La intempestiva muerte del ex presidente argentino y secretario general de la Unión Suramericana Néstor Kitchner, tiene, con las condolencias por la partida de un indiscutible líder regional, esposo y padre, Un significado político para La Argentina y Latinoamérica en general muy significativo. Kitchner, para bien o para mal, tuvo la valentía de encargarse de un país quebrado, desprestigiado y al borde del colapso, con pocos líderes que se le midieran a tremendo reto. Se enfrento a la comunidad internacional y con una combinación de maestría política y suerte, saco a la Argentina de la crisis y le devolvió la ruta del crecimiento.

Sin embargo, la nación vio como se debilitaban poco a poco las instituciones y el poder se concentraba cada vez más en el presidente y su familia. Cuando la economía mundial entro en recesión, el mundo se dio cuenta que el «milagro» argentino estaba financiado en gastos desmesurados, nacionalizaciones y en cifras erradas o manipuladas sobre inflación, inversión y empleo. El poder de los Kitchner se vió entonces consolidado con el traspaso del poder a Su esposa, Cristina, actual presidenta del país, y se hubiera visto consolidado una vez más el próximo año cuando Néstor Kitchner hubiera sido candidato presidencial una vez más. Argentina presenciaba poco a poco la consolidación de ese caudillismo típico que ha dominado en varias ocasiones de la historia el ambiente político de esa nación. Los hechos recientes cambian dramáticamente ese panorama. La sucesión de poder, cabe aclarar que democrática pues el pueblo argentino así lo ha decidido hasta ahora, entre los Kitchner ya no es posible, lo que va a permitir un cambio indiscutible y radical en la política Argentina. Las fuerzas opositoras, que prácticamente son todas las demás fuerzas políticas Argentinas, incluso dentro del propio Peronismo, van a empezar una lucha por el poder que la presidenta no podrá contener o controlar. Argentina se enfrenta pues a una nueva era, que representa no solo cambios internos y de control político, sino cambios en sus relaciones y aliados dentro de la región.

Y es a nivel regional donde hay cambios igual o más dramáticos. La alianza clara entre Chávez y los Kitchner se ve claramente fracturada, al igual que el control que el grupo controlado por Chávez y Kitchner tiene en la unión sudamericana de naciones. En este momento prácticamente se cierra la puerta para que un aliado fundamental del Chavismo como Argentina, que incluso fue el apoyo de Venezuela cuando Chávez rompió las relaciones comerciales y cerró las importaciones desde Colombia, se mantenga en este grupo después de que Cristina deje el poder. La integración regional no sufrirá mayores cambios, pero si el balance de las fuerzas políticas en la región. Todas las tendencias apuntan a un líder Argentino más cercano al estilo Brasilero de izquierda o incluso a la derecha liderada por Chile y Colombia en la región. La unión sudamericana no logró grandes avances con el liderazgo de Kitchner, pero si permitió que fuera manipulada por Chávez para avanzar su agenda regional. La mayor marca de la partida de Kitchner para la UNASUR es que el control del Chávez sobre ella puede disminuir, dándole mayor relevancia e independencia