La encrucijada de un Imperio

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Lo que ocurre ahora en el medio Oriente tiene a una nación en particular en una encrucijada ideológica en la que nadie quisiera estar. Esta nación es los Estados Unidos. Esa encrucijada es muy simple. Los dictadores, porque eso son todos los que han caído o tambalean hoy en el medio Oriente, ha sido apoyados, pagados y mantenidos con intervención directa en muchas ocasiones de los Estados Unidos, con el único objetivo de defender sus intereses nacionales. De igual manera, lo que está ocurriendo en los países de la región, revoluciones populares pidiendo libertad y democracia, son precisamente los valores con los que Estados Unidos justifica su intervencionismo global. Su defensa de la libertad de expresión, de la igualdad, de la democracia son los pilares de la política internacional Norteamericana, siempre presentando esos valores como el centro de la ideología de los fundadores de la nación y como los únicas formas de gobierno posible para exaltar y respetar la condición humana

Que hace entonces un presidente como Obama frente a lo que ocurrió en Egipto y lo que ocurre ahora en Jordania, Bahréin, Yemen, Túnez, Libia y posiblemente en mas naciones del mundo árabe? Bien difícil que la tiene, por dos razones: La primera, Estados Unidos ya no puede usar esa doble moral que lo caracterizo durante la guerra fría y su hegemonía después de la caída de la unión soviética, y no lo puede hacer porque la realidad geopolítica es ahora bien distinta. Esta nación ha centrado su lucha contra el terrorismo en la consolidación de la democracia y la libertad en el mundo musulmán. Ahora venir a defender dictadores que han mantenido partidos islámicos al margen y que han provisto el petróleo necesario para que la economía norteamericana crezca, es inadmisible. En segundo lugar, quiérase o no es obvio que Estados Unidos no tiene la misma capacidad de influencia a nivel global. El mundo, así no lo parezca, está cada vez mas multipolar. La capacidad militar de intimidación está intacta para los norteamericanos, pero política y económicamente el declive de la influencia Americana en el mundo es evidente, especialmente cuando los otros actores mundiales (China, Asia y las naciones emergentes, e incluso una Unión Europea consolidada (aunque incapaz de encontrar y entender su verdadera posición en el contexto internacional)), ya no tienen que prestarle tanta atención a las exigencias Norteamericanas. Estos elementos han hecho que Obama, con críticas de sectores republicanos que aun pretenden vivir en el viejo orden mundial, de manera tímida y cautelosa ha puesto a su nación al lado de los pueblos que buscan la libertad. La alternativa más evidente para un imperio en declive que busca legitimidad.

Ahora, si bien es cierto que la incertidumbre de que vaya a pasar en estos países cuando puedan elegir sus gobiernos existe es un hecho inequívoco. El temor de que partidos extremistas islámicos lleguen al poder por la vía democrática (como paso en Palestina) es bien fundado. Sin embargo hay grandes naciones musulmanas (Turquía e Indonesia por mencionar algunas), donde a pesar de tener grandes mayorías musulmanas, los gobiernos son seculares y progresistas. Porque? Porque sus pueblos han probado las mieles de la libertad y la democracia, porque la educación y el desarrollo han acompañado esa transformación social y eso hace que la razón se imponga al fanatismo religioso. Irán y su régimen se están enfrentando ya a ese tipo de revolución. Naciones como Egipto o Libia que parecían estables, eran en realidad calderas de cultivo para fanatismos justificados en la represión, la ignorancia y la miseria obligada por sus dictaduras. Una vez esas barreras caen y los pueblos ven las posibilidades que tienen con la libertad, el desarrollo y la democracia, el gusto por el fanatismo y la radicalización desaparecen.

Habrá un periodo de transición donde grupos radicales puedan aprovecharse del caos que implica esta transformación? Claro que es posible, pero la misión de estados Unidos y el mundo libre y democrático es proteger y apoyar esa transformación para darle a los pueblos mismos las herramientas para recuperar y proteger esa ganancias obtenidas en estas revoluciones pacificas. No es momento para ambigüedades sino para una determinación definitiva de apoyar y acompañar estas nacientes democracias y no ahorrar esfuerzos para protegerlas y evitar que se desvíen a radicalismos que tampoco tienen cabida en este nuevo orden mundial.

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