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La paradoja de nuestra Latinoamérica!. De vez en cuando en nuestra historia llegan los vientos de unidad e intentan empujar a las naciones de la región hacia una integración económica y hasta política. En los años 60 el pacto Andino, en los 80s Mercosur, en los 90 el ALCA, en el siglo 21 todas las iniciativas Bolivarianas de Chávez, la comunidad suramericana y ahora la unión suramericana de naciones. Vale la pena anotar, todos intentos fallidos que no han logrado llegar más allá de cierto nivel de unión aduanero y económico en el mejor de los casos.
Las razones? Muchas. Algunos analistas hablan de esa conciencia arraigada del caudillismo, otros mencionan intereses comunes y situación geográfica, otros el ejemplo Europeo y la necesidad de actuar como bloque en la comunidad internacional, y otros la necesidad de unir a América Latina para enfrentar el imperio y su intento de dominar y explotar su “patio trasero”.
Pero vale la pena analizar, sí necesitamos unirnos? O mejor aun, sí podemos? El hecho de que tengamos fronteras comunes, sistemas sociales y culturales similares, y que en algunos casos nuestras economías se complementan no quiere decir que la unión es necesaria o inevitable. Yo he sido un fuerte promotor de la unidad latinoamericana, pero bajo una importante condición: Que las naciones que se integren se comprometan a defender y promover la democracia y la pluralidad, y que las economías tengan un manejo serio, estable y acorde con los principios comunitarios. Una Latinoamérica unida se convertiría en un bloque de peso en el concierto mundial.
Pero la situación actual de nuestras naciones sí amerita adelantar ese esfuerzo? Hay argumentos claros en contra. Primero, si bien nuestras naciones no tienen las diferencias culturales ni los nacionalismos históricos con los que Europa tuvo que luchar para lograr su unión, compartimos los males que harían que una unión económica profunda y una política fracasaran: La corrupción, el autoritarismo de algunos lideres, las desigualdades sociales, la violencia, la impunidad. Nuestros sistemas de gobierno funcionan de manera muy diferente y las económicas no tienen parámetros similares.
Segundo, nos queda el ejemplo de Europa. Una comunidad tan delicadamente planeada, que se volvió, y aun es, un ejemplo de integración mundial; a la que pertenecen democracias de tradición, economías lideres en el concierto mundial; está en serios aprietos debido a la irresponsabilidad de algunos de sus miembros. Se imaginan que pasaría en Latinoamérica, cuando en un arrebato de poder uno de nuestros lideres le de por dejar la comunidad, devaluar, esconder o “cocinar” las cifras (todo eso pasa hoy en muchas de nuestras naciones)? La necesidad de que los miembros sean naciones estables, con total respeto a la ley, a las instituciones y a la separación de poderes, con políticas económicas serias y estables es, una vez más, condición necesaria para intentar un proceso de integración
Finalmente, El hecho de que líderes como Chávez, Correa, Ortega, Castro y otros piensen en la integración como un elemento para avanzar sus regímenes internos, sus agendas anti-imperialistas y promover su amistad con regímenes brutales y antidemocráticos como el Iraní o el Sirio , le quita seriedad al proceso integracionista y a la región. El mundo ya no espera mayores avances de cada nueva comunidad que se anuncia en América Latina. Hemos perdido credibilidad, mientras otras naciones como Colombia, Chile, México o Costa Rica manejan su política exterior con seriedad y compromiso con los valores democráticos. Es por eso que, a pesar de mi apoyo a la integración, el hecho de que seamos vecinos, hablemos el mismo lenguaje y compartamos un territorio, no quiere decir que nos debamos integrar. La región tiene que “madurar” en muchos aspectos y mirar el ejemplo Europeo para que en un futuro un verdadero intento de integración tenga éxito y sea duradero. Ahora no es el momento.
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