Los colombianos nos consideramos solidarios. Frente a la tragedia que hemos vivido recientemente con el impetuoso invierno, esa solidaridad se pone una vez más a prueba. La tragedia está llegando a unos límites insostenibles. Es en estos momentos donde la cohesión de una nación se pone a prueba.
Durante el desastre de Katrina, donde miles de personas perdieron todo lo que tenían, además de la respuesta (lenta y desordenada) del gobierno Federal Norteamericano, el mundo observó una cara que no parecía existir en el pueblo Estadounidense, la de la solidaridad. Miles de personas abrieron las puertas de sus casas, en Los Angeles, Houston, Chicago, Dallas, New York, Atlanta y muchos sitios más alrededor del país, para albergar seres humanos que nunca habían visto antes pero que tenían un lazo común, indivisible: Eran Norteamericanos que estaban pasando por un momento terrible, y había que darles la mano para que pasaran la tragedia. Ese simple pero bien difícil gesto de solidaridad le mostró al mundo lo que una nación unida frente a la tragedia es capaz de hacer.
Colombia está viviendo su Katrina. Las imágenes de miles de compatriotas perdiéndolo todo son abrumadoras. Es por esto que aquí hago un llamado a la solidaridad. Una solidaridad en la que cada colombiano que pueda se encargue de otro colombiano que está sufriendo. Todos tenemos excusas y razones propias para no poder ayudar, pero la idea de un Colombiano por otro Colombiano es que logremos demostrar que somos una nación, que no solo mira por televisión o en internet la tragedia de otros compatriotas y espera que el gobierno y sus entidades se encarguen de aquellos que sufren, sino que somos un país involucrado, comprometido con el bienestar de todos.
La idea es entonces que cada colombiano, o cada grupo posible de colombianos nos comprometamos con ayudar de alguna manera a otro colombiano que necesita volver a pararse y salir adelante en medio de la tragedia. El sector privado, el estado, las organizaciones de socorro están todas comprometidas con la recuperación y los damnificados de las inundaciones. Las donaciones no cesan para ayudar a aquellos que lo perdieron todo. Eso es importante y fundamental. Pero el objetivo es que cada colombiano en desgracia sienta que no está solo. Sienta ese aliento y apoyo de alguien como él, de otro colombiano que quiere crear ese lazo de solidaridad y de nación.
La logística de un proceso de esta naturaleza no es sencilla. Lamentablemente en nuestro país estas situaciones son también aprovechadas por inescrupulosos que esperan beneficiarse de la tragedia. Es por ello que las organizaciones de prevención de desastres son las llamadas a identificar quienes necesiten ayuda y facilitar la comunicación personal entre aquellos que necesitan ayuda y aquellos que quieren ayudar. Así, aquellos que lo perdieron todo pueden esperar ayuda de quienes pueden darla, de manera personal, humana. Así se trate de ropa para los niños de una familia, o comida para alimentarlos por unos días, o una casa nueva porque perdieron la que tenían, miles de colombianos están dispuestos a ayudar y sacar adelante a otros compatriotas que no tienen nada más que esperar que sus hermanos, sus compatriotas, demuestren esa solidaridad que nos caracteriza. Ideas para facilitar este proceso son bienvenidas. Desde una página web hasta una línea telefónica que permita ese contacto entre dos Colombianos y que permitirá que una nación crezca y se recupere unida.