Con las muy graves pruebas presentadas por el gobierno Colombiano sobre la presencia de guerrilleros de las FARC y el ELN en Venezuela, y, en el mejor de los casos, la actitud complaciente del gobierno venezolano frente a esta situación, lo que los Colombianos estamos presenciando es la internacionalización definitiva de nuestro conflicto. Mientras analistas y hasta ex presidentes piden a las partes que no se internacionalice la crisis, la verdad es que no puede ser más internacional. La guerrilla se oculta, nuevamente en el mejor de los casos, o se entrena y financia, en el peor de los casos, en una nación extranjera y ataca desde allí las instituciones legítimas de la democracia Colombiana y a su pueblo. Eso en las relaciones exteriores se llama un conflicto internacional.
Lo que es bien claro es que con la situación actual Venezuela se está convirtiendo cada vez más en un Nuevo Caguán. Como aquel despeje de finales del siglo pasado donde el gobierno nacional cedió su soberanía sobre parte del territorio nacional para facilitar diálogos con las FARC, pero que en realidad se volvió el teatro de operaciones más macabro del terrorismo de este grupo contra la nación, Venezuela le está sirviendo a las FARC de la misma manera. Es evidente como la guerrilla planea sus ataques en Venezuela, entra a Colombia para ejecutarlos y luego se devuelve para evitar ser perseguidos o capturados por las fuerzas legitimas del estado Colombiano.
Esto presenta una coyuntura muy compleja para el gobierno de Colombia. No podemos «Retomar» la zona de despeje como ocurrió con el Caguan, y no podemos esperar que el Gobierno Venezolano actúe por cuenta propia, debido a su constante negación de los hechos, que en realidad demuestra por lo menos desinterés y en el peor de los casos, complicidad.
Es ahí donde Colombia tiene que empezar a tomar decisiones como Nación soberana. Siempre ha estado y estará en nuestro interés la preservación de buenas relaciones con nuestros vecinos, pero esta situación se sale de las manos por lo siguiente: Si el gobierno de Venezuela no es cómplice o colaborador de la guerrilla, pero se hace el de vista gorda frente a estas acusaciones, no toma acciones frente a estos hechos, Colombia debe actuar de la manera como lo hizo, que básicamente significa obligar a través de la comunidad internacional a que Venezuela cumpla con sus compromisos de lucha contra el terrorismo en todas sus formas. No hacerlo lo pondría al lado de naciones de muy dudosa reputación (Irán, Corea del Norte, Libia, Somalia, entre otras). Estas naciones no solo no están integradas a la comunidad internacional sino que son motivo de rechazo y conflicto alrededor del mundo.
Si el gobierno Colombiano tiene, o llega a obtener pruebas de complicidad de oficiales Venezolanos y su gobierno frente a los hechos revelados en la OEA, no queda otro camino que romper las relaciones diplomáticas. A nivel internacional eso es un acto de guerra y aunque no estoy abogando por un conflicto entre las dos naciones, si es necesario considerar el fin de las relaciones con una nación que es, en la práctica, un enemigo de Colombia que está atacando militarmente nuestro estado a través de un grupo terrorista al que apoya y mantiene. Sería algo similar a lo ocurrido entre Afganistán y los Estados Unidos después del 11 de septiembre, y ya todos sabemos que paso en esa situación particular. Esto sería el escenario más grave posible. Frente a ello el gobierno colombiano tiene la obligación constitucional de romper relaciones diplomáticas y demandar a Venezuela ante los organismos internacionales (básicamente el consejo de seguridad de la ONU pues esto sería una agresión de un estado miembro a otro).
Pero más importante aun es que algún gobierno en Colombia entienda por fin que nuestras fronteras son NUESTRA responsabilidad. El gobierno necesita crear una fuerza de frontera encargada de no dejar salir a los terroristas de Colombia, pero aun mas importante, no dejarlos entrar. La inversión que sea necesaria en tecnología, defensa y preparación de una fuerza profesional capaz de contener el influjo de terrorismo y delincuencia de estas naciones vecinas es una necesidad nacional. Estados Unidos, Israel, Francia o Rusia no esperan a que sus vecinos les colaboren con sus luchas contra la inmigración ilegal, el narcotráfico o el terrorismo. Ellos se encargan de defender sus naciones, sin atacar a sus vecinos, pero haciendo sentir que su estado está a cargo de su seguridad y su soberanía. Nuestro nuevo reto de seguridad está fuera de nuestras fronteras. Es el momento de prepararse para enfrentarlo decididamente. La supervivencia de Colombia y el sostenimiento de la libertad y la democracia en el hemisferio están en juego.