Este año la Comunidad Andina de naciones cumple 40 años de existencia. Sin dejar de reconocer algunos logros importantes, lamentablemente son muchos más los desaciertos, pero sobretodo, las oportunidades perdidas. Esas oportunidades consistían en encaminar la región andina y el continente a un modelo de desarrollo e integración como el que Europa logró construir; Consistían en construir una verdadera comunidad que reflejara el sueño de Bolívar, pero el sueño realista, libre y democrático de una región unida y fuerte, convertida en una comunidad donde los esfuerzos y políticas se unen para crear una verdadera potencia económica y geopolítica; Consistían en abrir la región al mundo, pero no como naciones individuales sino como una comunidad donde las fortalezas de cada nación, libre y soberana, se unirían para presentar al mundo inmensas posibilidades y oportunidades; Consistían en la creación de una verdadera Comunidad
La realidad es que durante estos 40 años hubo logros importantes en términos del libre comercio, de la integración legal en algunos aspectos, de la cooperación y la financiación de proyectos comunitarios y de la creación de una serie de organismos que son necesarios para la construcción de una comunidad política de naciones libres y soberanas como lo que se quiso lograr con la CAN. Organismos como el parlamento andino, la corporación andina de fomento, el consejo de presidentes, la corte andina, entre otros, son avances importantes pero su papel nunca logró evolucionar a lo que realmente estaban destinados a desempeñar en la historia de la región y el continente.
Son más los elementos que no se lograron, que ahora hacen ver a la comunidad como un organismo anacrónico, estancado y con una total falta de visión y de importancia para el futuro de la región, pero peor aún, un organismo que no existen en las mentes y en la vida diaria de quienes realmente importan en todo este proceso: Los ciudadanos de la región Andina. Ese aspecto solamente determina el fracaso de este proceso, que pudo haber sido grande y haber cambiado el rumbo de las naciones andinas y sus pueblos a un futuro mucho más alentador y promisorio de haber seguido la ideología de la comunidad, y de haber buscado aplicar lo positivo de otros modelos de integración exitosos, que transformaron la calidad de vida de sus ciudadanos, como lo ha hecho la Unión Europea.
Sin embargo, no toda la culpa de este fracaso es de la comunidad misma. Al igual que la Unión Europea, las Naciones Unidas, o cualquier otra organización internacional, la comunidad es lo que sus estados miembros quieren que sea. A través de estos 40 años naciones se han unido y han renunciado, han promovido mayores avances y tratado de promover el crecimiento de la comunidad, o han tratado de atacar, disminuir y debilitar la importancia y el avance de los organismos comunitarios. Los giros políticos turbulentos de la mayoría de los países de la región, su historia de violencia e inestabilidad política, al igual que ese carácter nacionalista y populista de algunos de nuestros países, han sido grandes responsables de que el resultado de este esfuerzo de integración sea hoy débil y en algunos aspectos casi que irrelevante para las naciones de la región.
Pero no todo está perdido. La estructura está ahí, los principios están claros y el ideal persiste. Está en las manos de nuestros líderes convertir la CAN en lo que debe ser. Los países miembros se deben comprometer con la integración una vez más. La actual crisis económica mundial presenta paradójicamente una oportunidad formidable para consolidar instrumentos de integración que permitan explotar nuestras fortalezas individuales, y posicionar la región en el plano económico mundial con mayor fortaleza cuando la recuperación comience. La CAN esta débil, pero no está muerta. El fracaso actual se puede convertir en el renacimiento del sueño de unión que debemos sembrar en nuestra generación para que crezca, desde los pueblos del área Andina, como una conciencia comunitaria que nos llevara inevitablemente a la creación de una verdadera comunidad. La oportunidad aun existe.