El caso de Julian Assange ha dejado en tela de juicio los procesos diplomáticos y su coherencia con las realidades internacionales. El respeto a la soberanía Ecuatoriana en su misión en Londres es inalienable, como lo es el respeto a las leyes internacionales que Ecuador parece desconocer cuando otorga asilo a una persona con delitos por los que debe responder.

Pero en nuestro entorno latinoamericano también ha quedado claro que el ALBA, ese grupo de la revolución Bolivariana que Chávez comanda y al que el Ecuador de Correa pertenece, no tiene mayor peso en la comunidad de naciones y entre sus propios miembros pierde cada vez más legitimidad. Es evidente que si Chávez no toma las riendas del accionar del ALBA, prácticamente no existe. Chavez está muy ocupado tratando de no perder las elecciones que se avecinan, para preocuparse por asuntos triviales como que uno de sus principales aliados en la región está pidiendo a gritos apoyo y consenso frente a su posición, por equivocada que esta sea. Era de esperarse que las naciones de la revolución Bolivariana, lease Bolivia, Nicaragua y Venezuela, salieran como los líderes de la avanzada latinoamericana en apoyo al Ecuador, pero su presencia y voz apenas se nota.

Los países del ALBA enfrentan situaciones políticas complejas y sus economías están dentro de las que menos crecen en la región. La idea revolucionaria de su socialismo bolivariano se desvanece en un mayor descontento popular, mayores indices de violencia y mayores visos de corrupción y abuso de poder, que hacen ver esa idea revolucionaria cada vez mas errada. Lo que ocurre con Ecuador hoy demuestra que como comunidad de naciones el ALBA no ha avanzado más que ninguno de los otros intentos de integración inventados por Chavez o por otros lideres regionales, y que las organizaciones tradicionalmente establecidas, aunque su efectividad también este cuestionada, son al final las llamadas a representar la región y expresar su voz en el concierto internacional.