Todos queremos ver el apretón de manos entre Obama y Castro, que significa el comienzo del fin del único vestigio de la guerra fría en nuestro hemisferio. También esperamos ver, o mejor, no ver, ningún tipo de escándalo provocado por Venezuela en el evento. Estas dos cosas, una de ellas histórica y trascendental y la otra puramente mediática, son los únicos elementos que los medios y la opinión pública esperan de esta cumbre
Históricamente la cumbre no ha logrado nada tangible, que realmente justifique su existencia. Es importante tener foros regionales donde los líderes de la región se reúnan a promover iniciativas a nivel hemisférico, pero la cumbre de las Américas no tiene eso, iniciativas concretas. Las primeras cumbres tenían el objetivo del ALCA, liderado por Estados Unidos. Cuando eso fracasó la cumbre dejó de tener un objetivo claro y se convirtió en lo que es hoy: Un show mediático para ventilar los conflictos regionales y mostrar al mundo que en América hay algún nivel de cooperación supranacional. Ya ni una declaración de políticas o por lo menos intenciones parece que pueda ocurrir, que aunque tenía poco significado real, por lo menos daba la sensación de que algo concreto se había discutido.
La gran diferencia de nuestra cumbre con otras cumbres regionales de jefes de estado es que no hay un objetivo común y sobretodo específico, para el cual estas reuniones de alto nivel deberían servir como El sitio donde los líderes de cada nación comprometan sus gobiernos en el logro de dicho propósito. En sus comienzos La cumbre de las Américas tenía el ALCA como objetivo, con ello su existencia tenía sentido. Ahora no hay objetivo, y por ello es un foro sin ningún peso en las decisiones del continente.
¿Dónde están en esta cumbre las discusiones y decisiones acerca de políticas regionales sobre el medio ambiente, comercio, integración económica y de personas, bienes y servicios, de inmigración, de transporte, energía o infraestructura? Para que esto ocurra, trabajos exploratorios, pre-acuerdos, discusiones a nivel ministerial y de gremios deben ocurrir y estas cosas no ocurren para esta cumbre. Cuando los líderes de la comunidad Asiática o de la Unión Europea se reúnen, mucho trabajo se ha hecho antes y el propósito de esas cumbres es que los líderes de las naciones le den los toques finales a las negociaciones, o refrendar y dar peso político a acuerdos que ya han sido prácticamente definidos y concluidos. En América Latina otro organismos suprarregionales como Mercosur, La alianza del pacifico, el ALBA o CARICOM, por mencionar algunos entre la plétora de organizaciones regionales en América Latina, son los foros donde estas iniciativas tienen un trabajo serio y muestran resultados concretos.
En la Cumbre de las Américas La retórica y demagogia típica de Latinoamérica están a la orden del día, y los países líderes de la región como Estados Unidos o Brasil, que podrían liderar y usar su peso político y económico para promover acciones concretas, saben que esta cita continental no es más que una oportunidad de hacer presencia en la región y mostrar interés en el resto del continente, con poco sustancial que ofrecer. Si esta cumbre quiere volver a tener sentido, la región debe comprometerse con objetivos específicos, entender que América va de Alaska a la Patagonia y que en la región hay naciones que pueden y deben liderar compromisos más serios para enfrentar los problemas que nos aquejan. De otra manera solo será un foro de momentos mediáticos, declaraciones vagas sin ningún contenido concreto y una buena foto de nuestros líderes juntos, pero no comprometidos con América.