No es la gripe porcina el único virus que está presente en nuestro continente. Parece que a los líderes políticos de la región les ha picado el virus de la reelección. Líderes de izquierda y derecha andan cambiando constituciones, citando constituyentes y referendos populares para permitir su estadía en el poder. Siendo este un fenómeno predominante de esa nueva izquierda populista en Latinoamérica, Colombia es la excepción con el presidente Uribe buscando una tercera reelección. Colombia no es solo la excepción al ser un gobierno de derecha, sino que es también el único gobierno de derecha donde la reelección se está buscando nuevamente.
Aunque lo que ha ocurrido en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Colombia, Nicaragua (en proceso) y Honduras (fallido por ahora), nos hace ver como en las peores épocas de nuestra historia política, o como naciones con juegos políticos típicos de Países en África donde sus líderes buscan perpetuarse en el poder, Lo que ocurre en Latinoamérica tiene una diferencia fundamental. Es un cambio buscado por sus líderes, pero refrendado en las urnas, con la excepción de Venezuela donde Chávez perdió el referendo popular, pero pasó la ley a través del congreso que es en su totalidad pro-gobiernista, con una oposición Venezolana débil y perseguida que no permitió tener la capacidad suficiente para evitar dicha reforma, y con unas elecciones regionales que le dieron un triunfo al régimen chavista, casi que refrendando el apoyo popular al presidente. De manera opuesta, lo que ocurrió en Honduras es una muestra clara de lo que ocurre cuando el pueblo no está de acuerdo con lo que el líder de turno quiere hacer. Esto hace ver cierta madurez política de América latina que parecía no existir frente a esta ola de reformas reeleccionistas que parecían crear nuevas dictaduras disfrazadas de democracias en la región.
Ahora, dentro de los procesos mismos de reformas constitucionales para permitir la reelección, hay diferencias marcadas entre naciones y gobernantes. Mientras el interés del líder venezolano es claramente el de perpetuarse en el poder con una reelección ilimitada que no tuvo apoyo popular, el de lideres como el boliviano o el ecuatoriano parecen ser, por ahora, extender sus respectivos periodos por una sola vez. En Colombia las iniciativas de reforma a la constitución para la reelección del presidente Uribe han estado marcadas por nacer de otros líderes políticos y con un gran apoyo popular. No han nacido del presidente mismo, por lo menos no abiertamente como fue con los demás presidentes de países donde la reelección fue instaurada. Otro elemento importante es la búsqueda de la reelección a través de un debilitamiento constante de la oposición, elemento claramente presente en Venezuela, Ecuador, Bolivia o Nicaragua y con marcada influencia extranjera en el proceso, particularmente de Venezuela, pero no en Colombia, donde la oposición es fuerte y organizada, pero no cuenta con el suficiente apoyo popular para evitar las reformas reeleccionistas.
Ahora, es esto un fenómeno conveniente para la democracia? Promotores de estas reformas citan la democracia como el origen de estas reformas y como su elemento validador. Antagonistas citan el control de la burocracia, la ausencia de oposición y el control del poder como elementos que minarían la democracia de las naciones con reelección. La verdad es que la reelección es una muestra de madurez democrática, donde el pueblo tiene la opción de elegir de nuevo a un presidente que haya desempeñado su labor satisfactoriamente. La posibilidad de ejercer por un nuevo periodo permite la continuidad de reformas y proyectos políticos positivos para una nación. Las democracias más avanzadas del mundo, de carácter presidencialista como las de América latina, tienen reelecciones inmediatas, normalmente por una sola vez, contempladas en sus constituciones. Indiferentemente del color político del líder de turno que quiera instaurar la reelección, es al final el pueblo quien decide si dicho líder debe tener la oportunidad de continuar en el cargo o no.
El problema con lo que ocurre en América latina es que las reformas reeleccionistas en la región están acompañadas de matices que preocupan. En Venezuela la reelección está acompañada de una idea de perpetuidad en el cargo, con un sistemático debilitamiento y una constante persecución a la oposición. Esto deja de ser benéfico para convertirse en el preludio de un régimen dictatorial y antidemocrático.En Bolivia y Ecuador, el debilitamiento de la oposición y la influencia extranjera en sus procesos, le quitan claridad y legitimidad al proceso político, aunque el hecho de ser por un solo periodo limita las posibilidades de regímenes dictatoriales, o por lo menos, de regímenes de un solo líder por largos periodos.
En Colombia el proceso de reformas de reelección siguió y sigue todos los pasos que la constitución y la ley exigen para su promulgación y aprobación, y con un alto apoyo popular. Sin embargo la idea de permitir un tercer periodo preocupa porque se acerca a un gobierno de una persona, el presidente Uribe, y no un proyecto político exitoso que pueda y deba ser continuado por otros líderes políticos de la nación. La democracia sufre cuando las instituciones, en un sistema presidencialista como el de Colombia, están centradas no solo en el presidente, sino en que el presidente Sea Álvaro Uribe. Hace ver a la democracia colombiana como una donde hay pocos líderes capaces de manejar la nación, y hace sentir la inevitabilidad del presidente como un síntoma preocupante de la imagen de un pueblo que solo se siente seguro y salvado si su presidente sigue a cargo, no si su proyecto político continúa con quien la democracia elija.
La reelección es un elemento positivo que abre posibilidades en democracias maduras. Las de América Latina que se mencionan aquí y que han aprobado estos cambios, aun no lo están lo suficiente para que la reelección no se convierta en el primer paso para el caudillismo o la dictadura. Estos cambios deben partir del pueblo, como ha sido en Colombia, y deben ser refrendados por el pueblo, como lo fue en Bolivia y Ecuador, pero deben presentarse con una oposición llena de garantías y con voz y voto en los procesos de decisión, unas reglas claras sobre el proceso reeleccionista y sobretodo, con unos límites establecidos, unas atribuciones y unas garantías para todos los actores políticos, que finalmente conviertan a la reelección en lo que debe ser, un instrumento que fortalece la democracia, no que la debilita..