comercio con Colombia no tiene importancia estratégica (Equivocadamente visto así por el congreso norteamericano) y por ello lo usan como una herramienta para mostrar el interés por proteger los derechos humanos en el mundo y los derechos laborales de los americanos.
Es esa misma maestría la que tiene que dirigir nuestro rumbo en las relaciones Con los Estados Unidos. La actual relación para Colombia conviene si nos lleva a instrumentos permanentes de integración, benéficos para ambas naciones. Colombia de igual manera tiene que elevar su importancia estratégica en una región cada vez más antiamericana, y combatir la miopía Americana que nubla su visión de Latinoamérica y su importancia hemisférica. Si esto no es posible, Colombia debe revaluar seriamente sus relaciones con el gobierno Norteamericano, sin dejarse llevar por nacionalismos absurdos, propios de discursos como el venezolano o el ecuatoriano. Modelos como el brasilero sería importante revisar si nuestra relación con los estados Unidos tiene que cambiar. Buenas relaciones con los Estados Unidos siempre serán benéficas, pero lo son si son importantes y soberanas para ambas partes por igual. Una alianza donde se llega a un punto muerto, donde avances hacia términos más duraderos y positivos no se logran, tiene que ser reevaluada. Colombia se acerca a ese punto en sus relaciones con los Estados Unidos, claro está sin necesidad de Apelar a la «dignidad nacional» para ello, sino apelar a los intereses nacionales y nuestra conveniencia como nación.
Los 5 hechos mundiales esta semana:
– Las reuniones bilaterales del Presidente Obama con Brasil, China y otras naciones emergentes. Un signo claro que la recuperación de la economía mundial está hoy en las manos de las naciones en desarrollo, no de las desarrolladas.
– El repunte de las bolsas mundiales frente a las alentadoras noticias del sector financiero norteamericano. No indica esto para nada el fin de la crisis, pero si puede indicar que el fondo está cerca y la recuperación, aunque lenta y dolorosa, puede comenzar dentro de poco
– La cumbre del G20 para determinar el nuevo rumbo de la economía mundial y su recuperación, planeando estrategias para enfrentar la crisis actual y diseñar un sistema financiero mas solido y regulado
– La crisis en Pakistán y Afganistán que ponen en peligro estas dos naciones de convertirse en estados fallidos, con las terribles consecuencias que esto tendría para promover el extremismo islámico y deteriorar las condiciones de vida de millones de personas en esta región
– La situación de seguridad en Méjico en una guerra contra el narcotráfico que cobra ya miles de vidas al año y que se ha convertido en un problema de seguridad nacional para los Estados Unidos.