Un nuevo escándalo de corrupción sacude a Brasil con las obras del metro de Sao Paulo. El narcotráfico está permeando ya las esferas de poder en Centroamérica. La corrupción en compañías privadas y contratos públicos en Colombia es el pan de cada día, y escándalos y hallazgos de actividades corruptas son ya noticias comunes en países como Perú, Ecuador y México. Y lo que se sabe y no es noticia pero que cada ciudadano en nuestros países experimenta, y en muchos casos acolita, es un reflejo del arraigamiento de este flagelo en nuestras sociedades. Tenemos centros comerciales enteros donde todo lo que se vende es de contrabando. Miramos como obras públicas que facturan diariamente al estado pasan abandonadas, sin obreros ni maquinaria, por meses. Documentos públicos pueden ser emitidos más «rápido» de lo normal si pagamos una «cuota adicional». Asistimos diariamente a la destrucción de la justicia, del desarrollo y de la honestidad cuando elegimos y reelegimos aquellos que sabemos son corruptos, y que por ello corrompen nuestra democracia y nuestras instituciones.
Corrupción hay en todos los estados. De hecho, quizás en todos los elementos de nuestra naturaleza humana. Donde hay ambición, poder y la posibilidad de tomar ventaja para nuestro propio beneficio, habrá corrupción. Sin embargo, el imperio de la ley que, con los años, quizás décadas, se ha arraigado en muchas naciones, han hecho que el funcionario público, sujeto al escrutinio del pueblo, y el mismo pueblo, hayan comprendido que la corrupción es inmoral, es un delito que va en detrimento de la sociedad a la que pertenecen, a la que prometen servir y más aún, va en detrimento de la democracia. Esas naciones, a las que llamamos «desarrolladas» pasaron por un tortuoso camino, similar al que estamos pasando nosotros, para lograr controlar y penalizar este flagelo.
Latinoamérica es, con África, el continente más afectado por la corrupción. Nuestros países sufren inmensas pérdidas económicas y un complejo deterioro moral y de valores sociales y comunitarios a causa de este delito. Nuestros gobiernos se debilitan a los ojos de sus pueblos, debilitando con ello el valor y sentido de la democracia. Ya lo dice el latinobarometro, la organización chilena que mide es estado de las democracias latinoamericanas, al mostrar que el descontento con los gobiernos democráticos de la región es muy alto, debido a la corrupción, pero la mayoría de los latinoamericanos aun prefieren la democracia a cualquier otra forma de gobierno.
Para enfrentar esta realidad, quizás nuestro mayor reto es reconocer que la culpa, el origen de esta situación de corrupción está en nosotros mismos. Cuando reelegimos un funcionario corrupto, cuando pagamos prebendas o sobornos por servicios a funcionarios o ciudadanos deshonestos, cuando ilegalmente facturamos más por nuestros servicios al estado para que un político corrupto y nosotros podamos «repartirnos la tajada», es ahí donde la corrupción comienza y se arraiga. El día que en Latinoamérica un funcionario corrupto no solo sea condenado por la justicia, sino por su juez mayor, sus electores, la realidad será distinta. Cuando en vez de pagar por agilizar trámites, exijamos al estado agilizarlos legalmente, eliminando tramites y pagos, y lo podemos hacer votando por aquellos que se comprometan a implementar esos cambios y sacando del poder aquellos que no cumplan, la corrupción empezara a ser cosa del pasado.
Latinoamérica puede hacer esa transición a una sociedad más limpia y transparente mucho más rápido que lo que las naciones desarrolladas tuvieron que pasar, porque hoy contamos con las herramientas tecnológicas para hacer oír nuestras voces de manera masiva y exponer a los corruptos al escrutinio público. Habrá casos en los que este flagelo no se podrá controlar, pero está en nosotros, en nuestras sociedades, que son las más afectadas por el desfalco que la corrupción produce, impulsar el cambio. Usemos las redes sociales para divulgar y exponer a los corruptos y usemos nuestra arma más poderosa, el voto, para transmitir el mensaje claro a nuestros políticos y dirigentes: La corrupción no va a tener más cabida en nuestra sociedad. Llego la hora de dejar de quejarnos frente al televisor o al leer el periódico sobre cómo se roban nuestras naciones… Ahora podemos actuar y debemos hacerlo