Hace algunos años Latinoamérica era considerado el patio trasero de los Estados Unidos. La región era claramente el área de influencia de la potencia del norte y su injerencia en los asuntos internos de muchos de nuestros países era a todos los niveles. La historia está llena de intervenciones directas, golpes de estado y la guerra contra el narcotráfico, al igual que inversión económica, social, militar y política.

Hoy los Estados Unidos tiene su atención en otras regiones del mundo. Debido al terrorismo radical islámico y la lucha por mantener su estatus de potencia mundial, se ha tenido que concentrar en el medio oriente y en la región Asia/pacífico. Durante los últimos 15 años el foco de la política exterior norteamericana le ha dado baja prioridad al tema latinoamericano y lo poco que ocurre hoy se enfoca simplemente en dos temas: Inmigración y narcotráfico. El resto de las esferas de influencia que existían se han disipado a tal punto que la región cada vez escucha menos la opinión de Estados Unidos sobre los temas regionales.

De la misma manera, en estos 15 años América Latina ha surgido como una de las regiones de mayor crecimiento económico del mundo. Muchas naciones consideradas hasta hace poco estados fallidos o naciones en claro subdesarrollo tienen economías y estados vibrantes y en pleno crecimiento. Esto ocurrió de manera local y a través de políticas de integración regional y con otras áreas del mundo. Si bien es cierto que Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de algunos de nuestros países como Colombia, Chile, México o Panamá, En otros casos el comercio intrarregional y con otros bloques como La Unión Europea, China o África ha reemplazado el predominio de la economía norteamericana sobre la región.

Con estos cambios, las otras potencias del mundo abrieron los ojos a la realidad latinoamericana y quieren reemplazar a los Estados Unidos en su antiguo rol en la región. Rusia Y China han llegado a la región para quedarse. Tienen gran influencia en países de la corriente socialista Bolivariana como Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y están tratando de abrir nuevas áreas de influencia e inversión en Colombia, Ecuador, Centroamérica, Argentina y Perú. Con declaraciones como su apoyo al proceso de paz colombiano, el presidente Ruso y el primer ministro Chino quieren empezar a hacer sentir su peso político. El supuesto Canal nicaragüense que China va a construir seria, de cristalizarse, la inversión extranjera más grande de la historia del continente, y es un proyecto chino, no americano o europeo

Estados Unidos está perdiendo poco a poco la ventaja geopolítica, económica y geográfica que ha mantenido históricamente y ha desperdiciado y subvalorada por décadas. Latinoamérica es hoy una región más fuerte, independiente y, para algunos de nuestros países, más abierta al mundo. Si la revolución bolivariana hubiera ocurrido 30 años atrás, la respuesta norteamericana hubiera sido mucho más decisiva y directa. Hoy no pasa de comunicaciones diplomáticas en momentos de tensión y de básicamente ignorar lo que ocurre en estos países y su efecto en la región. Otras potencias están dándole mayor importancia y ejerciendo mayor influencia en estas naciones y por ende en el futuro de la región. Con toda la retórica nacionalista y anti-imperialista de Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua o Ecuador, lo que realmente parece ocurrir es que cambiaron de imperio, y el cambio no parece tener buenos prospectos. China solo está interesada en su crecimiento económico e inversión a cualquier precio, sin importar las consecuencias sociales, ambientales o políticas de sus acciones. Solo basta ver lo que ha ocurrido en las naciones Africanas donde la China reemplazó a los poderes europeos. Rusia está interesado en ampliar su influencia geopolítica, y demostrarle a los Estados Unidos, al mejor estilo de la antigua guerra fría, que así como los Americanos intervienen en Ucrania o Asia, ellos lo pueden hacer en Latinoamérica, pero sus políticas e ideologías dejan mucho que desear para naciones que quieren fortalecer sus democracias, no debilitarlas. Nuestra potencia regional, Brasil, que debería proteger su área de influencia de sus competidores (que son precisamente los chinos y los rusos), parece incapaz o totalmente desinteresado en ampliar su influencia económica y política en la región, y resentimientos nacionalistas y regionales también lo impiden.

Todo esto demuestra que Latinoamérica está al mejor postor y las nuevas alternativas no parecen ser el mejor camino. No podemos desconocer que la hegemonía americana no siempre fue positiva o adecuada, pero dentro de esa dualidad de valores de la política exterior de los Estados Unidos (donde los valores de libertad y democracia son el centro de su política, pero a veces sus acciones son encaminadas a lograr el efecto contrario para proteger sus intereses nacionales), Latinoamérica logró consolidar la democracia, la economía de mercado y los derechos civiles, ahora poco a poco siendo desmontados en las naciones que paradójicamente más se están alejando del circulo pro-norteamericano de la región. Algunas naciones de nuestra región han buscado que los Estados Unidos se reinserten como un actor geopolítico importante, pero en unos términos más igualitarios y con enfoque en inversión, desarrollo económico, desarrollo ambiental, infraestructura y consolidación de sistemas democráticos. A Latinoamérica le conviene tener a los Estados Unidos a su lado, en términos diferentes a los que esta relación tuvo en el pasado. Las nuevas potencias que se están asentando en la región no presentan opciones alentadoras a largo plazo. Basta ver los países de nuestra región que le están abriendo las puertas a esos nuevos imperios en donde están y hacia dónde van. La situación actual nos abre una ventana para ver el rumbo que la región tomaría con las alternativas que existen.