Lo que sucedió en Ecuador esta semana, independientemente de nuestras reservas acerca de Rafael Correa y su gobierno, es inaceptable. En Latinoamérica no podemos permitir que la democracia sea usurpada nunca mas de las manos del pueblo de manera irregular, de manera diferente a las urnas. Los Ecuatorianos tienen el derecho y la posibilidad de terminar el régimen de Correa como debe ser, con sus votos. La comunidad internacional y los organismos de control en el Ecuador, aun con cierto nivel de independencia, deben garantizar que la voluntad popular sea respetada.
Sin embargo, cabe analizar las razones de esta insurrección, provocada en muchos aspectos por el mismo Correa. Es obvia la provocación del presidente a las fuerzas de la policía, que hasta ese momento protestaban, aunque de manera irregular, las reformas a las leyes salariales que los afectaban. Correa llego a donde estaban protestando, en sus cuarteles a provocar una reacción que recibió….Violenta. De ahí en adelante los hechos son realmente graves. Un efectivo secuestro del presidente no es justificable de ninguna manera en una republica democrática.
Correa también había mencionado la posibilidad de cerrar el congreso usando una ley en la constitución ecuatoriana, para poder eliminar la oposición a sus reformas socialistas. Es ahí donde el pueblo Ecuatoriano de manera soberana e independiente tiene que actuar y demandar la posibilidad de una revocación de mandato o unas elecciones. Pero no debe considerarse ninguna otra forma de lograr ese objetivo.
Latinoamérica esta avanzando a pasos agigantados, salvo algunas pocas naciones, paradójicamente aquellas asociadas con la «revolución bolivariana», a lograr un nivel de desarrollo económico que nos permitirá reducir las desigualdades que aun experimentamos. El continente ha logrado, con revolución Chavista a bordo y todo, mantener a la democracia como la forma de gobierno fundamental, dejando atrás los años de golpes, caudillismos y dictaduras que tanto afectaron y marcaron nuestra historia. Las naciones de la región, como bien lo hicieron en esta crisis, deben unirse sin importar sus diferencias ideológicas o políticas, para crear un frente infranqueable de defensa de la democracia, en Ecuador o en cualquier otra nación donde la libertad y la voluntad del pueblo no sean respetadas. Lo que ha ocurrido en Ecuador es preocupante, pero a la vez es esperanzador.. A cualquier otro dictador, general, caudillo o golpista le debe quedar muy claro. Este continente no tiene marcha atrás y no va a permitir que la democracia sea irrespetada ni usurpada. Esa es la gran lección de El episodio ecuatoriano para la región y el mundo.