Latinoamérica tiene fama de muchas cosas negativas: De corrupta, desigual, pobre y subdesarrollada. Nuestros países están inmersos en una narrativa cíclica que pareciera no cambiar, con algunas excepciones positivas que lastimosamente en algunos casos hasta se transforman en negativas. Los latinoamericanos pocas veces nos detenemos a observar más allá de nuestros problemas y nuestras diferencias, para descubrir esa esencia que existe aún en nuestros campos y ciudades, en nuestras montañas y llanuras, y lo más importante, en nuestra gente, pero en esa gente latinoamericana de verdad, que decidió conservar nuestra cultura de servicio, honestidad y trabajo
Hace unos días visité en Colombia el Parque del Café y el Parque de la Cultura Agropecuaria (PANACA). La experiencia es única por una sencilla razón: Estos sitios hacen que nos encontremos nuevamente con la esencia de nuestro país, la verdadera esencia colombiana. El fervor patriótico que despiertan no se debe a un triunfo de la selección Colombia, ni a un premio Grammy, ni a una medalla en unos juegos olímpicos, o a un premio mundial de innovación, todos hechos muy importantes y que nos llenan de orgullo. El fervor que despierta este sitio es puro, es porque algunos colombianos se dedicaron a mostrarnos lo que realmente somos, una nación buena, trabajadora, servicial, rica y sobretodo, orgullosa de su pasado, sus ancestros y por ello, una nación que debería ser muy optimista frente a su futuro. Por un par de días, Los colombianos que visitamos el Quindío y sus tesoros nos olvidamos de guerrillas, corrupción, desesperanza, conflictos y desigualdades y nos volvimos a maravillar con nuestra historia, con el tesón de quienes construyeron este país y lo hicieron grande… Porque es, sin lugar a dudas, una nación grande!
Como colombiano haber visitado PANACA y el parque del café simplemente renovaron mi fe y mi orgullo de lo que este país es y puede llegar a ser. Puede sonar un poco idealista y hasta iluso, pero estoy seguro que el corazón de muchos colombianos que hoy le hacen daño al país, y más aún, de miles de colombianos que han perdido la fe y la esperanza en esta tierra, se transformaría visitando estos sitios donde nuestra esencia, nuestra alma brota en los campos, en la gente y en la cultura tan nuestra que se respira en cada rincón que se visita.
Estoy seguro que todas nuestras naciones tienen sitios como estos, donde sus ciudadanos puedan recordar porque están orgullosos de ser Latinoamericanos. Nuestras naciones tienen un alma, una esencia que parecemos olvidar cuando dejamos que la vergüenza de nuestros problemas sobrepase ese bagaje histórico de grandeza que todos tenemos. No se trata de ignorar nuestra realidad, que es difícil y necesita muchos cambios, pero me atrevo a proponer algo: Quizás el comienzo de la solución de muchos de nuestros problemas es que cada colombiano, cada latinoamericano tenga como obligación, o mejor, como derecho, visitar esos sitios que hagan que nos reencontremos con nuestra esencia, con nuestra alma.