La política internacional de los Estados Unidos durante el gobierno de Obama ha roto paradigmas que parecían intocables en la estrategia exterior norteamericana. Una política de no intervención se ha apoderado del departamento de estado, como lo vemos con Siria, Corea del Norte y hasta ISIS. De igual manera, parece que la intención es abrir la puerta a una estrategia diferente con viejos enemigos. Esa estrategia es el establecimiento de lazos diplomáticos para resolver diferencias que hasta ahora solo se manejaban con la presión económica y/o militar. Es así como el acuerdo nuclear con Irán fue posible y en América Latina, el restablecimiento de relaciones con Cuba, sellado por Obama con una visita de estado que hace un año era impensable. Parece mentira pero ¡vimos un presidente norteamericano en la Habana!
Dejando a un lado la discusión alrededor de la conveniencia de esta estrategia desde el punto de vista norteamericano, para América Latina y específicamente para Cuba la pregunta es: ¿está ocurriendo esto en un buen momento? La represión en Cuba aún existe, las libertades individuales aún están coartadas y la democracia no existe. En esta situación, los cubanos que expresaron esperanza por un cambio con esta visita y esta nueva estrategia, ¿qué clase de cambio están esperando? Los cubanos quieren mantener su sistema de salud y educativo, modelos a nivel mundial, pero quieren tener más libertades, quieren entrar al siglo 21, elegir su futuro libremente, y aunque esto no signifique democracia plena, si esperan que haya pasos claros hacia mayores libertades. El régimen castrista sabe que sus días están contados si no establece un sistema más abierto a nivel político y económico. Los aliados que han salvado al régimen una y otra vez de la calamidad económica poco a poco desaparecen, y el símbolo de la revolución cubana ya no representa mayor cosa a nivel ideológico o político. Sin embargo este cambio es gradual, pues los Castro han usado estas décadas de poder para crear un aparato de control que no será fácil desmontar. Sin embargo, cualquier cambio en el status quo es un buen cambio, y el mejor momento es ahora. A los cubanos se les abren nuevas puertas, cuántas y cuánto se van a abrir depende en buena parte del régimen, pero también depende de las fuerzas liberadas por esta nueva manera de interactuar con el mundo. Los movimientos de Estados Unidos ya han generado acciones desde Europa, que no se quieren quedar atrás frente a un potencial fin del embargo y el nacimiento de un nuevo mercado en Cuba.
Lo que los Estados Unidos esperan es que esta apertura diplomática se convierta en una económica. Si Estados Unidos puede hacer negocios con China, a pesar de las diferencias ideológicas y la evidente rivalidad por el poder mundial, no hay ninguna razón o justificación para no hacerlo con Cuba. El daño diplomático que hace a los Estados unidos en la región, el antiamericanismo que genera, y la sensación de una doble moral con América Latina y con el resto del mundo, son solo algunos de los problemas generados por esa política hacia cuba. ¿Cuáles son los beneficios? Ninguno diferente a satisfacer un pequeño grupo de cubanos exiliados que quieren ver caer al régimen de castro por la fuerza, algo que no ha pasado en más de 50 años de embargo, y que no va a pasar. ¿Es este el momento para abrirse a cuba? La respuesta es que no hay mejor momento para hacer algo que genere una luz de cambio, una esperanza de una nueva manera de ver a Cuba, y sobre todo de una nueva manera para los cubanos de ver el mundo.