La cumbre de las Américas de hace poco más de un mes tuvo un espectáculo central: Barack Obama. El popular presidente norteamericano estaba en la mira del hemisferio. Se esperaba no solo por su impacto como persona y como líder que ha transformado la visión del mundo frente a los Estados Unidos, sino su impacto en las relaciones de la potencia del norte con el resto del continente, en el primer encuentro cara a cara con el resto de los lideres de la región

La verdad es que Obama no solo demostró con altas creces el porqué de tan altas expectativas sobre su gobierno, su estilo y sus convicciones, sino que inyecto nuevas energías a una relación decaída y quebrantada. Sus palabras y su comportamiento abren una nueva etapa de las relaciones entre Estados Unidos y el resto de América. Una etapa que parece estar marcada por la esperanza, la apertura a la conciliación y la nueva importancia que América latina va a tener para el gobierno Americano

Basta empezar con su giro dramático en asuntos como el libre comercio. Durante la campana Obama no solo expreso su claro desacuerdo con el tratado de libre comercio con Colombia, sino que también describió su intención de revisar el Nafta y congelar o revisar otras negociaciones orientadas al libre comercio. En la cumbre de las Américas, junto a la secretaria de estado Clinton, replanteo esta posición, abriendo las puertas no solo al tratado de libre comercio con Colombia, sino a nuevas relaciones comerciales con el resto del continente. De igual manera, reconoció la importancia de la región y su estratégica condición económica en la crisis actual. Latinoamérica parece ser esta vez parte de la solución al problema, y no parte de la crisis

Sin embargo, el giro en las relaciones diplomáticas es el más dramático. Su actitud con Hugo Chávez le costó a Obama grandes críticas del partido republicano en casa, pero demostró su interés de abrir un nuevo capítulo en las relaciones con América Latina. Obama claramente expreso su desacuerdo con lo que ocurre en Venezuela, pero de igual manera reconoció la legitimidad democrática de Chávez en su país, que aunque no nos guste le da el valor democrático que a veces parecemos olvidar. Los venezolanos libremente y por una clara mayoría lo eligieron como su presidente, no una, ni dos, sino por lo menos 3 veces, contando referendos revocatorios. Obama reconoce este hecho y claramente expresa su interés de manejar unas relaciones más maduras y centradas en los asuntos que verdaderamente importan entre Venezuela y los Estados Unidos. De igual manera Obama ha reconocido al Brasil como la potencia de este lado del continente y espera desarrollar fructíferas relaciones con esta nación y liderar el continente hacia nuevos acuerdos comerciales y políticos.

No parece aun que Latinoamérica se haya convertido en una prioridad en la política exterior norteamericana. Muchos asuntos internos y externos en el medio oriente y Asia toman prioridad, pero por lo menos un nuevo aire se respira en las relaciones con los Estados Unidos. El efecto Obama se ha sentido en América Latina. Ojala que esta administración reconozca el potencial y la importancia de una región cada vez más trascendental en el concierto mundial