A los seres humanos parecería que nos unen o nos conmueven pocas cosas en estos tiempos. Si bien es cierto que en ocasiones dirigimos nuestra atención de manera masiva a un evento deportivo o a alguna noticia de dolor, guerra o terrorismo, y no siempre con los mejores sentimientos (en la final de un mundial de fútbol, la mitad del mundo quiere que la otra mitad pierda, y en ataques terroristas, guerras y muerte siembre habrá el grupo de seres humanos que se regocija con lo que ocurre). Es por eso que lo que ocurrió esta semana con los mineros de Chile representa un momento especial en la humanidad. Como pocas veces, los seres humanos del mundo entero estábamos felices por lo que veíamos le ocurría a 33 de los nuestros en ese desierto chileno. Todos sin excepción, líderes y enemigos políticos, terroristas, líderes religiosos de toda índole, en fin, los ciudadanos de todo el planeta, solo pudimos sentir regocijo de ver que otros seres humanos en ese lugar remoto volvían a la vida plena, volvían a estar entre nosotros.

Los efectos de esas 23 horas de rescate son profundos. Al ver como salían uno a uno los mineros rescatados, como sus familias los recibían, como expresaban su agradecimiento a todo el esfuerzo hecho en su país por ellos, al aprender de la colaboración mundial para lograr este objetivo, nos hizo de repente olvidar ese concepto a veces tan destructivo de Nación. Todos éramos seres humanos, que no podíamos evitar sentirnos felices por otros seres humanos, sin importar si eran chilenos, rusos, chinos, iraníes, israelitas, bolivianos, japoneses, venezolanos, brasileros, colombianos o americanos, eran seres humanos que volvían a la vida. Ojalá para muchos otros temas tan delicados en nuestro planeta como el calentamiento global, la trata de blancas, las disputas fronterizas donde sufren quienes viven en las fronteras, la carrera armamentista, entre otros, los seres humanos pudiéramos revivir esa conciencia colectiva de bienestar de nuestra especie, en vez de mantener la que prevalece, que es el beneficio para nuestra nación, muchas veces a costa de los demás países.

Las naciones son límites arbitrarios definidos para crear un orden mundial que si bien tiene elementos positivos, nunca debería usarse para borrar o empañar nuestra principal característica: Nuestra especie, nuestra humanidad. Los mineros de Atacama nos recordaron a todos, por poco mas de 23 horas, que somos una sola especie y que nos interesa y nos conmueve el bienestar de todos.