Como ya descubrimos gracias a la experiencia de Venezuela que el socialismo del siglo 21, la revolución bolivariana no trae sino aumento de la pobreza, la violencia, la corrupción y ahora eliminación de los valores democráticos, entonces no nos queda más a los países del mundo que aun buscamos la manera de desarrollarnos que mirar hacia el tradicional capitalismo occidental, que ha sido adoptado con éxito en muchos lugares del mundo, pero de igual manera con fracasos estruendosos en otros; o mirar el nuevo modelo Chino de estado autoritario y sistema económico abierto a la competencia y la propiedad privada. Un modelo cada vez menos comunista en lo económico, pero cada vez más comunista o autoritario en lo político.

Para poder determinar qué camino debemos coger los que estamos en la vía del desarrollo, vale la pena mirar las experiencias de otras naciones, pero no de Estados Unidos, Suiza o Inglaterra para evaluar el capitalismo occidental. Al fin y al cabo ellos lo inventaron y, hace dos años, casi lo destruyen. Ni tampoco vale la pena mirar a la China para evaluar su modelo económico, ya que, como todo en un sistema comunista, la información, en el mejor de los casos es manipulada, y en el peor y más común, falsa. Sin embargo la esencia de los dos modelos está representada en estas naciones, olvidándonos de sus cifras y debacles, excesos y desviaciones, estos son los modelos a seguir.

Miremos que significado tienen estos modelos en nuestra región. Para Latinoamérica, la tradición capitalista se ha traducido en diferencias sociales, altos niveles de pobreza, inequidad en el ingreso y su distribución. También ha significado desarrollo económico importante, mejoramiento en el nivel de vida de sus habitantes y una mayor estabilidad y prospecto de desarrollo que, por decir algo, las naciones africanas que no adoptaron dicho modelo después de su independencia. En una buena parte de las naciones de la región hay economías fuertes, establecidas, basadas en los principios de libre mercado y de apertura a la inversión. Las naciones en las que el modelo ha sido más efectivo están acompañadas de instituciones democráticas estables. En las que no ha sido efectivo y donde ha ocasionado pobreza y desigualdad en mayores niveles, las instituciones del estado son corruptas, manipuladas e inestables.

Que pasaría en Latinoamérica con el modelo Chino? Venezuela es quizás un experimento cercano a ese modelo. La intervención del estado es cada vez mayor y más decidida, la disminución de libertades democráticas y la imposición de políticas autoritarias ocurren con más frecuencia. Sin embargo está lejos de ser en términos políticos, un sistema similar al chino. En términos económicos el gobierno está tomando control de industrias estratégicas pero permite la libre competencia y la propiedad privada, simulando de cierta forma el modelo Chino. La razón de su fracaso está en la falta de un estado, similar al chino, donde el tema político no afecte el manejo económico, o por lo menos donde la información pueda ser manejada de tal forma que el estado pueda manipular o minimizar el impacto de los asuntos políticos en el tema económico. El modelo Chino implica una casi total eliminación de las libertades democráticas y control total por parte del estado de la información y las políticas económicas. En Latinoamérica solo Venezuela parece ir hacia ese nivel de control, pero la estructura política diseñada por Chávez es altamente propensa a la corrupción, el caudillismo y el control dictatorial, a diferencia de la inmensa estructura de poder del partido comunista.

No deja de ser tentador inevitablemente un modelo que ha logrado que un país pase de ser uno de los más pobres del mundo, a ser la segunda potencia económica mundial en poco más de 3 décadas, mientas nuestros estados siguen con los mismos problemas y desigualdades siguiendo el sistema capitalista y democrático. El mundo mira a ambos modelos y aunque pocos parecen querer seguir el modelo Chino, es cada vez más influyente y se convierte cada vez más en una opción válida de desarrollo. Un desarrollo quizás rápido y benéfico para muchos ciudadanos, pero a costa de las libertades, la democracia, la protección del medio ambiente y los derechos laborales y civiles. EL capitalismo y la democracia representan la preservación de esos derechos, pero a costa de un largo y doloroso proceso de desarrollo que normalmente genera inequidades y división social. Después de la guerra fría y sus modelos políticos, el mundo ahora experimenta la nueva » Guerra fría» pero con sus modelos económicos. Hace 20 años el capitalismo y la democracia se proclamaron triunfantes de la primera, esperemos si corre con la misma suerte en la segunda.