El proceso de paz en Colombia poco a poco acapara más atención de un mundo que espera ansioso una buena noticia. Entre el acuerdo de Estados Unidos, Rusia, China y Europa con Irán y el proceso de paz colombiano, la sociedad internacional y especialmente la comunidad Latinoamericana, esperan una buena noticia, un ejemplo de que la paz es aún posible en un mundo que parece destinado al conflicto. Frente a esto, pareciera que un posible fracaso de las negociaciones en Colombia tendría no solo un efecto desalentador a nivel local, sino internacional. La responsabilidad del Gobierno colombiano y las FARC para lograr un acuerdo ha trascendido las fronteras, y aunque es un problema colombiano, su solución se ha vuelto algo de importancia regional, casi que global.
Latinoamérica específicamente está concentrada en que eso ocurra. El continente está envuelto en protestas sociales En Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela que hacen ver nuestro futuro poco alentador. La desaceleración económica de la región es evidente y los avances de la última década parecen irse desapareciendo. Colombia y su proceso de paz están en la agenda de cada gobierno en América Latina. Los medios de la región le dedican contenido de manera constante. Cada vez más países se ofrecen de garantes, proponen alternativas, fórmulas para que ese acuerdo se finalice.
No quiere decir esto que por ello deba Colombia llegar a un acuerdo a cualquier precio. Las objeciones a lo que se está negociando deben ser tenidas en cuenta, la Justicia debe alcanzarse y el país debe tomar el camino correcto, el que más le convenga a su pueblo, no a sus políticos ni mucho menos a los líderes guerrilleros, pero si le da a este proceso una relevancia mayor que cualquier otro intento anterior.
Lo que la región y el mundo deben reconocer es que la dificultad en este proceso comienza después de la negociación, y que ese posible hecho, casi que puramente mediático, de la firma de un acuerdo de paz, no garantiza que esa paz sea alcanzada. De hecho, es posible que con o sin acuerdo de paz, el único camino que quede después de tantas negociaciones sea el de la guerra. Muchos procesos de paz han fracasado de 3 a 5 años después de firmados y han resultado en conflictos internos con actores nuevos y hasta más violentos que los anteriores.
La voluntad de paz se basa en la confianza y en el respeto de las partes, pero más aún, en la voluntad de trabajar para que esa paz realmente exista. Es ahí donde esa atención y apoyo internacionales se va a necesitar, de hecho mucho más que ahora. La gran mayoría piensa que la parte más difícil de un acuerdo de paz es la negociación. Esa es de hecho la más sencilla. La implementación y el mantenimiento de la voluntad política, social y económica para que esa paz se haga realidad es la etapa más complicada del proceso. Cuando el show mediático se acabe, la atención de líderes locales y de la comunidad internacional se va a centrar en otro parte. Adicionalmente, la paz va a costar mucho dinero, va a exigir cambios fundamentales en nuestra sociedad y, si queremos que se consolide, procesos de justicia y reparación verdaderos, largos, dolorosos y complejos
Los países que negociaron el acuerdo con Irán y el gobierno de Colombia que negocia hoy con las FARC, saben que todo lo que se ha logrado se puede desmoronar si la sociedad no persiste en luchar por alternativas pacíficas, si las partes no actúan de manera limpia y con clara voluntad de consolidar la paz, si los líderes políticos, económicos y militares no están dispuestos a refrendar y patrocinar el post-conflicto, y esa comunidad internacional que tanto se ofreció para firmar el acuerdo, se esfuma para implementarlo y consolidarlo. Porque es ahí donde la lucha por la paz comienza, después de que el acuerdo se haya firmado en el papel.