Hace unos pocos días un amigo comentaba los hechos de oriente medio como una revolución causada por el oeste para controlar el petróleo!. Esa visión imperialista de apoderarse de la riqueza de esta región del mundo, si bien es cierta históricamente, hoy tiene menos cabida en la realidad. Los regímenes pro-imperialistas (Es decir, Pro-EEUU y Pro-Europa) están tambaleando desde adentro por su inmensa riqueza y excesiva represión y desigualdad social, y no hay nada que estas potencias puedan hacer para evitarlo o moldear su rumbo. La incertidumbre rodea estas revoluciones. Lo único claro es que el resultado es impredecible, y no significa definitivamente el nacimiento de nuevas democracias, controlables por occidente. Lo que presenciamos en Egipto y estamos presenciando en Libia, Bahréin, Yemen, Jordania, Irán (así el régimen lo reprima) y hasta Arabia Saudita, es quizás la transformación geopolítica más dramática desde el fin de la guerra fría y la caída de la unión soviética, por varias razones.
Primero, las revoluciones en medio Oriente nacieron del pueblo y están basadas en el único objetivo de derrocar regímenes opresores y dictatoriales. No es claro que su objetivo sea establecer democracias seculares, así que la radicalización del mundo musulmán puede ser una consecuencia de estos movimientos políticos, algo que es preocupante. Las masas populares pueden salir peor libradas con la implantación de leyes islámicas y regímenes al estilo iraní que con lo que tiene ahora, al igual que occidente y un posible empeoramiento de las relaciones con el mundo musulmán y la guerra contra el terrorismo.
Segundo, la influencia de occidente ha sido mínima o inexistente, casi que obligado a apoyar las revoluciones populares más por principios que por interés nacional. Estados Unidos, Europa, Rusia, China y la liga árabe quieren estabilidad y la quieren pronto, pero no a costa de mantener dictaduras que si bien sirvieron de fieles aliados y proveedores de petróleo, ya no pueden seguirse sosteniendo en un mundo interconectado.
Tercero, estas revoluciones están mostrando el poder que tiene la sociedad civil ahora en sus manos, gracias a la tecnología. Facebook o twitter no son solo redes sociales para encontrar amigos. Son ahora herramientas políticas de un poder aun no calculado, pero que se está haciendo sentir de manera dramática. Por más que China, Cuba o Myanmar traten de evitarlo, la revolución social tarde o temprano se va a originar, como paso en Túnez, Egipto, Libia, Yemen o Arabia Saudita, a través de estas herramientas. Su poder de convocatoria, comunicación, la dificultad para bloquearlas o controlarlas, las han convertido en un poder a reconocer que cada vez tendrá más capacidad de transformar sistemas políticos y económicos.
El mundo empieza pues a reaccionar frente a las transformaciones que se avecinan. La resolución de la ONU en contra del régimen Libio sigue aun mostrando la predominancia del interés del mundo Árabe y occidente por la estabilidad en países que producen millones de barriles de petróleo. Si el interés fuera únicamente humanitario, habría resoluciones de la ONU para Costa de Marfil o Bahréin, donde el estado está igualmente atacando a la población civil. A pesar de que parezca mezquino o deliberadamente selectivo, es importante entender que intereses geopolíticos afectan estas decisiones. El efecto Dominó de una masacre en Libia para otras naciones del medio Oriente seria impredecible. Podría desatar masacres inimaginables, al ver otros líderes en riesgo de ser derrocados que la comunidad internacional no hará nada si sacan el ejército a las calles a masacrar sus propios ciudadanos, o peor aún, podría ocasionar guerras civiles internas en el mundo musulmán, que no tardarían en volverse conflagraciones globales. Sin dejar de reconocer la gravedad de lo que pasa en Bahréin o Costa de Marfil, su efecto geopolítico es más reducido. De igual forma Europa y Estados Unidos, los únicos con capacidad de acción frente a estos conflictos están internamente debilitados con sus respectivas crisis Económicas, y China y Rusia simplemente esperan a que otro haga el trabajo y cargue con los costos de estabilizar regiones de donde ellos solo sacan beneficios.
EL mundo está pues en las puertas de una transformación mayor. Lo que nos queda es esperar que lo que resulte de este momento de caos sea algo mejor, para las naciones del medio Oriente y sus pueblos, pero sobretodo, para la comunidad internacional y sus miembros, es decir, todos nosotros. Que la radicalización y el fundamentalismo no aprovechen el caos para implantarse en esta región del mundo, sino que la democracia abra las puertas a la participación y el manejo racional de las diferencias ideológicas y políticas. Esperemos que así sea.