Los hinchas de Santa Fe no podían entrar al Atanasio Girardot con símbolos de su equipo porque de hacerlo su seguridad estaba en riesgo. Unos Días después los hinchas de Nacional sufrían la misma restricción, y peor aún, no podían cantar los goles de su equipo ni celebrar el título, pues si lo hacían las hordas de hinchas santafereños les hubieran hecho pagar un doloroso precio. No es que esas cosas no pasen en el resto del mundo y no solo pasan en el futbol. Apenas ayer hubo tiroteos en un partido de rugby en Argentina, y las famosas barras Hooligans en Inglaterra sembraron el terror en los estadios ingleses por décadas.

Lo que inquieta de lo que ocurre en Colombia, es que aquellos que amenazan y siembran el miedo no son solo los miembros de barras bravas o desadaptados.. Es la gente del común!. Hay testimonios desalentadores de la gente insultando con verdaderas bajezas y prometiendo golpizas a hinchas del equipo contrario si no se retiraban del estadio, y esa gente estaba acompañada de mujeres y niños!. Es un comportamiento salvaje por decir lo menos, pero que nos lleva a pensar, qué es lo que ocurre en nuestra sociedad?. A qué punto ha llegado ese nivel de intolerancia y de no aceptar nuestras diferencias que nos sentimos con el derecho de atropellar a los demás?

Los colombianos miramos los eventos de la Habana, los diálogos de paz con la guerrilla, algunos como una esperanza de paz para el país, y otros como una traición a todas las víctimas, a todo el dolor que esta Guerra y las FARC le han traído a Colombia. La violencia en Colombia no se limita a los ataques guerrilleros y la inseguridad en las zonas rurales, que puede atribuirse a los grupos al margen de la ley, sino que está presente en muchos niveles como en nuestras ciudades, que están llenas de bandas delincuenciales que no van a parar su accionar con un acuerdo de paz. De hecho, se va a incrementar y casi con absoluta certeza van a adquirir nuevos miembros producto de las desmovilizaciones, tal y como ocurrió cuando los paramilitares se «Desmovilizaron». Más allá de estos hechos, la violencia en Colombia parece estar en cada uno de nosotros, en nuestra idiosincrasia, hasta el punto que la gente normal, que va a trabajar, paga sus impuestos, atiende sus responsabilidades personales y familiares, va a un partido de futbol a amenazar a sus compatriotas simplemente porque visten colores diferentes a los suyos… Es ahí donde la esperanza de un acuerdo de paz se diluye frente a la realidad de una sociedad marcada por una cultura de violencia, y un estado incapaz de controlarla con la fuerza que debería. Después del acuerdo de paz, si llega, el trabajo por erradicar la violencia en Colombia apenas comenzara, será quizás mas difícil, porque hay que erradicarla es de nosotros mismos, y hay que construir un estado en el que los ciudadanos confíen y que tenga el poder de impartir Justicia y hacer cumplir las leyes mínimas de convivencia y respeto por todos los ciudadanos. Esa es una tarea MUCHO más difícil que la se está haciendo en la Habana y que debería ser el foco de los esfuerzos del estado, mucho más que el show mediático de las conversaciones con las FARC